Lamentable: no hay otra palabra para calificar el desenlace de la campaña electoral. Lo mejor de todo es que ya terminó, al menos oficialmente y mientras no se sepa si habrá segunda vuelta. Como era de esperar, el cierre estuvo caracterizado por el ataque al adversario más que por el afán de apuntalar propuestas para granjearse la preferencia de los electores. Fue un asalto de boxeo: dos contrincantes en el cuadrilátero luchando por ver quién pega más fuerte, y un tercero queriendo robar protagonismo a un costado. El cruce de golpes bajos ha dejado a los votantes, por lo menos a los que razonan su voto y que son los que al final tienen un papel decisivo en los resultados, ante el dilema de elegir a quien menos magullado está. O en otros términos, se está obligando a la gente a votar por el menos malo, no por quien presenta las mejores perspectivas para el país.
En los últimos días, el FMLN, intentando proteger la significativa ventaja que en conjunto le dan las encuestas y que le abre la posibilidad de ganar en primera vuelta, decidió esconder a su candidato de los medios de comunicación. Por el contrario, Arena y Unidad multiplicaron su presencia en los espacios de difusión para intentar forzar una segunda vuelta. También, los últimos días estuvieron caracterizados por acciones que no se sabe a ciencia cierta si cumplieron el objetivo con las que se emprendieron. La declaración de la Sala de lo Constitucional prohibiendo la participación de funcionarios en la campaña electoral se hizo cuando esta estaba por expirar. El Presidente de la República, siguiendo la tónica de las últimas semanas, sacó a la luz documentos que comprobarían que el candidato de Arena está vinculado con la construcción de un pozo, financiado con fondos estatales, en terrenos de su exesposa. Sin embargo, esta acusación es vieja y es poco probable que afecte la decisión de los electores.
Por su parte, Norman Quijano presentó a un grupo de nueve personas, la mayoría identificadas desde siempre como afines a Arena, que le ayudarían en la conformación de su gabinete. Tampoco parece que este anuncio vaya a tener algún efecto en las intenciones de voto. Probablemente la presentación hubiera tenido alguna relevancia si no se hubiera visto opacada por la segunda ronda de declaraciones del expresidente Flores ante la comisión de la Asamblea Legislativa. El exmandatario dejó claro que no aportará más a la indagación de los legisladores, y sus declaraciones hacen obligatoria la investigación por parte de la Fiscalía —que ya le impuso medidas cautelares— y abren la puerta al primer juicio contra un expresidente.
Ciertamente, la negativa de Flores a seguir declarando amerita una reacción por parte de los legisladores. Pero la decisión de llamarlo por apremio, es decir por la fuerza con la Policía, perfectamente se podía tomar después de la elección. La decisión, con tintes claramente electorales, podría tener efectos contrarios a los que pretenden los diputados. Además, el candidato arenero, ante los últimos acontecimientos, anunció la separación voluntaria de Flores de su equipo de campaña. Otra acción demasiado tardía y que probablemente no ayude en sus aspiraciones. En definitiva, el cierre de la campaña ha sido peor de lo que se esperaba. Ahora solo queda esperar qué fruto dará este lamentable ejercicio de los actores políticos. La ciudadanía dará su veredicto el 2 de febrero.