Verdad, condición para la justicia

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Editorial UCA
28/03/2014

Aunque es una palabra de uso cotidiano, la verdad no es fácil de comprender ni de definir. De hecho, es uno de los problemas filosóficos por excelencia. Jesús de Nazaret nos enseñó que solo la verdad nos puede hacer libres. Para Gandhi, la verdad es fuente de belleza. Martin Luther King afirmaba que la verdad individual aumenta en la medida que escuchamos la de los otros. Monseñor Romero dijo que la verdad siempre será perseguida. En esta diversidad de perspectivas —acertadas, en sus contextos—, está fuera de duda que la verdad es algo fundamental; y en la línea de Ortega y Gasset, "es un hecho radical de la vida humana".

Aunque se dice con facilidad que cultivar la verdad es bueno en sí mismo, no es usual que sea el centro del quehacer individual y social. Hay quienes piensan que la verdad hace daño y que es preferible ocultarla. En esa concepción, se niega la posibilidad, tanto individual como social, de pensar un mejor futuro, pues se pierde el compromiso de hacer del pasado un terreno fértil para el aprendizaje. Decir que recordar el pasado abre las heridas es desconocer que estas no cicatrizan por decreto, sino únicamente con el conocimiento de la verdad como primera e indispensable condición para la justicia y la dignificación de las víctimas.

En El Salvador, se asumió que el olvido forzado de las heridas de la guerra sería la base para la reconstrucción. ¡Error mayúsculo! El borrón y cuenta nueva impuesto no trajo reconciliación, sino impunidad. Y no se trata de recordar por masoquismo. La memoria del pasado solo es sanadora si sirve para iluminar el presente. No reconocer que la guerra dejó profundas heridas en el cuerpo social es minimizar sus consecuencias sociales, políticas, morales y económicas, que aún perduran y se agravan. La reconstrucción de la memoria histórica es fundamental para desentrañar lo que significó y encarnó la guerra, para críticamente volver la vista atrás y aprender de la experiencia.

La verdad cobra especial relevancia cuando a las víctimas se les invisibiliza y silencia. Y eso fue lo que pasó en El Salvador. Se decretó una amnistía y no se escuchó a los ofendidos. Por eso, solidarizarnos con las víctimas del pasado, así como estar atentos a los clamores de los dolidos y humillados del presente, es el primer paso para encauzar al país hacia la verdadera reconciliación. Hay tres principios para la dignificación de las víctimas de graves violaciones a los derechos humanos: la verdad, la justicia y la reparación. Si se le hubiera hecho caso a la Comisión de la Verdad, hoy estaríamos en mejor situación. No se quiso enfrentar las causas de los problemas; y estamos pagando las consecuencias.

Pero nunca es tarde para rectificar, sobre todo porque las heridas están abiertas, supurando hasta que llegue la hora de ser sanadas. La verdad —la alétheia griega—, que alude a la realidad, en este caso a la realidad que sufrieron las víctimas, debe resplandecer cuanto antes. Por eso, la UCA organiza cada marzo, desde hace 16 años, el Festival Verdad. Un espacio compartido con organizaciones defensoras y promotoras de los derechos humanos que también trabajan para esclarecer la verdad, hacer justicia y erradicar la impunidad. Estamos convencidos de que mientras no se conozca la verdad de la guerra, como se hizo en Alemania, Argentina, Paraguay, Chile y tantos países que vivieron atrocidades como las nuestras, la paz será una palabra sin contenido real en la sociedad salvadoreña.

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Anónimo
01/04/2014
09:47 am
muy buen aporte, de hecho los medios de comunicación deberían tener espacios para hace conciencia a la población de la necesidad de reconocer la verdad, en sus ámbitos históricos, sociales, espirituales... ya que las mayorías no tienen acceso a descodificar la mentira inmersa en el anti-mundo, estructuras de poder que niegan a los hombres y mujeres el conocimiento de la verdad, la verdad libera \"conocerán la verdad y la verdad nos hará libres\" (Jesús).
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