Discurso de la representante de las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales, e Ingeniería y Arquitectura

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Evelyn Solís
05/12/2016

Respetables miembros de la mesa de honor, estimados catedráticos, compañeras y compañeros graduados, familiares y amigos que están con nosotros esta mañana, un fraterno saludo. Es un honor para mí compartir unas palabras con ustedes en este día especial en el que nos convertimos, unos, en licenciados en economía o en contaduría pública, otros, en ingenieros mecánicos o eléctricos.

Culminamos una etapa de nuestra carrera profesional, y ello es motivo de agradecimiento. Primero, a Dios, por su amor y protección; a la familia, por su compañía y apoyo durante nuestra formación; y a todas aquellas personas que de una u otra forma nos han acompañado durante estos años. Gracias también a los catedráticos y catedráticas que a lo largo de nuestras carreras nos compartieron sus conocimientos y experiencias; gracias a aquellos que nos motivaron a esforzarnos en los momentos de desmayo y que nos alentaron a seguir preparándonos “no para ser los mejores del mundo, sino los mejores para el mundo”.

Hace seis años iniciamos este viaje; jóvenes, llenos de vida y de anhelos, con muchas expectativas al iniciar nuestra carrera universitaria. En lo particular, recuerdo lo nerviosa que me encontraba el primer día de clases y cuando, en ese mismo ciclo, el maestro Aquiles Montoya nos hizo aquella pregunta que muchos aún tenemos presente: “¿Qué es el valor?”. Y su peculiar respuesta: “Valor es lo que tienen ustedes de estudiar economía”.

Sin duda, durante todos estos años, cada uno de nosotros se ha hecho de muchos amigos, de historias para recordar, de experiencias que contar y conocimientos para compartir. No obstante, este viaje no termina; estamos cerrando una etapa e iniciando otra en la que nuevos retos nos esperan. Además, adquirimos un compromiso en medio de una sociedad violenta, marcada por la desigualdad, con un mercado laboral excluyente, que le plantea muchos desafíos a la juventud, donde son pocos los que tienen la oportunidad de acceder a la educación superior y todavía menos los que logran titularse. Ante esta realidad, no podemos ser indiferentes, sino trabajar por hacer el mayor bien posible con la formación que hemos recibido, poniendo nuestros conocimientos y habilidades al servicio de los demás.

En este punto, quisiera compartirles el fragmento del discurso que Ignacio Ellacuría pronunció en la graduación de 1988:

Este Reino necesita de ingenieros que con tecnología apropiada dominen y sujeten la naturaleza en beneficio de todos, especialmente de los más pobres, para que esa naturaleza, sin ser destruida, sea cada vez más humana y humanizadora. Este Reino necesita de economistas y contadores públicos que trabajen por generar, administrar y distribuir aquella riqueza de bienes y servicios, que es requerida para que todos tengan lo suficiente y a nadie le falte lo necesario.

Ellacuría se refiere tanto a la inspiración cristiana que debe influir en nosotros, profesionales de la UCA, como a la responsabilidad de estar preparados para responder a las principales necesidades que aquejan al país y a la sociedad en la que vivimos.

Me despido felicitándoles por este logro que hoy compartimos, y cierro con aquella frase con la que Aquiles se despidió en su última carta publicada: “¡Adiós, muchachos, los quiero mucho, pero, por favor, cultívense!”.

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