Discurso de la representante de las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales, y de Ingeniería y Arquitectura

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Muy buenas tardes, autoridades que presiden la mesa de honor, estimados catedráticos, queridos compañeros, familiares y amigos.

Al llegar a último año de bachillerato, y si se tiene el privilegio de continuar con los estudios, un joven decide, de una forma o de otra, la carrera que le permitirá convertirse en profesional. Al entrar a los salones de la universidad elegida, posiblemente considera que todo se ha vuelto más fácil, ya que cursará menos materias, contará con mayor libertad para decidir si asiste o no a clases, y no tendrá a un director que le diga cómo utilizar el uniforme de manera correcta.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, ese joven logra percatarse de que la realidad es otra. Se da cuenta de que necesitará de mayor dedicación, esfuerzo, tiempo, amor y perseverancia para superar todas las dificultades y así obtener el título profesional que tanto anhela tener en sus manos.

El día de hoy, nosotros hemos satisfecho ese anhelo, y si miramos atrás y observamos el camino que hemos seguido para llegar a este momento, nos daremos cuenta de que ha estado lleno de alegrías, experiencias y satisfacciones que nos han hecho crecer y madurar, no solo de manera profesional, sino también de manera personal. Recordaremos a aquel amigo que conocimos inesperadamente en la parada de bus, o a aquel que decidió acompañarnos en una materia y dejar de lado la idea de retirarla, o al que siempre nos aconsejaba aunque era consciente de que nunca seguiríamos sus recomendaciones.

En esta celebración, debemos tener claro que la educación es un derecho al que no todos tienen acceso y, por ello, es importante agradecer a quienes han hecho posible el privilegio del que gozamos.

En primer lugar, a Dios, por guiarnos a lo largo de nuestro camino y por no dejar que nos rindiéramos. También a nuestros padres, por creer en nosotros, por regañarnos cuando lo necesitamos, por cada sacrificio que hacen para evitar que nos falte algo, por aconsejarnos, por sus esfuerzos para convertirnos en mejores personas que ellos y por todo el amor incondicional diario.

A nuestros docentes, por el tiempo y dedicación que nos brindaron desde el primer día de clase. Sin su experiencia, conocimiento, charlas motivacionales e, incluso, amistad, no podríamos ser los profesionales en los que nos hemos convertido.

Por último, quisiera añadir que las decisiones que tomemos a partir de hoy marcarán no solo nuestras vidas, sino también las de quienes nos rodean. Tratemos de ejercer nuestra profesión con honestidad y honradez, busquemos hacer el bien desde nuestros puestos de trabajo y recordemos que formamos parte de una sociedad que nos necesita, hoy más que nunca, para mejorar su situación.

Asimismo, deseo que sus vidas, compañeros, estén llenas de muchas bendiciones, alegrías y satisfacciones. Espero que nunca dejen de luchar por sus objetivos y anhelos; confío en que nunca se rendirán para lograr todo aquello que se propongan alcanzar. Porque, como cantaba Gustavo Cerati, “Mereces lo que sueñas”.

Muchas gracias.

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