Discurso de la representante de los graduados de las facultades de Ciencias Sociales y Humanidades, y de Ingeniería y Arquitectura

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Respetables autoridades, padres y madres de familia, maestros y maestras, amigos y amigas, compañeros y público en general, reciban un cordial y afectuoso saludo de parte de los graduados de las facultades de Ingeniería y Arquitectura, y de Ciencias Sociales y Humanidades. Es un honor contar con su presencia; significa para todos una alegría inmensa compartir con ustedes la culminación de una de las metas más importantes en nuestra vida.

En este día de triunfo, vale la pena recordar nuestro caminar como estudiantes. Hace unos años, al iniciar la vida universitaria, un poco más jóvenes de lo que somos ahora, nos encontrábamos temerosos, llenos de dudas, inseguridades y expectativas; cada uno con realidades distintas, pero con un objetivo en común: obtener el tan ansiado título y llegar hasta este momento en que aquello que en un inicio se vio tan lejano pudiera ser palpable y convertirse en realidad. Finalmente aquello por lo que tanto luchamos está frente a nosotros, y vale la pena recordar el significado real de graduarse.

Como graduada de la UCA estoy convencida de que llegar hasta aquí es subir un escalón más en la escalera de la vida, y que la verdadera graduación vendrá cuando al final de nuestra jornada laboral como profesionales estemos en paz con nosotros mismos por haber procurado bienestar, justicia, verdad y ayuda a nuestros prójimos. Desde el momento en que escogimos nuestras carreras sabíamos que nos esperaba una vida llena de servicio, de amor a los demás, de cansancio mental y físico, pero que todo eso vale la pena porque en nuestros corazones reina el mismo ideal: hacer de este mundo un mejor lugar y transformar nuestro querido país desde el área de acción de cada uno.

Graduarnos es sellar el compromiso que adquirimos libremente al escoger nuestra carrera. Espero que el título nos dé el impulso que día a día necesitaremos para desempeñarnos profesionalmente con la misma alegría que hoy nos invade.

Por otra parte, es de fundamental importancia hacer referencia a todos cuantos participaron en este logro, pues aunque se nos otorgó un título personal, son muchos los que nos ayudaron a llegar hasta este lugar. En primer lugar, infinitas gracias a Dios, cuya misericordia ha permitido que estemos este acá, y que a lo largo de las pruebas nos ha llevado de su mano. Sin Él, nada hubiese sido posible. A nuestros padres, hermanos y demás miembros de nuestra familia, que han servido de guía, luz e inspiración. A nuestros maestros, compañeros y amigos que con su accionar, palabras, risas y enojos nos han ayudado a moldearnos como los seres humanos que hoy somos. Y finalmente, gracias a todos los que estuvieron, están y estarán.

Queridos graduados, para ir concluyendo, quisiera hacer mención a nuestro ahora beato monseñor Romero, cuya aflicción por los más necesitados y búsqueda incansable de justicia y amor lo titulan ahora como los grandes en el cielo. En una realidad tan cruda y difícil como la vivida en tiempos de guerra, un hombre valiente alzó su voz en pro de la vida. Es ahora nuestro deber y responsabilidad alzar nuestra voz y en nuestro diario accionar poner en alto todo aquello por lo que monseñor luchó.

Considero que todos los presentes somos hombres y mujeres dispuestos a dejar huella. No esperemos que sea el otro, llámese Gobierno, Presidente, Asamblea, jefe o diputado, el que arregle los problemas que asedian a nuestra sociedad. Seamos desde el ejercicio de nuestras carreras el monseñor Romero que nuestra sociedad salvadoreña necesita.

Muchas felicidades, compañeros y compañeras. Éxitos y bendiciones en abundancia.

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