Discurso de la representante de los graduados de las facultades de Ingeniería y Arquitectura, y de Postgrados

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Amparo Marroquín
06/07/2015

Buenas noches, autoridades de la Universidad, graduados, familiares y amigos que están con nosotros.

Los ritos son “algo olvidado [son] lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas”, dice un zorro a un principito en una difundida fábula. Esta tarde hemos sido convocados para vivir juntos un rito que implica al mismo tiempo celebraciones, compromisos y desafíos. Este rito de hoy nos ofrece, en un momento, varias vivencias.

Celebraciones porque hemos finalizado un ciclo lleno de aprendizajes, paciencia y desvelos. Un tiempo que ha estado habitado por renuncias, disciplina, gestos de ánimo, búsquedas, preguntas nuevas, construcción de redes, retos, relecturas. Y como todo trayecto académico es fruto de múltiples complicidades, bien vale esta tarde celebrar y agradecer lo mucho que en este tránsito hemos crecido, y hacerlo con quienes se han armado de paciencia y han caminado junto a nosotros.

Pero este rito no es solo una celebración, es también un compromiso. “Hay un tiempo para recibir y un tiempo para dar”, nos dice otro de los textos de sabiduría que hemos heredado. Durante este tiempo hemos sido privilegiados. Hemos recibido conocimientos, reformulado algunas certezas y encontrado nuevas preguntas. Hemos descubierto que era necesario asumir riesgos, ensayar respuestas y confrontarlas con una comunidad. Somos privilegiados. En 2012, solo tres de cada diez jóvenes llegaron al bachillerato y de estos menos de la mitad llegó a la universidad, no digamos a un postgrado. Pocas personas en nuestro país tienen este privilegio y todo privilegio implica un compromiso.

Cerramos esta formación desde una coyuntura compleja para nuestro país. Encabezamos varios rankings poco alentadores: somos el país con el medioambiente más deteriorado en la región; el país con las cárceles más hacinadas del mundo; desde la ruptura de la tregua, somos de nuevo uno de los países donde más jóvenes mueren asesinados cada día. La migración masiva, que continúa hasta hoy, nos recuerda lo que ya nos dijo el informe más reciente del PNUD: de cada tres salvadoreños que han conseguido trabajo durante los últimos 30 años, dos lo han logrado en Estados Unidos. Es evidente que todavía no hemos conseguido construir una civilización de la solidaridad, de la austeridad y de la esperanza, como soñaron monseñor Romero y los mártires de la UCA. Nuestro compromiso ahora, después de haber recibido mucho, es poner toda nuestra creatividad al servicio de una sociedad más justa, más humana, más inclusiva.

He dicho que este rito que hoy nos convoca implica celebraciones, compromisos, pero también desafíos. Quiero señalar dos, pues estoy segura de que cada uno de ustedes sabrá formular sueños con nuevas resonancias. Mucho de lo que soy como persona lo he construido a través de la educación. Por eso, hago mío el desafío de procurar una educación mejor para las nuevas generaciones de este país, una educación más abierta, más crítica, de mayor alcance, una educación sin dogmas, que nos cuestione y nos permita preguntar las razones de por qué leemos, soñamos y buscamos aquello en lo que ponemos nuestro empeño. Mi desafío implica, además, mantener una mirada vigilante hacia la educación universitaria para demandar de ella un compromiso con los más altos estándares de la educación, tal y como lo soñó Ignacio Ellacuría.

El segundo desafío me viene de las palabras del uruguayo Eduardo Galeano. Este escritor señaló que nuestra civilización se preocupa más “por evitar el fracaso que por condenar la injusticia”. Este logro que hoy celebramos nos debe llevar a lo contrario, porque para llegar hasta este día, hasta este rito, es seguro que cada uno de nosotros ha aprendido de muchos fracasos. Ojalá podamos recordar que nuestra preocupación debe enfocarse en condenar la injusticia, la corrupción, las desigualdades, la violencia, la mediocridad… esos males que se han instalado en nuestra sociedad. Tenemos para ello la herencia que en el transcurso de los años hemos recibido de esta universidad y de la historia de este país.

De nuevo felicidades.

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