Señor Rector y autoridades que presiden la mesa de honor, estimados profesores, familiares y amistades que nos acompañan en este nuevo éxito profesional, tengo el honor de saludarlos desde una de las mejores universidades del país.
Cuando el padre Ignacio Ellacuría y otros jesuitas la soñaron, ellos esperaban que los profesionales graduados de la UCA abordáramos los problemas económicos, políticos y sociales del país no desde la demencia ideologizada y deshumanizada, sino desde las herramientas académicas, la ética y las bases cristianas con las que aquí se nos prepara. Por eso, el padre Ellacuría decía: "Si quieres el bien, trabaja por la justicia". La justicia social nos da libertad y espíritu de reconciliación con nosotros y con los otros. En eso consiste la finalidad de lograr el bien común. Por eso el pensamiento jesuita de nuestra universidad, con el que se nos educa y forma, sigue incomodando a algunos. Como ciertos sectores conservadores que hoy abogan por que pasen al Estado los archivos del Arzobispado, donde se guarda la memoria de las graves violaciones de derechos humanos en El Salvador, muchas de ellas de lesa humanidad. Y esto no puede ser. No cabe en la inteligencia humana ni divina, ni hace justicia a las víctimas.
Si como profesionales solo buscamos el éxito inmediato, sin ayudar a dignificar la vida de las personas con quienes convivimos y nos desarrollamos en nuestros trabajos, nuestra comunidad y nuestros hogares, entonces estaríamos siendo incoherentes con lo que aquí se nos ha pedido y se nos ha dicho. No podemos transformar la realidad sin conocerla científicamente y sin estar éticamente comprometidos.
Pues bien, hace unos años iniciamos nuestra preparación profesional en este campus. Al principio, algunos sentíamos temores y dudas por la exigencia académica que distingue a la UCA en cada una de las carreras que imparte. Sobre todo los que veníamos por primera vez a este recinto universitario. Por eso, les invito a no olvidar qué es lo que se demanda de nosotros y nosotras: no solo demostrar un alto nivel académico y profesional, sino también firmes valores humanos para abordar y resolver los problemas que enfrentemos en nuestro entorno.
La realidad, la acción y el pensamiento se encuentran de manera sistémica, no aislada. La psiquis humana es al mismo tiempo individuo, cultura e historia. El conocimiento, traducción, interpretación y reconstrucción del individuo, la cultura, la historia y del mundo. Por eso, por potente que sea, un Estado o un poder no puede determinarnos ni controlarnos. El individuo es el centro de la conciencia y la sociedad. Por ello, una de las mejores maneras de encontrarnos es formándonos y preparándonos en todo momento. Esperamos no decepcionar los sueños del padre Ellacuría de los que les hablé al inicio.
Finalmente, en nombre de todas y todos los graduados, quiero agradecer el apoyo, la comprensión y alegría, especialmente hoy, de ustedes, que ven con sus propios ojos los resultados de este nuevo esfuerzo, especialmente a nuestros hijos e hijas, esposas y esposos, parejas, familiares que en muchas ocasiones padecieron nuestras ausencias por los compromisos que conlleva todo proceso de formación. A todas y todos, gracias por su comprensión, gracias por estar siempre allí. Muchas gracias.