Emprendan el bello viaje

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P. Andreu Oliva
22/11/2018

Estimadas graduandas, estimadas graduandos, estimados familiares y amigos que nos acompañan en este día en que obtienen su título profesional personas tan queridas, reciban mis más afectuosas y cálidas felicitaciones. Todos estamos muy contentos: ustedes por graduarse y la UCA por graduarlos, y con ello entregar al país 818 profesionales competentes, 685 con título de grado y 133 con título de maestría; y esperamos que sean también personas conscientes, compasivas y comprometidas con la ética y el deseo de que nuestro país avance hacia niveles superiores de democracia, justicia social, equidad de género, igualdad de oportunidades, desarrollo social. Un El Salvador que posibilite consolidar una paz verdadera y sostenida, en la que se garantice el pleno respeto a los derechos humanos de todos los salvadoreños.

Estimados graduandos y estimadas graduandas, permítanme dedicarles estas palabras con el deseo de que las acojan con el mismo aprecio con que yo las he preparado. Son varias las cosas que quiero decirles en este día tan importante para todos y muy especialmente para ustedes.

 

Según el corazón de Dios

En primer lugar, quiero traer a nuestra memoria a san Óscar Arnulfo Romero, obispo y mártir, cuya ceremonia de canonización tuvo lugar hace algunas semanas. Su graduación ha quedado unida a este gran acontecimiento. Es muy posible que en el futuro no recuerden cuándo se graduaron, pero si recordarán que fue el mismo año de la canonización de san Romero. Les invito a ver en esta coincidencia temporal un enorme significado.

Todos sabemos lo mucho que monseñor Romero amaba a este pueblo y lo que hizo por él. Lo amó tanto que estuvo dispuesto a dar la vida por él. Lo amó tanto que no le importó ganarse enemigos, injurias, críticas por defender a los empobrecidos, por levantar su voz contra los abusos y atropellos del poder, denunciando las violaciones a los derechos humanos, oponiéndose a todo tipo de violencia, señalando aquello que en nuestra sociedad causa la marginación de una gran mayoría de la población mientras permite que unas minorías vivan en la opulencia más escandalosa.

Monseñor Romero fue claro y firme, y a la vez tierno y amoroso, actuó como un verdadero y fiel pastor, como un profeta penetrante. Deseaba profundamente la conversión de los corazones. Aspiraba a que sus palabras fundamentadas en el Evangelio lograran la conversión de los opresores para que el amor, la justicia y la paz se instauraran en sus corazones y en todo el país. Protegía a los pobres, a los oprimidos, a los indefensos, porque en ellos veía el rostro de Jesús sufriente.

El sueño de monseñor Romero era que El Salvador viviera según el corazón de Dios. Honrarlo como santo implica que también nosotros queramos y nos empeñemos en realizar el proyecto de Dios para toda la humanidad. Hay tanta riqueza en las palabras de monseñor Romero que he tenido que escoger unas pocas que creo son más adecuadas para este momento de su graduación. Cito textualmente a san Romero, y les invito a que las reciban como si estuvieran dirigidas personalmente a ustedes:

Les hago un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que superar la indiferencia de muchos que se colocan como meros espectadores ante la terrible situación [...]. Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás. Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres.

Cada uno de nosotros tiene que ser un devoto enardecido de la justicia, de los derechos humanos, de la libertad, de la igualdad, pero mirándolos a la luz de la fe.

Hermanos, ayuden a esclarecer la realidad, busquen soluciones [...]. Sepan que lo que han recibido de Dios, no es para esconderlo en la comodidad de una familia, de un bienestar. Hoy la patria necesita sobre todo la inteligencia de ustedes.

Yo no soy técnico ni en sociología, ni en política, ni en organización, simplemente un humilde pastor que le está diciendo a los que tienen la técnica: únanse, pongan al servicio de este pueblo, todo lo que ustedes saben, no se encierren, aporten. Entonces sí se practicará el derecho y la justicia

Cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono de Dios. Cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta. No seamos cobardes. No escondamos el talento que Dios nos ha dado desde el día de nuestro bautismo y vivamos de verdad la belleza y la responsabilidad de ser un pueblo profético.

Como ven, san Romero nos ofrece un programa de vida. Ojalá seamos capaces de hacerlo propio y aplicarlo en nuestra vida diaria, al servicio de nuestro país. Un país que sigue perdido en medio del océano, sin un rumbo definido, impactado por una tormenta tras otra, algunas de ellas lo suficientemente fuertes para dejar el barco en penosa situación.

 

A más conocimiento, mayor responsabilidad

Las acusaciones de corrupción que involucran a dos Presidentes de la República, a un Fiscal General y a un gran empresario, entre otros; los más de 100 días sin el nombramiento de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que deben conformar las salas de lo Constitucional y de lo Civil; el asesinato de la policía Carla Ayala, y la protección del presunto asesino por parte de sus colegas y jefes; los homicidios diarios y las miles de víctimas de la violencia son algunas de estas tormentas. Pero no sería justo si no reconociera que a pesar de nuestro navegar sin rumbo, hay muchos que intentan mover el timón hacia la dirección correcta, y que hay acciones y acontecimientos importantes que son rayos de luz en medio de la oscuridad.

Recientemente tuve el honor de ser parte del jurado que reconoció las buenas prácticas en materia de prevención de la violencia en el marco del Plan El Salvador Seguro, y pude conocer el abundante y buen trabajo que se hace en ese sentido en el país, a través del esfuerzo generoso de líderes comunales, ONG, maestros, policías y distintas instituciones municipales y del Estado. Lastimosamente, muchos de estos esfuerzos pasan desapercibidos para la mayoría de la población.

Sin embargo, tenemos ante nosotros el gran reto de contribuir a enrumbar El Salvador hacia la dirección correcta. La que nos lleve a recalar en una playa en la que se reconozca la plena dignidad de todo ser humano, alumbrada por el sol de la verdad y la justicia, bañada por la fraternidad que una a todos los salvadoreños, donde cada uno de nosotros puedan vivir y realizar su proyecto de vida. Una tarea que, como decía monseñor Romero, incumbe a todos, especialmente a los que nos llamamos cristianos.

Su graduación es un hito en su historia personal. Para la mayoría, es la culminación de sueños juveniles, cuya realización les ha supuesto renuncias, esfuerzo, aplicación en el estudio, horas de desvelo, quedarse estudiando cuando sus familias o amigos salían a pasear… Pero lo han hecho con gusto, porque es lo que deseaban, lo que querían, y lo han logrado. De alguna manera, este acto de graduación simboliza que ustedes han llegado a puerto. Ahora como profesionales tienen que buscar nuevas metas, nuevos horizontes. Ahora les toca asumir mayor responsabilidad sobre la sociedad y el país: a más conocimiento, mayor responsabilidad.

 

El bello viaje

La vida debe ser una búsqueda de respuestas a los nuevos desafíos y retos que se nos presentan al caminar. Desde joven, me ha inspirado un poema de Constantino Cavafis, adaptado y musicalizado por el cantautor catalán Lluís Llach, que les recomiendo leer o escuchar, pues les ayudará a pensar en su vida y en su futuro. Una poesía simbólica que nos habla de un largo viaje hacia Ítaca; un viaje en el que tan importante es hacia dónde vamos como el camino que recorremos. Les leo la primera parte del poema:

Cuando salgas para hacer el viaje hacia Ítaca / has de pedir que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de conocimiento. / Has de pedir que sean muchas las madrugadas, / que entrarás en un puerto que tus ojos ignoraban, / que vayas a ciudades a aprender de los que saben. / Ten siempre en el corazón la idea de Ítaca. / Has de llegar a ella, es tu destino, / pero no fuerces en nada la travesía. / Es preferible que dure muchos años, / que seas viejo cuando fondees en la isla, / rico de todo lo que habrás ganado haciendo el camino, / sin esperar que te dé más riquezas, / Ítaca te ha dado el bello viaje, / sin ella no habrías salido. / Y si la encuentras pobre, no es que Ítaca / te haya engañado. Sabio como te habrás hecho, / sabrás lo que significan las Ítacas.

Para Antonio Sastre, Ítaca es una “invitación a tener claro el rumbo básico de mi vida, mi proyecto vital, saber quién soy y quién quiero ser. Aunque en ese rumbo haya que hacer correcciones parciales [...]. Saber a dónde se va [...] es la primera condición de la esperanza: tener un rumbo, saber que hay una meta [...]. Quien tiene un para qué sabe afrontar casi cualquier cómo”.

Pero el poeta invita a ir más lejos. La meta está en el horizonte, y por ello no es posible detenerse, es necesario buscar siempre nuevos caminos, no dejarse encadenar, y seguir caminando hacia Ítaca. Acá la segunda estrofa:

Más lejos, tienen que ir más lejos / de los árboles caídos que les aprisionan. / Y cuando los hayan ganado / tengan bien presente no detenerse. / Más lejos, siempre vayan más lejos, / más lejos del presente que ahora les encadena. / Y cuando estarán liberados / vuelvan a empezar nuevos pasos. / Más lejos, siempre mucho más lejos, / más lejos, del mañana que ya se acerca. / Y cuando crean que han llegado, sepan encontrar nuevas sendas.

No se queden en este puerto al que han llegado; tienen que seguir navegando. No se detengan, no se dejen aprisionar por nada. Hay tanto por hacer, todo un país por cambiar, tantas personas que esperan mucho de ustedes, tanto sufrimiento que aliviar, tantas esperanzas por realizar. Un mundo fraterno por construir, fundamentado en el amor y la justicia, respetuoso de la vida y del medioambiente, con equidad de género, con igualdad de oportunidades para todos. Es esta una tarea noble y valiosa, pero dura de cumplir. Nada es imposible para el que se lo propone.

Muchas felicidades a todos, queridos graduandos y queridas graduandas. Que Dios les bendiga.

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