Queridas graduandas y queridos graduandos, queridos familiares y amigos, vayan en primer lugar mis felicitaciones por esta graduación, por este importante éxito en sus vidas. Mis felicitaciones por el empeño mostrado para alcanzar la meta que se habían propuesto. La UCA se enorgullece de ofrecer 359 nuevos profesionales bien formados para servir a El Salvador.
El arma más poderosa
La educación es un derecho humano y un medio para el desarrollo y la realización personal. Así lo afirman las Naciones Unidas en los Objetivos del Desarrollo Sostenible. En el cuarto de ellos se plantea como meta para el año 2030 “lograr una educación inclusiva y de calidad para todos”, de manera que todas las niñas y niños tenga acceso a educación primaria y secundaria, y la completen. Este objetivo también aspira al acceso igualitario a la formación técnica, la eliminación de las disparidades de género e ingresos, y la universalidad de una educación superior de calidad.
Este compromiso, asumido por los distintos países y gobiernos del mundo, muestra la importancia de la educación para el desarrollo sostenible de la humanidad. Mucho tenemos que caminar en El Salvador para avanzar en esta dirección, y por ello debemos acompañar al Gobierno en este esfuerzo y a la vez exigirle que ponga los medios necesarios para que el objetivo se cumpla, pues en ello nos jugamos la posibilidad de un mejor futuro para nuestro país.
La Compañía de Jesús se dio cuenta de la importancia de la educación hace cinco siglos, y por eso no solo quiso formar muy bien a sus miembros, sino que optó por la educación. En sus primeros 100 años de vida, fundó 444 instituciones educativas e impulsó el primer plan educativo internacional, conocido como Ratio Studiorum, que se orientaba de manera clara y precisa a la formación integral e integradora de la persona, por lo que fue reconocido como uno de los esfuerzos pedagógicos más completos y exitosos de su época.
Nelson Mandela, líder reconocido y querido mundialmente, que luchó tenazmente contra el apartheid y que tuvo el don de gobernar con la sabiduría necesaria para que Sudáfrica alcanzara la reconciliación, estaba convencido de la importancia esencial de la educación, y por eso afirmó que “es el arma más poderosa para cambiar el mundo”, “el gran motor del desarrollo personal”. Y lo ilustró así: “Es a través de la educación como la hija de un campesino puede convertirse en médico, el hijo de un minero puede convertirse en el ingeniero jefe de la mina o el hijo de trabajadores agrícolas puede llegar a ser presidente de una gran nación”.
Por ello, este acto de graduación es un hecho trascendental en sus vidas y en la vida de El Salvador. Por todo lo dicho se deduce que ahora ustedes tienen un gran tesoro en sus manos. Sean conscientes de ello, del privilegio que supone, de la oportunidad que les ofrece, y también del compromiso que les implica. Denle el valor que tiene y póngalo a producir.
Signos de esperanza
Vivimos en un mundo marcado por las desigualdades, en el que la concentración de la riqueza es cada vez mayor. En El Salvador, vivimos un grave conflicto social que expulsa a una buena parte de sus ciudadanos hacia otras latitudes; nuestro país no es capaz de ofrecer un empleo decente a la mitad de la población económicamente activa, excluye y condena a la pobreza a una tercera parte de su gente. Tenemos un sistema legal que ampara más la impunidad que la justicia y que trata de manera muy diferente al pobre que al rico.
La nuestra es una sociedad marcada por el machismo, la violencia, la exclusión. Pasa el tiempo y no vemos los cambios necesarios para que todos, no solo unos pocos, puedan realizar sus sueños y ser felices. Vemos mucha mezquindad, búsqueda de intereses particulares en lugar del bien común. Vemos violencia, ineficiencia, corrupción, desinterés por encontrar verdaderas soluciones a los problemas. Vemos un gran deseo de poder y de enriquecimiento fácil. Vivimos en una realidad siniestra, dolorosa, triste, que podría desanimarnos con facilidad.
Pero también es una realidad con muchos signos de esperanza. Vemos ilusión y compromiso por cambiar la realidad en mucha gente joven organizada alrededor de distintos temas. Vemos comunidades que permanecen fieles a sus principios y valores, y que siguen luchando por un mundo más justo y más humano, para sembrar amor y esperanza. Cientos de voces que defienden la igual dignidad de todas las personas y que exigen con fuerza y valor el respeto a los derechos humanos. Contamos con mujeres que se organizan para defender sus derechos y demandar lo que es de justicia y equidad. Miles de personas que día a día luchan por sacar adelante a sus familias, que se preocupan por la educación de sus hijos y se esfuerzan para que tengan un mejor futuro.
Personas que practican a diario la solidaridad y que mantienen la fuerza para seguir soñando y luchando por un mejor El Salvador. Debemos saber ver este otro lado de la realidad, que casi nunca es noticia, pero que es el más valioso porque responde al amor, a la búsqueda del bien, a la lucha por la justicia. Como ha repetido muchas veces el papa Francisco, “aprendamos a ver la realidad de otra manera”, no permitamos que las malas noticias, las que hacen referencia al odio y a la violencia, nos desalienten y nos roben la esperanza.
Hace un momento les hablaba del valor de la educación que han recibido, de su potencial para cambiar el mundo, de la necesidad de que pongan a producir ese tesoro que tienen en sus manos. En unos minutos, ustedes realizarán una promesa solemne de trabajar por el bien común y poner sus conocimientos al servicio de la justicia y de los más pobres. Permítanme profundizar sobre el significado de este compromiso y hacerlo de la mano del ex superior general de la Compañía de Jesús, el padre Pedro Arrupe.
Significado de su compromiso
Hace casi 50 años, en una reunión a nivel mundial de exalumnos de instituciones educativas dirigidas por jesuitas, el P. Arrupe habló así del compromiso que hoy ustedes adquieren: “Nuestro primer objetivo debe ser formar hombres y mujeres para los demás [...] personas que no puedan concebir un amor a Dios que no incluya el amor por el más pequeño de sus prójimos; personas convencidas de que si el amor a Dios no se expresa en justicia para otros seres humanos, es una farsa”. Y alertaba: “A todos nos gustaría ser buenos para los demás, y la mayoría de nosotros seríamos relativamente buenos en un mundo bueno. Lo difícil es ser bueno en un mundo malo, donde el egoísmo de los demás y el egoísmo articulado dentro de las instituciones de la sociedad nos atacan”.
Para el P. Arrupe, “el mal se vence solo con el bien, el egoísmo con la generosidad. Así hemos de sembrar la justicia en nuestro mundo, sustituyendo el interés en sí mismo por amor a los demás como fuerza motriz de la sociedad”. Ese es el compromiso que ustedes adquirirán al hacer su protesta. Ojalá lo recuerden siempre.
Qué fácil es quejarse de que las cosas van mal. Qué fácil es culpar a otros de los problemas que tenemos. Qué fácil es desentenderse de la realidad y vivir con la actitud del “sálvese quien pueda”. Qué fácil es esperar que otros resuelvan los conflictos. Ni ustedes, ni la UCA, por el compromiso que hemos hecho, podemos actuar así. Nuestra misión es trabajar por cambiar esta realidad. No podemos pensar que todo está perdido; es posible cambiar El Salvador. Lo que se requiere son personas que lo deseen verdaderamente. Abracen la esperanza, no permitamos que otros la pierdan. Sin esperanza no hay futuro, no hay sentido para vivir.
El año pasado, en Guayaquil, Ecuador, el papa Francisco les preguntaba a exalumnos de instituciones jesuitas latinoamericanas si todavía tenían el “virus jesuítico”. A continuación, les explicó en qué consistía: “Si vos tenés dentro tuyo el ‘virus jesuítico’, tenés que mirar qué le decís a Dios cuando ves esta desigualdad; qué le decís a Dios cuando ves la explotación de los chicos, la explotación de la gente; qué le decís a Dios cuando ves que no se cuida la tierra y que para sembrar se deforesta, y eso hace daño a la gente; qué le decís a Dios cuando compañías mineras usan el cianuro, el arsénico para extraer el mineral y eso atenta contra la salud de tanta gente”. Y les decía: “Aquel que estudió con los jesuitas tiene que estar en tensión, continuamente en tensión. En tensión entre el cielo, la tierra y él. No puede esconder la cabeza, como hace el avestruz, de la realidad que se vive en la tierra. […] Así los quiero a ustedes, en tensión. Y la verdad siempre se da en tensión, la verdad no está quieta, no está cristalizada, es tensionante, te lleva a actuar, te lleva a cambiar, te lleva a hacer, te lleva a imitar a Dios creador, redentor, santificador; te lleva a ser humano”.
Ojalá que en la UCA hayan aprendido a vivir en esa tensión, a querer ser personas justas y solidarias, a desear construir un mundo mejor. Ojalá que les hayamos ayudado a crecer en la confianza en ustedes mismos, en que pueden cambiar la realidad. Ojalá sepan que cuando las cosas están mal, hay que actuar.
Unir inteligencia, compasión y compromiso es usar esa arma poderosa de la que hablaba Nelson Mandela. Eso es lo que hicieron los mártires de la UCA, que son un claro ejemplo para nosotros. Ellos supieron poner su vida al servicio de la fe y de la lucha por la justicia que la misma fe nos exige. Ellos, movidos por la compasión ante la tragedia humana que vivía El Salvador, volcaron todo su conocimiento y trabajo para poner a esta universidad al servicio de la defensa de los pobres, de la justicia, de la búsqueda de la paz. Que ellos sean inspiración en sus vidas, para así convertirse en actores de cambio y ser parte de una generación que deje en herencia un El Salvador habitable en el pleno sentido de la palabra, que corresponda a la medida de la vida humana y al proyecto de Dios para sus hijos.