En El Salvador, la violencia de las pandillas no ha hecho ningún tipo de distinción a la hora de escoger a sus víctimas. La escuela se ha convertido en un campo de batalla y estudiar representa para muchos niños y jóvenes un trauma latente. Amenazas, extorsiones, golpes y armas son parte del ambiente que viven estudiantes y docentes dentro de su reciento escolar.