En el Salvador, uno de los países más violentos del mundo, el trabajo de un policía es peligroso, y lo es más cuando el Estado no le proporciona los recursos necesarios para combatir la violencia; por ejemplo, algunos agentes compran su propia munición. Por ello, muchos de ellos consideran que los recursos institucionales son insuficientes para hacer frente a los riesgos diarios constitutivos de la labor.