En un foro sobre ventajas competitivas de las naciones, compartido con el magnate mexicano Slim, Nayib Bukele dijo “que tenemos una de las poblaciones más trabajadoras del mundo, un potencial turístico posible y todo para invertir y creer en nuestro país”. Algo que contrasta grandemente con lo que afirma el Foro Económico Mundial sobre los problemas que afectan a nuestra sociedad: alta criminalidad, poca confianza en la Policía, deficiente adopción de tecnologías y escasas empresas innovadoras. Más adelante en su discurso, dijo “que la mesa está servida” para los inversionistas y que “vamos a crecer más de lo que nos imaginamos”.
En resumen, la política de Bukele será traer a los capitalistas para que nos den trabajo y, de esta manera, evitar que tengamos que ir a buscarlo a Estados Unidos. Este ha sido el discurso repetido por los políticos en los últimos treinta años: más inversión, más empleo, más oportunidades, más crecimiento económico, más posibilidades de exportar, etc. Es decir, las mismas políticas neoliberales que obligan a emigrar a más de 300 salvadoreños al día, que produjeron a los grupos delincuenciales más poderosos de la región (las maras o pandillas), que tienen a una gran parte de la población viviendo en las calles y mercados de la economía informal, y que han destruido nuestro medioambiente.
Ahora se entiende por qué Bukele no presenta planes ni políticas económicas: es de los que creen en la mano invisible, la cual al final nos conducirá al paraíso. Al respecto, el presidente y sus ministros mienten diariamente en las redes sociales. Un ejemplo: el comisionado de Asuntos Estratégicos dijo en una entrevista que los Gobiernos anteriores “le han dado la espalda al mar”, ignorando así obras importantes como la moderna carretera al puerto de La Libertad, la plaza marinera en esa ciudad, la renovación del muelle en puerto El Triunfo, la construcción del puerto de La Unión y la instalación de la empresa atunera del Grupo Calvo.
La reiteración en la mentira por parte de los funcionarios es algo que Nietzsche describe de manera ejemplar: “Este empeñarse en no ver lo que se ve, este empeñarse en no ver tal cual se ve, constituye la premisa capital de todos los que son una facción. En cualquier sentido, el hombre partidario miente por fuerza”. El país no necesita de sectas políticas que busquen imponer su verdad cobijadas en el eslogan de que ellas sí trabajan por el pueblo. De esto ya tuvimos suficiente en el pasado. Además, hay que tener cuidado con las medias verdades, ya que fácilmente conducen al conflicto.
Nos esperan cinco intensos años de capitalismo neoliberal o, como diría Byung-Chul, cinco años para resistir a la dictadura del capital. En las sociedades avanzadas, el capitalismo está convirtiendo a las personas en “esclavos de ellos mismos”, en emprendedores que se subyugan a sus propias limitaciones y restricciones internas. Cuando los emprendedores fracasan, el sentimiento de culpa y frustración deriva en trastornos mentales como la depresión y el cansancio extremo. Dice Byung-Chul que el sentimiento de libertad que se produce al pasar de empleado a emprendedor (freelancer) termina muy pronto y que la persona se convierte en un esclavo que no necesita de un amo que les dé órdenes; un esclavo que no culpa al sistema de sus males, sino a su propia incapacidad.
Este modo de vida que es novedad en el mundo desarrollado ha sido el día a día de los salvadoreños durante décadas. Solo que aquí no les llamamos emprendedores, sino gente que anda en la rebusca. Los datos económicos indican que 7 de cada 10 salvadoreños viven de la economía informal; solo el 27.6% de la población económica activa tiene un trabajo formal. A esto hay que agregar que la gente en la economía informal no solo lucha por simplemente sobrevivir, sino que no tienen acceso a seguridad social (salud y pensiones). Si los emprendedores del mundo desarrollado sufren de trastornos mentales, nuestra gente muere de desnutrición a muy temprana edad. Dada esta realidad, mejor sería crear un Ministerio de la Economía Informal, que es al final de cuentas la que sostiene a nuestro país (recoge la remesa y hace circular el capital). Poner la atención en los que sufren injusticias es tener política social. El presidente Bukele debería preocuparse por tener la “mesa servida para el pobre”, no para el adinerado.
* Willian Marroquín, coordinador de Tecnologías de Información y Comunicación.