Celebrando con agradecimiento, esperanza y compromiso

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Andreu Oliva
17/11/2014

Este fin de semana pasado celebramos con agradecimiento y esperanza el vigésimo quinto aniversario de nuestros mártires de la UCA. La participación en la mayoría de eventos fue numerosa, en especial en los actos culturales, la Cátedra de Realidad Nacional, la eucaristía universitaria presidida por el arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar, y el foro “Impacto de la vida y la muerte de los jesuitas en la política y la sociedad estadounidenses”; en su mayoría, actividades de corte más académico y que gracias a la Radio YSUCA pudieron ser seguidas en distintas partes del país.

El sábado, desde muy temprano, la juventud se tomó la UCA. Más de 15 grupos de jóvenes de organizaciones estudiantiles y sociales elaboraron alfombras en homenaje a los mártires. Otros tantos participaron en el campeonato deportivo. Un poco más tarde iniciaron las visitas a las distintas exposiciones, a la Sala de los Mártires, al Jardín de Rosas, a la capillita ubicada en el lugar donde asesinaron vilmente a Julia Elba y Celina, y a la capilla donde descansan los restos de los jesuitas. Allí estaba la gente desde temprano, y no cesó de llegar hasta que el acceso se cerró para dar paso al inicio de la vigilia. Ese día, más de diez mil personas visitaron la UCA y mostraron su deseo de conocer la vida de los mártires y de ser parte del homenaje al cumplirse 25 años de su asesinato.

Sin duda la actividad más concurrida fue la vigilia de la noche del sábado y la madrugada del domingo. Nos reunimos más de seis mil personas para conmemorar a los mártires, agradecer por su vida, por sus luchas al lado de los oprimidos, por ser capaces de seguir adelante en la defensa de los pobres y los derechos humanos hasta las últimas consecuencias, incluso con la disposición a entregar la vida si fuera necesario. Y es precisamente esa fortaleza, esa hambre y sed de justicia, ese deseo de ser fieles al seguimiento radical de Jesús y de participar en la construcción del Reino de Dios lo que los movió a no claudicar, a no hacer caso de las amenazas y a seguir poniendo su inteligencia y el trabajo de toda la Universidad al servicio de la verdad, la justicia y la paz.

La procesión de farolitos, que ya se ha hecho tradicional y con la que se quiere manifestar el espíritu de resistencia ante las fuerza del mal, del odio, de la mentira y la injusticia, fue también muy concurrida. Una procesión que nos invita a caminar y cantar juntos, portando nuestro farolito en señal de que los mártires son luz y guían nuestro andar. En el marco de la procesión, fue impactante la representación artística de su muerte a manos de elementos del batallón Atlacatl, encarnación de las fuerzas del mal que deseaban que El Salvador y su pueblo siguieran en las tinieblas, y no pudieran alcanzar la luz de la verdad, de la justicia y de paz. Hoy podemos celebrar porque esa muerte injusta, tan violenta y cruel, ha pasado a ser fuente de vida, impulsando a la entrega, al compromiso con las causas de los pobres y marginados, a seguir adelante en la construcción del Reino de Dios entre nosotros.

Los mártires nos siguen inspirando hoy y no solo en El Salvador: son inspiración para muchas personas en todo el mundo. El gran número de visitantes, principalmente de Estados Unidos, España y Canadá, que vinieron estos días a El Salvador para participar en el aniversario, y que se van contentos y llenos de ánimo, fortalecidos en su compromiso con la lucha por la fe y la justicia que esa fe nos exige, es, sin duda alguna, un ejemplo claro de la fuerza de la resurrección, de que el amor es más fuerte que el odio. En definitiva, se realiza la promesa de Jesús: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados”.

Han pasado 25 años de la masacre en la UCA, pero los mártires siguen dando vida, siguen inspirando compromiso con la justicia y con los pobres, siguen evangelizando y atrayendo a mujeres y a hombres a unirse al proyecto del Reino de Dios. Son ejemplo de una vida ofrecida desde el seguimiento de Jesús, y vivida a plenitud, puesta al servicio del pueblo salvadoreño, al servicio de la defensa de los más pobres, de los perseguidos por exigir que se reconozca la igual dignidad de todo ser humano. Son para nosotros y para el mundo entero un ejemplo a seguir, una invitación a continuar por el mismo sendero y con el mismo sentimiento.

Al finalizar este fin de semana conmemorativo, los que fuimos parte de él nos sentimos con ánimo y energía renovada, con un férreo compromiso que nos impulsa con fuerza incontenible a seguir el ejemplo de los mártires, a trabajar incansablemente y con lo mejor que tenemos para que El Salvador sea un país en el que la dignidad de toda persona sea plenamente reconocida, donde todos tengamos los mismos derechos y deberes, donde haya paz con justicia social. Un compromiso a que, cuanto antes, la justicia y la paz se abracen y sean patrimonio de todos los salvadoreños.

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