El Salvador vive prácticamente todo el tiempo en campaña política. La lucha por la elección presidencial de 2014 comenzó la misma noche en que se realizaron las elecciones legislativas y municipales del 11 de marzo de este año. En el contexto de la euforia de su triunfo, Norman Quijano anunció la victoria de Arena en 2014 e inmediatamente los grandes medios pusieron en su agenda la candidatura presidencial del alcalde de la capital. Por inercia y por contraposición, muy poco después se comenzó a hablar de la candidatura del FMLN. La fiebre prematura de 2014 refleja, además, la dinámica política partidaria típica del país: en realidad, son dos los protagonistas, y el resto de partidos se limita a esperar el libreto para luego desempeñar el papel secundario que les toca, como buenos actores de reparto. Lo llamativo de este proceso es que los dos partidos predominantes, tan diferentes en sus discursos y tan enconadamente contrapuestos, están actuando fundamentalmente de la misma manera.
En primer lugar, ambos partidos vienen evitado desde hace años que sean sus respectivas bases las que elijan directamente a sus candidatos. Según se ha revelado, en 2003, fue el alcalde de Santa Tecla, Óscar Ortiz, el preferido por la militancia en las elecciones internas para designar al candidato presidencial. Sin embargo, el Consejo Nacional del partido de izquierda decidió otorgarle la candidatura a Shafick Handal. ¿El resultado? Una aplastante derrota ante Arena. Por su parte, el partido de derecha realizó elecciones internas el 15 de marzo de 2008 entre cuatro aspirantes presidenciales. Pronto salió a la luz que todo fue un engaño para ungir a Rodrigo Ávila, el favorito de la dirigencia arenera de aquel entonces ¿El resultado? Arena perdió el Ejecutivo después de 20 años de dominio y quedó resquebrajada con la huida de 12 de sus diputados. Coincidentemente, después de esas experiencias traumáticas, las cúpulas de ambos partidos han decidido hacer las apariencias democráticas a un lado y admitir abiertamente que son ellas las que tienen la última palabra en la selección de los candidatos.
Una segunda semejanza entre Arena y el FMLN: a pesar de que las cúpulas ya parecen tener definido quién será el candidato con el que participarán en la elección de 2014, han montado procesos de consulta con las bases para supuestamente decidir al respecto. Es vox populi que la cúpula del FMLN decidió hace unos días que Salvador Sánchez Cerén sea su carta. La diputada Nidia Díaz externó que es Cerén quien más preferencia tiene entre la militancia, contradiciendo así las encuestas y cualquier atisbo de sentido común. Por el lado de Arena, hay muchos signos de que su popularidad y rotundidad de triunfo como alcalde capitalino han definido ya a Quijano como candidato. La protesta de otros aspirantes y de alguna gente del partido motivó que el Coena detuviera la gira que el edil realizaba por el país, y que contaba con el apoyo de los directores departamentales y la presencia de diputados y de gente del mismo Consejo.
La tercera semejanza entre los partidos de izquierda y de derecha es que el resto de precandidatos denuncian favoritismo y no están contentos con las inclinaciones de las respectivas dirigencias. La candidata Ana Vilma de Escobar ya vivió el primer engaño en tiempos de Saca y ha denunciado que puede pasar lo mismo en esta ocasión. La diputada de Arena más votada en las pasadas elecciones dijo que "el proceso de selección no es lo suficientemente democrático ni transparente como lo sería con una votación secreta". Por su parte, Óscar Ortiz, el otro candidato del Frente que suena mucho y que ya antes ha sufrido el verticalismo de la dirección de su partido, se expresó en los siguientes términos: "Me sentiría muy satisfecho, y sobre todo encantado, de participar en un proceso de lo más abierto y consultado posible".
Podríamos seguir enumerando semejanzas entre los dos partidos; partidos que pretenden tener discursos opuestos, pero que en el fondo siguen el mismo patrón de actuación. Antes de seleccionar candidatos, lo ideal sería tener primero un diagnóstico del país y, consecuentemente, un plan de gobierno. Y en base a ello dibujar el perfil de la persona que se necesita para llevar adelante ese plan. Pero tanto Arena como el FMLN piensan primero en el candidato o candidata que a ellos mismos les conviene según sus lógicas, y lo que el país necesita queda en segundo plano. De este modo, los salvadoreños vuelven a quedar atrapados entre dos únicas alternativas de raigambre antidemocrática.