Arturo Araujo llegó a la presidencia de El Salvador en 1931, cuando el país y el mundo vivían una de las épocas más críticas jamás conocidas en la historia contemporánea, la Gran Depresión, que fue una de las mayores catástrofes económicas, sociales y políticas ocurridas en la historia de la humanidad. Araujo llegó al poder en las primeras elecciones libres que se realizaron en el país, movido por un proyecto de renovación nacional que prometía una salida a la crisis que se venía experimentando con fuerza desde un año antes de su llegada. Esto lo hizo a través del Partido Laborista, con una oferta que hoy muchos calificarían de populista, pues estaba centrada en prometer un alivio a la presión económica que sufría la población sin que existiesen las condiciones materiales reales para poder producir tal alivio.
Gran parte de la población creyó en el proyecto de Araujo y por eso arrasó en las elecciones presidenciales. Sin embargo, pronto se topó con la dura realidad que le tocaba presidir. El país estaba profundamente endeudado y había una profunda crisis de liquidez, tanto que no había fondos suficientes para pagarle a los empleados públicos, por lo que se cernía una fuerte amenaza de paralización del funcionamiento del Estado. Todas las oficinas públicas reportaban despidos, recortes e impagos de salarios. Los reportes más amenazantes para la estabilidad del régimen comenzaron a generarse desde el lado de las fuerzas coercitivas. El riesgo de la falta de pago a la Guardia Nacional y al Ejército ponía en serios problemas la alianza que Araujo había hecho con estos sectores para llegar a la presidencia, al llevar como vicepresidente al miembro preferido del cuerpo castrense: el general Maximiliano Hernández Martínez.
Para lograr pagar de manera puntual a la Guardia Nacional y al Ejército, el Estado se había tenido que endeudar al máximo posible con los bancos locales. Estos préstamos eran considerados como indispensables por el Gobierno pues servían para mantener el orden público. Además, este endeudamiento permitía tener de su lado a la única fuerza capaz de contener las cada vez mayores protestas sociales que ocurrían debido a la insoportable situación que estaba experimentando la población más pobre. Sin embargo, en lugar de ordenar las finanzas públicas y realizar los ajustes fiscales necesarios para evitar el impago generalizado del Estado frente a sus acreedores, el gobierno de Araujo decidió hacer lo contrario: siguió endeudándose lo máximo posible para mantener su precaria posición política al frente de la presidencia.
Sus opositores le insistieron que, de seguir esa ruta, acabaría más rápido con la capacidad restante de recuperar financieramente al país. Ante ello, el doctor Menéndez Castro le envió a Araujo una carta abierta en la que le indicaba que era mejor negociar con la Oficina del Empréstito, una instancia estadounidense encargada de velar por la deuda externa del país, una reducción de los montos correspondientes al servicio de la deuda, antes que incurrir en un nuevo crédito, pues la escasez y la incertidumbre atormentaban ya a todo el país. Menéndez Castro señaló además que un nuevo crédito exigiría una mayor presión tributaria que, en el fondo, representaría la esclavización de la población por un tiempo indeterminado y también quedaría destinada a cubrir los desmanes que habían cometido todos los gobiernos anteriores, con lo cual le hizo ver que esa situación no se podría tolerar por mucho más tiempo. Así escribió:
Para esta nuestra desventurada Patria está llegando la hora definitiva; y solo con previsión, cordura, energía, esfuerzo constructivo, amor a toda prueba, respeto de los de arriba y de los de abajo, podemos impedir que suene la hora del destino manifiesto. Bien sabemos cuán agotados dejaron a la economía fiscal administraciones anteriores, cuan dispendiosa fue la inversión y cuan fuerte el pasivo flotante; pero a ningún título debemos entregar las últimas reservas que nos quedan, pues con ellas se irían el decoro y dignidad nacionales… Los que somos sus amigos de verdad anhelamos señor Presidente que se aparte de la vía ancha, fácil y pendiente de sus antecesores y que haga lo único que queda por hacer. La defensa, hasta con tacañería del dinero nacional que representa fatiga de los contribuyentes. Queremos que frente a los hombres de ayer que salieron con marca indeleble de enemigos del bien público, se irga Ud. limpio y prestigioso y que descienda de las alturas agobiado de bendiciones. ¡CIERRE EL CAMINO DEL EMPRÉSTITO!1
El asunto se terminó de complicar cuando el gobierno consiguió que la mayoría de diputados aliados a la presidencia aprobó la solicitud del empréstito. Probablemente, esta decisión haya estado motivada por el hecho de que la única forma para garantizar algo de crédito a las élites de ese momento solo era posible si el gobierno obtenía más dinero que fuese a parar a ellos, tal y como había ocurrido con el empréstito de 1922. El resto de la población estaba consciente de que dicha acción repetía lo que se consideraba una de las peores vejaciones sufridas por la población a manos de la corrupta élite y la protesta fue ya incontenible.
Una vez que se dio a conocer la noticia de la aprobación del préstamo, se organizó una multitudinaria manifestación de estudiantes y trabajadores. La Guardia Nacional y el Ejército se hicieron presentes para contener el flujo de la movilización y se generaron altercados con los manifestantes. Como sabemos, eso no impidió la bancarrota del Estado, el derrocamiento de Araujo y la instauración de la dictadura militar.
La historia no se repite, pero rima dijo alguna vez Mark Twain. Por su parte, Hegel, mucho más profundo en el estudio de la lógica de la historia, señaló que si algo quedaba claro era que los seres humanos nunca aprendían nada de la historia. Pese a ello, ahora se suele decir, apelando a la memoria histórica, que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, es decir a enfrentarse con su destino.
Muchos años han pasado ya desde lo ocurrido en la Gran Depresión y, si algo se ha esperado, es que ahora la humanidad tenga una mayor conciencia y haya sacado valiosas lecciones de la magnitud de esa crisis. Sin embargo parece que ese no ha sido el caso, al menos no en nuestro pequeño país. De hecho, tras la debacle de la Gran Recesión de 2008, El Salvador ha aumentado su deuda pública a casi el 100% del PIB y ha puesto en grave riesgo el sistema monetario que ha sido capaz de evitar uno de los problemas que actualmente consume a muchos países: la inflación.
Luego de la gravísima recesión económica producida por las medidas adoptadas para la gestión de la pandemia, el gobierno del presidente Bukele presentó un presupuesto para 2021 con un desfinanciamiento de $1,575.4 millones, con proyecciones de crecimiento y de ingresos no apegadas a la realidad, y que ha provocado un serio problema de iliquidez en las finanzas públicas, solo contenidas por la aprobación masiva de créditos que la Asamblea Legislativa, controlada por el presidente, ha realizado en los últimos meses. Aun así, el problema de la falta de liquidez no se ha resuelto y el Gobierno sigue empeñado en mantener su posición política prometiendo proyectos que será difícil financiar. Uno de estos proyectos es la propuesta de reforma al sistema de pensiones que, entre otras cosas, podría pretender resolver los problemas relacionados con la deuda previsional que acumula el Estado. Si a esto le agregamos los cuantiosos fondos destinados a financiar el experimento de la implementación del bitcóin, a través de la oscura empresa Chivo S.A de C.V, podemos hacernos un panorama bastante claro de lo que le espera al país.
Recientemente el presidente de una de las entidades financieras más grandes del mundo, J.P Morgan, que monitorea el riesgo crediticio de los diferentes países, dijo que adquirir un préstamo para invertir en bitcóins era una necedad que se podía pagar caro, pero es justo lo que el gobierno de Bukele está haciendo. Sin embargo, los problemas no acaban ahí. Luego de que el Banco Central de Reserva (BCR) presentara información sobre el crecimiento económico de este año, que no refleja la realidad de los más pobres, el gobierno de Bukele presentó el Presupuesto General del Estado para 2022. Dicho presupuesto presenta un desfinanciamiento de $498 millones y es dependiente del financiamiento con deuda para poder operar. Esto ocurre mientras la ejecución del presupuesto de 2021 no se ha podido completar precisamente por los problemas de liquidez que atraviesa el Gobierno. Esto se hace evidente cuando muchas plazas de empleados públicos se están suprimiendo sin seguir el debido proceso, tanto por consideraciones ideológicas como presupuestarias. Según la información revelada en el proyecto de presupuesto 2022, una de las carteras que tendrá un mayor incremento es el Ministerio de Defensa. Este incremento se da en momentos en que la luna de miel entre las promesas de campaña de Bukele y las aspiraciones del pueblo a una vida más digna se rompen. A su vez, la oposición va creciendo y se manifiesta cada vez con mayor fuerza.
La historia no se repite pero rima. Esto es algo que deberíamos aprender de la tragedia de Arturo Araujo y de El Salvador durante la Gran Depresión para impedir que, otra vez, suene la hora funesta de nuestro destino manifiesto.
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Notas
1. Patria, 11 de julio de 1931. “Carta abierta del doctor Menéndez Castro al señor presidente don Arturo Araujo”.
* Gabriel Escolán Romero, asesor de la Oficina de Asistencia Legal. Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 66.