Cuando los problemas se acumulan

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Editorial UCA
25/04/2012

Cuando los problemas se acumulan, la reflexión es imprescindible. Y El Salvador está sufriendo demasiados problemas al mismo tiempo sin que se aprecie, especialmente en la clase política, la necesaria y ponderada reflexión. La reducción en los homicidios, una buena noticia para nuestro país, no va acompañada de las políticas de prevención necesarias. La inversión social sigue siendo insuficiente. La disposición a colaborar por parte de los sectores económicamente poderosos continúa en exceso cerrada. La desigualdad no decrece, los índices de percepción de la corrupción crecen y la desconfianza ciudadana se vuelve cada vez más aguda.

Tres temas coyunturales pueden ser símbolo de esa acumulación de problemas. El domingo recién pasado celebramos el Día Mundial de la Tierra. Y aunque nuestra vulnerabilidad ecológica es un tema estructural, la fecha lo convierte automáticamente en uno de actualidad. Tema coyunturalmente pasajero, porque lo estructural nos pasa con frecuencia desapercibido. Pero problema real que afectará cada vez más a más personas con consecuencias desastrosas. El Día Mundial de la Tierra nos trae a la memoria nuestra vulnerabilidad. El agua, de seguir como vamos en el país, se convertirá en un bien escaso y, por tanto, muy caro. Eso es lo que significa en concreto la afirmación técnica de que en 20 años aproximadamente El Salvador sufrirá estrés hídrico. La deforestación avanza más rápidamente que la reforestación y corremos serias amenazas de erosión, de azolvamiento de represas o de inundaciones. Aunque ha mejorado la situación en el campo de la política energética, teniendo al menos una ley de energía, los pasos para prevenir y producir energía limpia y renovable en el futuro próximo van demasiado lentos. La producción de energía se prevé cada vez más cara al depender de los hidrocarburos y no hay planes realistas que puedan reducir esa dependencia en el corto plazo.

Otro tema coyuntural es el nombramiento de los magistrados del Tribunal de Ética Gubernamental. La Corte Suprema eligió en el tiempo adecuado al magistrado que le corresponde. La Asamblea, con más de tres meses de retraso, nombró al fin al Presidente de dicho Tribunal; y menos mal que escogió a una persona decente. El Ministerio Público, la Presidencia de la República y la Corte de Cuentas aún no han hecho el nombramiento que a cada uno le corresponde. Toda una irresponsabilidad de estas instituciones a la que los medios de comunicación no dan el relieve que le corresponde. Parece como si ya se hubieran conformado con la falta de ética a escala nacional. Pero también la ciudadanía permanece demasiado callada ante ese constante desinterés oficial por la ética pública.

Y finalmente el gran tema de la coyuntura actual: el nombramiento del Fiscal General y de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. En estos nombramientos hay dos preocupaciones, ambas deleznables. La primera, como bien definió el Presidente de la República, es una preocupación aritmética que está por encima de la ética. La próxima Asamblea tiene una mayoría legislativa de más difícil negociación para el partido en el Gobierno. Y por esa razón, lo que en otras ocasiones —cuando era Arena la que ponía la aritmética por encima de la ética— se veía como una aberración de la democracia, ahora se ve como un acto normal. La segunda es que a un buen número de diputados no les ha gustado el estilo libre y jurídicamente moderno de los magistrados de la Sala de lo Constitucional. Tuvieron miedo de cambiar a todos los magistrados de la Sala, pero han tomado venganza contra el actual Presidente de la Corte y de la Sala. La decisión de no reelegir a Belarmino Jaime es una vergüenza y habla muy mal de los diputados. Pero trasladarlo de la Sala de lo Constitucional, que es clave para la democracia, a otra de diferente influencia en la vida política es, según destacados juristas, anticonstitucional y, por tanto, gravemente ilegal.

Tres temas de actualidad, tres temas de preocupación. ¿Hacia dónde vamos? La lentitud de las reacciones ante problemas clave y el oportunismo político no ofrecen muchas esperanzas. Por eso es indispensable, cuando los problemas se acumulan, que repitamos una vez más la frase de Ignacio Ellacuría: "Que el pueblo haga oír su voz".

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