De armas y crímenes

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La ciudadanía se ha sentido impactada con los últimos crímenes contra mujeres, quemadas por hombres. Si matar es traicionar profundamente a la humanidad, asesinar mujeres añade a la alta traición la cobardía absoluta. El terrible y estúpido trasfondo del machismo se refleja en este tipo de crímenes en toda su crueldad. Y en ese sentido, se convierte en llamada de atención para que insistamos sin cesar en que todos tenemos la misma e igual dignidad. Una igual e idéntica dignidad que no puede quedarse en declaración formal y teórica, sino que tiene que traducirse sistemáticamente a todos los ámbitos de las relaciones humanas. No hay ricos que deban ser considerados superiores a los pobres, ni sabios más dignos que los ignorantes, como tampoco es el hombre superior a la mujer. La dignidad humana es igual y se realiza, concreta y acrecienta en el servicio, el diálogo, el respeto y la tolerancia. Tener conciencia clara de esa igual dignidad, radical y absoluta, es indispensable para defender la vida. La declaración del feminicidio como crimen de especial gravedad ha sido un avance en nuestras tierras, en la medida en que denota una mayor conciencia de que el abuso de la fuerza bruta sobre alguien más débil es intolerable.

En este contexto de la igual dignidad de la persona debemos analizar el comercio y tráfico de armas. A El Salvador, Guatemala y Honduras nos están llamando ya en algunos informes el "triángulo de la muerte", por los altos porcentajes de asesinatos que nos caracterizan. Y aunque en El Salvador ha habido una baja sustancial de los homicidios, todavía el índice triplica la tasa a partir de la cual se considera la mortalidad como una epidemia. Y si no la causa, al menos el canal transmisor de esas muertes se llama armas ligeras. Según estudios de 2010, en Guatemala, el 89% de los homicidios se cometían con armas de fuego; en Honduras, el 85%; y en El Salvador, el 74%. Si en el dengue el mosquito es el transmisor de la enfermedad, no hay duda de que en los homicidios las armas de fuego son también el transmisor principal de esta terrible plaga.

El comercio ilícito de armas es frecuente en nuestros países, y en ocasiones se mezcla el lícito con el ilícito. Nuestra normativa respecto a la tenencia de armas es débil, y el contrabando es considerable. Estados Unidos, que debería tener un control mucho más estricto de la venta y destino de su producción de armas, es uno de los proveedores más importantes tanto para el comercio lícito como para el ilícito. En estos días, apareció la noticia de que el 40% de las seis mil armas halladas en un búnker en Guatemala habían sido producidas o compradas en Estados Unidos. Vender armas a países con altos índices de homicidios no puede considerarse un comercio ético. Como tampoco es ético que nuestras autoridades, a sabiendas de que con armas cortas se cometen la mayoría de los crímenes, no tomen medidas mucho más estrictas tanto respecto a la tenencia como a la portación de armas. Es una gran contradicción que mientras los pobres nos envían remesas, los gringos nos envíen armas y nosotros las compremos.

También en este contexto de la igual dignidad debemos contemplar el hambre. La anemia entre niños ronda el 30% en América Latina, según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Que un niño pase hambre es hoy un crimen. No hay ninguna justificación para ello. El Salvador tiene recursos para evitarlo y debe hacerlo. Es evidente que con este Gobierno se han aumentado los recursos en beneficio de los pobres en el terreno de la salud y la alimentación. Pero las políticas públicas son todavía muy deficientes en lo que respecta a niños de cero a cinco años. Las políticas actuales tienen en cuenta especialmente a estudiantes; y entre los cinco y siete años, solo se cubre al 50% de los niños. Para los que tienen entre siete y 12 años, la asistencia en la escuela es prácticamente del cien por ciento, pero disminuye después sistemáticamente. Así, antes de los cinco años, no hay una política pública apropiada que vele por la salud alimentaria de los niños. Y son años clave en el desarrollo físico y psicológico.

Al final podemos decir que mientras descuidamos a los niños en edad temprana y conservamos el machismo suficiente como para quemar mujeres, conservamos una pasión absurda por las armas. Hace años, Unicef desarrolló una campaña que repetía la frase "armas, ni de juguete". Crear un ambiente cultural y social adverso a las armas es parte de la lucha contra el crimen. Y defender los derechos de los débiles, cada día con más ahínco, nos ayuda a avanzar en la construcción de un país diferente. De momento, en un estudio realizado sobre aversión a la violencia no salíamos bien parados. En América Latina, somos uno de los países que muestran menos rechazo a la violencia. Tal vez porque estamos demasiado acostumbrados a ella, entre las guerras y la delincuencia, que parecen ser nuestros modos preferidos de practicarla. Avanzar hacia una cultura de paz requiere rechazar la importación y el comercio de armas ligeras, y proteger a nuestras mujeres y nuestros niños.

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