De los sofistas a la posverdad

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Moisés Gómez
08/08/2017

Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea
incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su
esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más
pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las
clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar
para las clases inferiores
(ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

La democracia que hoy vivimos surge en Grecia alrededor del siglo V, en ese contexto la filosofía dirige su reflexión hacia el ser humano, aparece, entonces, el movimiento sofista creando saberes tales como la lógica, gramática, epistemología, ética, psicología, estética, estudio sobre la religión, sociología y la ciencia política. Los cambios de la democracia no se comprenden sin el aporte del movimiento sofista. Los sofistas aparecen como hombres capaces de prevalecer sobre el contrario gracias a su ciencia, a su arte de la oratoria y del discurso.

El saber se convierte en fuerza social: es importante saber para convencer de las propias opiniones. Es cierto, también introdujeron el individualismo, el relativismo y el escepticismo con las consecuencias consabidas (en la búsqueda de la verdad, por ejemplo) cuando se abusa de esos planteamientos. No es casual que Ellacuría escribiera sobre Sócrates y la necesidad de formar ciudadanía a partir de una recta humanización al mismo tiempo que se comprometían con la ciudad y ejercían una recta politización y es que, según Ellacuría, Sócrates era de la idea que el hombre y la ciudad eran el uno para el otro. Me pregunto sí Sócrates fue un sofista o si, en realidad, tal como lo establece Platón fue el más reacio de los críticos del movimiento sofista. El movimiento sofista no fue bien ponderado, fueron tildados de charlatanes, ambiciosos, chantajistas y egoístas, etc. En la educación del ciudadano griego y para estar capacitado para convivir en la nueva democracia, los sofistas estaban convencidos que el arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla, quizá por esta razón fueron juzgados tan mal. La cuestión que dejo planteada es si no será que la democracia tampoco requiere la verdad radical, se habla de la verdad procedimental, de la justicia procedimental, etc. Podemos ver claramente que en la democracia contemporánea, igual que en la democracia griega, la verdad no importa, importa el poder, los votos determinan cualquier asunto. Da la impresión que preguntas fundamentales como ¿qué es la verdad? ¿Qué es la justicia? Nunca serán respondidas desde una democracia, ni antes, y tampoco ahora. Pura coincidencia el dato tan trivial manifiesto por los sofistas en la democracia ateniense que el arte retórico descubre que la relación entre el habla y el mundo es, sobre todo, una representación, adiós a la idea de correspondencia entre el habla y el mundo y adiós al concepto de verdad. Cualquier representación es verdad relativamente y no hay una representación mejor que otra. Cuando hoy hablamos de posverdad nuevamente observamos algo muy recurrente, desde los maestros sofistas, el proceso de persuasión, de manipular, de negar los hechos y de oponerles otros hechos alternativos, crear argumentaciones y discursos no son democráticos pero son parte inherente de la democracia: todo se resuelve por la fuerza o por la persuasión.

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