Determinantes del voto

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Willian Marroquín
14/05/2013

Un objetivo de las campañas electorales es crear un ambiente de información de calidad en el que se discutan a profundidad los temas de interés del país. Establecer este ambiente de información es responsabilidad de al menos tres actores: el tribunal electoral, con su ley; los partidos y candidatos, con sus recursos financieros y estrategias de campaña; y los medios de comunicación, con la cobertura periodística que hagan de la campaña. Este ambiente de información cumple una doble función: a partidos y candidatos les permite persuadir y movilizar a sus votantes; y a los ciudadanos, informarse sobre las distintas ofertas electorales de los partidos, de tal forma que su elección sea consciente, libre e informada.

El período de la campaña electoral abre una oportunidad casi única dentro del ciclo electoral de cinco años para que el Gobierno, presionado por la amenaza de que su partido pueda perder la elección, haga una rendición de cuentas de su gestión. En esta situación apremiante, los medios son clave para fortalecer el ambiente de información, ya que el entorno les da la oportunidad para poner en el debate público los aciertos y desaciertos gubernamentales. Sin embargo, muchas veces, el sesgo hacia uno o varios de los partidos en contienda los lleva a emprender una cobertura de campaña del tipo "carrera de caballos", que va en detrimento de un clima informativo electoral de calidad.

Que un medio de comunicación cubra una campaña siguiendo el enfoque de carrera de caballos (es decir, centrándose en quiénes ocupan los primeros lugares en las preferencias ciudadanas o enfocándose en quién alcanzó y superó al contrincante) indica que no se tiene una comprensión correcta sobre qué pesa más al momento de definir los resultados de una elección: los candidatos o los partidos políticos. Este dilema ha sido tema de estudio recurrente en la Ciencia Política y encuentra visiones contrapuestas entre los medios de comunicación y la academia. Los primeros se centran en los candidatos, a tal grado que en los casos de liderazgos fuertes se llega a pensar en términos de "personalización de la política". En cambio, desde la academia se relativiza la importancia del candidato como determinante principal del voto y se realizan estudios empíricos que se concentran en determinar qué del resultado de una elección se atribuye al candidato y qué al partido político.

El problema no es sencillo de abordar, ya que entre el partido y el candidato hay una relación recíproca, en la que ambos se influyen. Debido a la relación de identidad de los ciudadanos con los partidos, la dinámica con el candidato se ve afectada por dos aspectos. El primero, la persuasión por medio de la cual el partido termina convenciendo a su simpatizante de que el candidato designado es la opción más adecuada. Y el segundo, la proyección por medio de la cual el ciudadano termina convenciéndose a sí mismo de que la elección del candidato hecha por su partido coincide con su propia opinión.

Por lo anterior, la pregunta, muy frecuente en las encuestas de opinión, que indaga sobre las razones que tiene un ciudadano para votar (por ejemplo, "para usted, ¿qué aspecto es el más importante al momento de decidir por quién votar: el candidato, el partido, las propuestas o los principios ideológicos?") no permite sacar conclusiones de manera acertada. El análisis de las razones de un ciudadano para votar se complica aún más por el hecho de que la simpatía por un partido está asociada a la ideología y por que las propuestas o planes de gobierno son también definidos por los partidos. Al final, las respuestas de los ciudadanos terminan reflejando más una aspiración que una realidad. Así, en la encuesta de La Prensa Gráfica del 5 de marzo de 2013, consultados sobre sus razones para votar, los ciudadanos señalaron las propuestas de gobierno (36.4%), el candidato (30.7%), la ideología (16.3%) y la simpatía por un partido (10.3%). El hecho de que la simpatía por un partido ocupe la última posición confirma la falta de confianza de los ciudadanos hacia los partidos políticos, tal como lo evidencian los estudios de cultura política del país.

La evidencia empírica sugiere que, a la hora de participar en una elección, el partido (su identidad o simpatía) pesa más que el candidato, aun en aquellos casos de candidatos con un liderazgo fuerte. Por ejemplo, según los politólogos Martin Harrop y William Lockley Miller, el giro electoral o efecto neto de los candidatos a la hora de las elecciones en EE. UU. puede andar entre un 5% y 8%. Por su parte, Anduiza y Bosch afirman que en el caso estadounidense la contribución neta del candidato es de cinco millones de votos, y que Tony Blair solo aportó 273 mil votos netos a la victoria laborista de 1997. Asimismo, un estudio reciente (Bellucci, Garzia y Lewis-Beck, 2013) sobre las elecciones italianas de 2006, en las que Berlusconi era candidato por una coalición de centro-derecha, encontró que el giro electoral de este candidato fue de casi un 5% y que el peso de la coalición partidaria (incluyendo sus políticas para el manejo de los temas de interés) dobló a la del candidato como determinante del voto.

No se cuenta con estudios similares para el caso de El Salvador, pues requieren de investigaciones de tipo panel con cuestionarios preelectorales y postelectorales. Sin embargo, de algo pueden ayudar los datos de las elecciones de 2009: en la encuesta preelectoral del Iudop (Informe 119), ante la pregunta "si usted tuviera que escoger entre Rodrigo Ávila y Mauricio Funes para presidente, ¿a quién escogería?", Funes obtuvo un 56% y Ávila el 35.3%. Los resultados de la elección: el FMLN y Arena obtuvieron el 52.32% y el 48.68% de los votos válidos, respectivamente. Está claro que si en el país el candidato fuera el factor determinante del voto, los resultados de esa elección hubiesen sido distintos. Más bien, la identidad partidaria es fuerte y, por tanto, son los partidos (no los candidatos) los determinantes principales del voto.

Los valores políticos, como la ideología, son aún muy firmes en el país debido a que tienen su origen en una fractura profunda en la sociedad: la guerra civil. Esto no se puede cambiar fácilmente con discursos bonitos, como pretende en la actualidad uno de los candidatos en contienda. El debilitamiento de los valores políticos, que podría potenciar a los candidatos, sucede únicamente cuando hay un proceso de desgaste de las lealtades partidarias dentro del electorado, pero de momento no hay evidencia de que eso esté ocurriendo aquí. Si acaso, se da en los partidos de derecha (entre GANA y Arena), pero sería muy prematuro y aventurado sacar conclusiones al respecto. Así las cosas, es muy probable que la identidad partidaria termine definiendo los resultados electorales en 2014; si es así, Arena y el FMLN tendrán más probabilidades de ganar.

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