Hace 23 años, el 11 de noviembre de 1991, el padre Francisco Estrada, rector en ese momento, proclamaba que esa era una fecha muy importante para la UCA. Un día de fiesta, de gozo y compromiso. Y explicaba: un día de fiesta porque se inauguraba oficialmente una nueva y singular unidad, un nuevo instrumento creado para fortalecer y ampliar el servicio universitario al pueblo salvadoreño, una radio que con el paso del tiempo formaría parte de la vida nacional, “la voz con vos”. Un día de gozo porque con la apertura oficial de YSUCA se estaba realizando uno de los grandes y constantes sueños de Ignacio Ellacuría, quien deseaba que la Universidad contara con una radio para que su mensaje llegara a las mayorías del pueblo salvadoreño. Y un día de compromiso para desarrollar una radio universitaria, de inspiración cristiana y al servicio de las mayorías, que promoviera una conciencia colectiva nacional que esté acrisolada por el rigor y la verdad.
Y en efecto, YSUCA es universitaria, no solo porque un buen número de académicos están involucrados en la producción de los programas, no solo porque la estación es una unidad de la Vicerrectoría de Proyección Social, sino —especialmente— porque es un proyecto fundamentado en una voluntad y una tradición de la UCA: la voluntad de potenciar la labor universitaria a favor del pensamiento popular y la tradición de dar voz y presencia a la realidad del pueblo salvadoreño. Es de inspiración cristiana no en el sentido confesional del término, sino en cuanto busca poner a producir, desde el ámbito de la comunicación, valores fundamentales del modo de ser de Jesús de Nazaret: afán de verdad, condolencia ante el sufrimiento, indignación profética, solidaridad con los pobres, desenmascaramiento de las formas ocultas de opresión social y religiosa. Se trata de la inspiración cristiana que hemos heredado de la más genuina y vigente tradición de la Iglesia latinoamericana. Es, finalmente, una radio al servicio de las mayorías porque pretende que el interlocutor de su quehacer comunicativo sea el pueblo salvadoreño y, más en concreto, esa parte mayoritaria de la población que vive injustamente desposeída de sus derechos fundamentales.
Estos argumentos se derivan de la misma visión de universidad que el padre Ellacuría desarrolló, esto es, que la relación entre universidad y realidad histórica supone que aquella no debe tener como horizonte último de su actividad los intereses subjetivos de sus miembros, sino los intereses objetivos, científicamente procesados, de las mayorías oprimidas. Supone, además, que el campo propio de la actividad universitaria es la cultura, entendida como la acción cultivadora y transformadora de la realidad. De ahí que la razón más profunda del origen de YSUCA es poner la fuerza de la palabra eficaz al servicio de las mayorías pobres.
Lo anterior implica incidir en la configuración de la conciencia social de tal modo que esta tenga los siguientes rasgos: crítica, creadora, ética y participativa. Crítica, en la medida en que se cultive el análisis, el debate y el discernimiento frente a la realidad. Creadora, porque favorece la búsqueda de soluciones racionales, viables y orientadas al bien común ante los principales problemas del país. Ética, porque frente a la irracionalidad, el encubrimiento y la injusticia, se opta por la razón, la verdad y la defensa de los derechos humanos de las personas y pueblos en condiciones de opresión. Participativa, porque pretende que el imaginario social no solo esté dominado por los emisores o los denominados formadores de opinión, sino también que haya una presencia significativa del sentir y pensar ciudadano.
El ideario de YSUCA tiene como marco de referencia a dos grandes comunicadores del pueblo salvadoreño: monseñor Óscar Romero e Ignacio Ellacuría. El primero buscaba que sus homilías fueran la voz de los que no tenían voz, de aquellos a los que se les negaban los espacios en los medios de comunicación. El segundo planteaba no solo la necesidad de ser una voz racional de los que teniendo razón (los pobres) no pueden expresarla, sino también la importancia de que el pueblo mismo hiciera sentir su voz, que reflexionara sobre la situación del país, que exigiera estar bien informado, que demandara soluciones al problema de la injusticia.
En suma, asumir la herencia de la “voz de los sin voz” (monseñor Romero) y de la “voz con vos” (Ellacuría) implica que la realidad tome la palabra, que se abran espacios para la participación informada de las mayorías, que se busque el ejercicio efectivo del derecho ciudadano a la comunicación. Ellacuría, parte de la comunidad de mártires, lo planteaba en los siguientes términos: “La Cátedra Universitaria de la Realidad Nacional ha dado voz y presencia a las comunidades de base, a los sindicatos, a los campesinos, a gente que apenas podía leer y que, sin embargo, era escuchada respetuosamente por cerca de mil oyentes universitarios. ECA, Proceso, Carta a las iglesias constantemente se hacen eco de las voces de los sindicalistas, de las organizaciones populares, de los campesinos”. Y enfatizaba: “Creo que se ha demostrado durante años cómo hemos ofrecido nuestros mejores canales al pensamiento popular y, por tanto, no hay razón alguna para dudar de que en la radio haremos lo mismo”.
De las ingeniosas intuiciones del padre Ellacuría ha surgido la pretensión de ser “la voz con vos”. Ahora bien, si en la actualidad hay un habitual uso de los medios de comunicación que tiende a invisibilizar las causas estructurales de los principales problemas del país y que hace del derecho a la comunicación un derecho de pocos, los desafíos que se le presentan a YSUCA nos llevarán —si seguimos animados por este espíritu— a una comunicación inserta en la realidad, al servicio de las personas, con una clara voluntad de verdad, y favorecedora del derecho a la comunicación como un derecho humano. Cuando esto ocurra, estará justificado seguir con el tiempo de fiesta, gozo y compromiso.