Doce pedidos del papa Francisco

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Carlos Ayala
26/10/2021

El 16 de octubre, el papa Francisco dirigió un mensaje a las mujeres y hombres reunidas en el IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Sus primeras palabras fueron de afecto y admiración. En el saludo inicial, los llamó “poetas sociales”. Y en seguida explicó la razón de ese título: “Poesía quiere decir creatividad, y ustedes [miembros del movimiento] crean esperanza; con sus manos saben forjar la dignidad de cada uno, las de sus familias y la de su sociedad toda con tierra, techo, trabajo, cuidado y comunidad”.

Expresó con alegría que encontrarse de nuevo con esta ciudadanía activa le recuerda “que no estamos condenados a repetir ni a construir un futuro basado en la exclusión y la desigualdad, el descarte o la indiferencia”. Y les manifestó su gratitud porque han asumido como propio el dolor de los otros. “Ustedes”, les dijo, “saben mostrar el rostro de la verdadera humanidad, esa que no se construye dando la espalda al sufrimiento del que está al lado, sino en el reconocimiento paciente, comprometido y muchas veces hasta doloroso de que el otro es mi hermano”. Ese modo de ser es considerado por el papa una fuente de esperanza.

En este marco, Francisco también habló de las “estructuras de pecado” que estamos llamados a transformar. Fue enfático al señalar que es imprescindible ajustar los modelos socioeconómicos para que tengan rostro humano. Y pensando en tantos “modelos” deshumanizados de sociedad que requieren ser cambiados, hizo, en nombre de Dios, 12 pedidos: 11 dirigidos a los grupos de poder y uno a la ciudadanía.

A los grandes laboratorios les reclamó que liberen las patentes, que tengan un gesto de humanidad y permitan que cada país, cada pueblo, cada ser humano tenga acceso a las vacunas. A los grupos financieros y organismos internacionales de crédito les pidió que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos. A las grandes corporaciones extractivas —mineras, petroleras—, forestales, inmobiliarias y agronegocios les pidió que dejen de destruir los bosques, humedales y montañas, dejen de contaminar los ríos y los mares, dejen de intoxicar los pueblos y los alimentos.

A las grandes corporaciones alimentarias les requirió que dejen de imponer estructuras monopólicas de producción y distribución que inflan los precios y terminan quedándose con el pan del hambriento. Amonestó a los fabricantes y traficantes de armas para que cesen totalmente su actividad, que fomenta la violencia y la guerra, y que en el marco de juegos geopolíticos cuestan millones de vidas y de desplazamientos. Pidió a los gigantes de la tecnología que dejen de explotar la fragilidad humana, las vulnerabilidades de las personas, para obtener ganancias sin considerar cómo aumentan los discursos de odio, el grooming, las fake news, las teorías conspirativas, la manipulación política.

Pidió a los gigantes de las telecomunicaciones que liberen el acceso a los contenidos educativos y faciliten el intercambio con los maestros por Internet para que los niños pobres también puedan educarse en contextos de cuarentena. Exhortó a los medios de comunicación a que terminen con la lógica de la posverdad, la desinformación, la difamación, la calumnia y la fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio, buscando , en cambio, contribuir a la fraternidad humana y a la empatía con los más vulnerados.

Pidió a los países poderosos que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones unilaterales contra cualquier país en cualquier lugar de la Tierra. Y reiteró que los conflictos deben resolverse en instancias multilaterales como las Naciones Unidas. A los Gobiernos en general y a los políticos de todos los partidos pidió que representen a sus pueblos y trabajen por el bien común. Exhortó a cuidarse de escuchar solamente a las élites económicas, tantas veces portavoces de ideologías superficiales que eluden los verdaderos dilemas de la humanidad. Encomendó a los políticos a ser servidores de los pueblos que claman por tierra, techo, trabajo y una vida buena.

A los líderes religiosos les pidió que nunca se use el nombre de Dios para fomentar guerras ni golpes de Estado. Les llamó a estar junto a los pueblos, los trabajadores y los humildes, y a luchar junto a ellos para que el desarrollo humano integral sea una realidad. Finalmente, invitó a la ciudadanía a soñar un mundo alternativo de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, porque son los sueños de fraternidad los que mejoran el mundo y permiten no volver atrás.

En estos pedidos encontramos una voz profética y utópica. El papa plantea que es el momento para un nuevo proyecto que efectivamente incluya; para un nuevo humanismo que pueda canalizar la irrupción de fraternidad y que termine con la globalización de la injusticia y la hiperinflación del individuo.

 
* Carlos Ayala Ramírez, profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuitas de Teología (Universidad de Santa Clara) y de la Escuela de Liderazgo Hispano de la Arquidiócesis de San Francisco; docente jubilado de la UCA; y exdirector de Radio YSUCA.

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