Si El Salvador quiere entrar en la senda del desarrollo y caminar por ella hasta lograr un nivel de vida digno para todos, debe hacer una apuesta seria por la educación. Con el nivel actual, desde la primaria hasta la universidad, es muy difícil que el país logre superar la pobreza e insertarse adecuadamente en la economía mundial. Hace más de una década, el informe de la Unesco "La educación encierra un tesoro", elaborado por una comisión presidida por Jacques Delors, afirmaba que el conocimiento es la principal fuente de crecimiento económico y riqueza de la sociedad globalizada, y que "la actividad de la educación se ha convertido en uno de los principales motores del desarrollo". El informe también señalaba que las grandes brechas de conocimiento entre unos países y otros, así como al interior de la población de cada país, es una de las principales causas de desigualdad. Los países en desarrollo sufren un grave déficit de conocimiento, las disparidades en materia científica y tecnológica son muy grandes, y habrá que trabajar duramente para lograr un equilibrio en esa área.
El Salvador no es ajeno a ello. Pueden citarse muchos ejemplos para ilustrar el grave déficit de nuestro sistema educativo: el bajo número de estudiantes en bachillerato y en las universidades respecto al total de la población juvenil, los bajos resultados en la PAES, las pocas horas lectivas que se imparten en nuestras escuelas a lo largo del año. No en balde las universidades resienten cada vez más la falta de una preparación adecuada en los estudiantes que ingresan a sus aulas. Es, por tanto, impostergable tomar medidas para mejorar la educación, tanto para ampliar su cobertura como para mejorar su calidad. En ello nos jugamos el futuro del país y la posibilidad de alcanzar un mayor nivel de desarrollo. De lo contrario, la brecha seguirá creciendo constantemente.
Cuatro son las tareas básicas para un cambio sustancial. (1) Mejorar la calidad docente en todos los niveles, pero en especial en el caso de los maestros de primaria y secundaria. (2) Incrementar la cantidad de horas lectivas al año, es decir, el número de horas diarias de clases y el número de días lectivos anuales; pues es vergonzoso que un estudiante salvadoreño promedio apenas pase en la escuela un máximo de 800 horas al año. (3) Duplicar o triplicar el número de jóvenes que cursan el bachillerato. Actualmente, la mayoría de los adolescentes del país termina su vida escolar en la primaria o en el ciclo básico; solo un muy pequeño porcentaje pasa al bachillerato. Y (4) duplicar o triplicar el número de estudiantes universitarios, en especial de aquellos que cursen carreras técnicas superiores que los preparen para empleos en empresas que generen alto valor agregado.
Evidentemente, todo ello supone incrementar el presupuesto dedicado a la educación. Aunque el de este año es el mayor en la historia reciente del país, es todavía insuficiente. Los expertos internacionales aconsejan dedicar al ramo al menos el 5% del producto interno bruto si de verdad se quiere superar el atraso y la pobreza; El Salvador destina en la actualidad solo el 3% de su PIB a la educación. En esta línea, diversas organizaciones sociales nacionales han demandado que para 2014 ese monto se incremente hasta el 7.5%, y justifican esa necesidad en lo ya señalado: el grave atraso de nuestro sistema educativo y la necesidad de dar un avance cualitativo en el mismo.
Pero también hay que considerar el hecho de que la juventud de El Salvador enfrenta condiciones en extremo difíciles. Son muchos los jóvenes que quieren emigrar en búsqueda de oportunidades de vida que no encuentran en el país; y también son muchos los que, ante el desencanto, la desintegración familiar y la falta de oportunidades, optan por involucrarse en las pandillas y en actividades ilícitas. Apostar por la educación es apostar por la juventud, es ofrecerle la posibilidad de una vida plena y con oportunidades. Puesto que la educación es un bien que lleva a la realización personal, su disfrute pleno desalentaría la migración y la integración a las pandillas.
El viernes pasado, en el interior del país, tuvo lugar un acontecimiento muy significativo, un ejemplo del camino a seguir en la apuesta por la educación y por la juventud. Ese día se inauguró el primer instituto tecnológico de educación superior de Morazán, con el nombre del padre Segundo Montes, que ofrecerá las carreras de Hostelería y Turismo, Ingeniería Civil y Agroindustria. En el instituto podrán estudiar anualmente un total de 250 jóvenes. Ahora, estos muchachos del norte de Morazán tienen una oportunidad para seguir estudiando más allá del bachillerato. Según palabras de Francisco Marroquín, director de Educación Superior, el pensum que se ha diseñado para estas carreras es muy exigente y de ellas saldrán los mejores profesionales. Ojalá esto se repita en todos los departamentos y zonas rurales del país.