En el mar de las contradicciones

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En medio del mar de pasiones que la política y la cercanía electoral despiertan, se da un aumento sistemático de contradicciones. La ANEP, gremial patronal que dice tener el liderazgo de la empresa privada en El Salvador, está preocupada por la participación en política de ALBA Petróleos en favor del FMLN. Pero no le preocupa para nada la famosa opción del llamado G-20 por Arena. Nos presenta a ALBA Petróleos como una especie de gigante millonario involucrado en política, cuando todos sabemos que un buen número de millonarios del país, incluidos algunos voceros de la ANEP, están, por lo menos, igual de involucrados en la actividad política. Y a pesar de lo grande que pueda ser la compañía venezolana, todavía no alcanza, por poner un ejemplo, las dimensiones de una empresa como Súper Selectos. En diversos medios de comunicación apareció, sin que después se desmintiera, que uno de los integrantes del grupo Poma puso el primer millón de dólares a favor de Quijano. Y todos recordamos las elecciones en las que este mismo grupo izó la bandera de Arena en muchos de sus negocios.

Las declaraciones del Ministro de Defensa han levantado también polvareda. Más allá de lo dicho sobre la diferencia en fuerzas aéreas, que probablemente es cierto, las noticias han resucitado cierto vocabulario guerrerista que puede uno entender que no estaba en la intención del general. Las guerras en Centroamérica solo han producido miseria y atraso en nuestros países. No hay ni puede haber ganadores en una guerra. Si algo tenemos que hacer es simple y sencillamente llegar a acuerdos con mucha más rapidez. Los debates electorales son una ocasión para profundizar en la necesidad de unirnos. De hecho, peor que el lenguaje guerrerista es el ansia de abrir nuevos canales secos y mojados que se ha despertado en todos o casi todos los países de Centroamérica. Frente a un ambiente en el que quieren competir por arrebatarle a Panamá algo del negocio transoceánico, aunque sean migajas, debemos actuar a la inversa. No somos países que puedan enriquecerse a costa de competir unos contra otros, sino a base de unirnos. Somos y seremos socios en el desarrollo en la medida en que podamos convertir nuestras minúsculas economías en una economía regional más amplia. Compitiendo unos con otros no lograremos más que lo de siempre: que unos pocos se enriquezcan a costa de los demás, aumentando contradicciones y problemas.

Los casos y contracasos judiciales también han florecido. Muchos tienen matiz y sabor político. Los que están pendientes se olvidan y florecen salvadores otros, que, según sean los beneficiados, son ahora la promesa de una nueva época ciudadana y democrática. Teniendo pendientes algunas recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, somos incapaces de acatarlas, a pesar de que se habla de abrir investigaciones de crímenes impunes hasta el presente. Pero eso sí, inventamos nuevos casos, con nuevos argumentos, dirigidos a poner más ruido y confusión en la política. No es que todos los de la actualidad sean malignos o contraproducentes, pero llama la atención el ansia de producir nuevos mientras se olvidan casos fundamentales para la vida democrática de El Salvador.

Y prometer: ese es el nombre del deporte electoral salvadoreño. Aunque muchas de las promesas se parecen a las del puente que el diputado quería poner donde no había río. Y advertido de ello, prometía a sus electores que también les traería un río para que pasara bajo el nuevo puente. Si en vez de prometer se hablara de reformas estructurales y de los recursos que se necesitan para implementarlas, nos iría mucho mejor. El problema de El Salvador no se resuelve con promesas, sino con claridad y decisión frente a las estructuras injustas creadas por élites extractivas en beneficio de ellas mismas y su enriquecimiento fácil. En el pasado Enade, la ANEP presumía de todo lo que supuestamente aporta a El Salvador. Pero lo cierto es que da poco. Lo demuestran unos salarios mínimos de hambre y unas ganancias y capitales que asombran en un país tan chiquito. En elecciones, se habla demasiado del tema de la pobreza y se promete solucionarlo. Pero no se toca el problema de la riqueza, que está en nuestras tierras seriamente vinculado con las graves diferencias socioeconómicas, causantes de violencia y migración, y destructoras de la necesaria cohesión social para el desarrollo.

El Salvador necesita diálogo más que insultos; reformas estructurales más que promesas de regalos; unión centroamericana más que competencias canaleras, secas o mojadas. Aunque es normal que durante las elecciones se vean las diferencias, debe haber una base común. Cuanto más se insista ahora en las diferencias absolutas, más tardaremos en comenzar un diálogo nacional sobre caminos de desarrollo que sean realmente legítimos desde el ámbito y el pensamiento de la justicia social. Cuando existen tantas necesidades, perder el tiempo en la promesa desbordada, en el insulto y la división, sin siquiera exponer planes de reforma estructural seria, no hace sino atrasar nuestro propio desarrollo. Decimos bobaliconamente que así es la democracia y que, a pesar de sus fallas, es el mejor de los sistemas. Pero la realidad nos dice que nuestra democracia es institucionalmente débil y que con nuestros pleitos la debilitamos todavía más. Pobres y peleándonos, no llegaremos muy lejos.

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Anónimo
17/12/2013
21:20 pm
Padre dediquese a pastorear a las ovejas , no a meterse en politica, para eso la iglesia no lo constituyo en sacerdote
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Anónimo
31/10/2013
12:20 pm
Por favor, vea el logo de ALBA y el del FMLN. Anep no ha hecho las cosas bien, pero eso no justifica en lo más mínimo ese descaro.
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