Se cuenta que “Lolo” no es un apellido italiano, sino el cuadrado de López; y es un término cariñoso para llamar al padre Joaquín López y López, uno de los ocho mártires de la UCA, asesinado el 16 de noviembre de 1989. Sus compañeros de fe y de seguimiento a Jesús de Nazaret lo definen como un hombre con gran pasión para llevar a cabo el compromiso vital con los otros, especialmente con los más pobres y necesitados. De una vida interior recia y constante, que llevaba los sueños al plano de la realidad, sin menospreciar los mínimos recursos, porque Dios late en todos los elementos, y sin renunciar a los máximos proyectos, porque Dios está siempre presente más allá. En definitiva, lo recuerdan como alguien de probada fidelidad a su compromiso en la Compañía de Jesús, cuya razón de ser era darle continuidad, desde los desafíos de la propia historia y desde la propia condición humana, a la misión curadora y liberadora del Nazareno.
Como se sabe, Lolo fue uno de los fundadores de la UCA y el primer Secretario General, y aunque no trabajó mucho tiempo en ella, siempre estuvo al tanto de su marcha y fue parte, hasta su asesinato, de la comunidad universitaria. Sin embargo, lo suyo no fue la educación superior, sino la formación de los sectores populares. De ahí que fácilmente fue conquistado por el movimiento internacional de educación popular Fe y Alegría, cuya misión se dirige a sectores empobrecidos y excluidos para potenciar su desarrollo personal y colectivo. Según este movimiento, la educación de calidad para las mayorías puede ser un principio de transformación no solo para las personas, sino también para las estructuras sociales que son fuente de inequidad. Así, en 1969, el padre Lolo fundó Fe y Alegría El Salvador, con la apertura de dos talleres de carpintería, uno de corte y confección y tres escuelas primarias. Hasta su muerte, fue el director de la organización. En 1989, Fe y Alegría administraba 10 centros escolares, 4 escuelas técnicas y 4 academias.
Ahora bien, el desarrollo del proyecto no fue fácil. Muy pronto una de las dificultades más apremiantes fue su financiamiento. Cuatro eran sus fuentes principales: la rifa anual, los donativos, los préstamos y la aportación estatal, sobre todo en el pago de maestros. No obstante, las necesidades eran mayores que los recursos financieros obtenidos, lo que ponía al padre Lolo en una situación crítica. Más aún porque a él no le gustaba cerrar escuelas o talleres por falta de fondos. Se esforzaba, entonces, por hallar alguna salida. Fueron tiempos muy difíciles para Fe y Alegría, y se estima que solo la tenacidad del padre López logró evitar el cierre.
A pesar de que la hoja de ruta tuvo dificultades administrativas y financieras, el camino emprendido por el padre Lolo y su herencia educativa siguen dando frutos en la línea de una educación popular de calidad. A sus 45 años, Fe y Alegría está presente en seis departamentos del país, en los que se ubican 18 centros de educación formal y 4 centros de educación no formal, donde miles de niños de los sectores populares han conseguido desarrollar y empoderar sus capacidades. Y el horizonte heredado es inspirador: implementación de un modelo escolar que, además de la transmisión de conocimientos y destrezas, ayuda a crear confianza en la propia personalidad, desarrollando las aptitudes y posibilidades coartadas por cuanto oprime al ser humano.
Pero no solo eso: también busca la formación de una conciencia crítica para encontrar soluciones creativas, a través de la reflexión y el compromiso con la realidad del país; promover la capacitación técnico-profesional para prestar un servicio eficiente a la comunidad; fomentar un ambiente comunitario de igualdad y solidaridad cristiana; y proyectar la escuela a la comunidad. Y entre los desafíos se visualizan el fortalecimiento de la calidad educativa, la consolidación de las estructuras organizativas de la institución, el fortalecimiento de su imagen y la creación de un fondo patrimonial. En la consecución de este horizonte, la fe y la alegría de Lolo son inspiradoras. De él se dice que multiplicó los dones, pidió para los pobres con alegría, con empeño. No dudó en tocar puertas, en trasnochar, en viajar una y otra vez a lugares muy lejanos.
Finalizamos con una anécdota. Se dice que cuando Fe y Alegría cumplió 20 años, unos días antes del asesinato de Lolo, el semanario Orientación, de la Arquidiócesis de San Salvador, publicó una nota en estos términos: “Fe y Alegría nace en El Salvador, exactamente el 6 de junio de 1969, como un movimiento de educación popular cuyo objetivo es la formación integral de las personas, de la familia, de la sociedad. Entendiéndose por formación integral todo trabajo que esté a favor de cada hombre y de cada comunidad, la toma de conciencia de sus propios logros y capacidades, y la recuperación de la fe en sí mismo. El escogido para cuidar la recién sembrada semilla de Fe y Alegría en este nuevo suelo fue el padre Joaquín López y López, llamado cariñosamente Lolo”.
El padre López pudo leer la nota diez días antes de su último sacrificio. Y esta se constituyó en una especie de reconocimiento público a sus dos décadas de servicio a favor de la juventud pobre de El Salvador. En el recuerdo que se dio a los 30 días de la masacre, se puso a cada uno de los ocho mártires una bienaventuranza. Al padre Lolo le asignaron la que proclama “Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios”. Se sabe que la limpieza de corazón ha de entenderse en el sentido de un corazón sincero y no dividido, leal servidor de Dios y del pueblo. Y justo así fue Lolo.