La Iglesia es femenina

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La presencia de la mujer en el ámbito público crece progresivamente. Las mujeres tienen hoy más participación en la construcción de la sociedad civil y política. En el mundo del trabajo, también la presencia de la mujer aumenta, aunque este acceso es todavía limitado y se da en condiciones de inequidad y desigualdad en cuanto al tipo y a la calidad de empleo, al contrato y la estabilidad laboral, a los sistemas de previsión y seguridad social. Hoy día se reconoce que muchas mujeres han adquirido una conciencia de lo que significa ser para sí en contraposición, en alguna medida, a ser para otros (como madre, esposa o hija), como tradicionalmente se le ha impuesto desde la perspectiva social y cultural. Hay, pues, una búsqueda de la propia identidad, y el ámbito de la Iglesia (entendida como pueblo de Dios o como institución con leyes, doctrinas y ministerios) no escapa a este propósito.

En lo que respecta al mundo de la fe católica, es obvio que la Iglesia es femenina. La mitad, al menos, de fieles son mujeres; en general, su participación en actividades litúrgicas o de catequesis es superior a la de los varones; las religiosas, organizadas en distintas órdenes, representan un 61% frente a un 39% de hombres, entre sacerdotes, obispos, religiosos y diáconos. Sin embargo, el gobierno eclesial, la toma de decisiones y la visibilidad de la institución están casi exclusivamente en manos de hombres. El documento de la Quinta Conferencia Episcopal de América Latina y del Caribe (Aparecida) señala, en este sentido, que es lamentable que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en su dignidad ni se les reconozca su aporte en la transmisión de la fe y en la edificación de la Iglesia. De ahí su propuesta de que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión.

El papa Francisco, en una de sus más recientes declaraciones, también ha insistido en la necesidad de ampliar los espacios para una presencia femenina activa en la Iglesia. Algunas de sus frases tienen un carácter programático: "la Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que esta desempeña", "la mujer es imprescindible para la Iglesia", "hay que trabajar más hasta elaborar una teología profunda de la mujer", "en los lugares donde se toman las decisiones importantes, es necesario el genio femenino", "afrontamos hoy este desafío: reflexionar sobre el puesto específico de la mujer incluso allí donde se ejercita la autoridad en los varios ámbitos de la Iglesia". En cada una de estas formulaciones se expresa la voluntad de garantizar la presencia de la mujer en los ministerios eclesiales, incluso en las instancias de planificación y decisión pastorales. Son un reconocimiento de que, en efecto, la Iglesia es femenina.

En términos más provocativos, el papa ha dicho que María, una mujer, es más importante que los obispos. Y enseguida explica que "no hay que confundir la función con la dignidad". Este argumento del papa Francisco es un punto central para enfrentar la discriminación de la mujer dentro de la Iglesia. El reconocimiento de la dignidad es la razón por la que cualquier ser humano tiene derecho a la vida, la libre formación de conciencia, la libre expresión y cuantos derechos puedan estamparse en las distintas declaraciones y convenciones. El aprecio de la igual dignidad es la condición indispensable para una Iglesia incluyente. Hans Küng, en su conocido libro La mujer en el cristianismo, plantea que la Iglesia del futuro tiene que ser una comunidad de personas, hombres y mujeres, radicalmente iguales. De ninguna manera puede aparecer como una Iglesia de varones, de clases, de razas, de castas o de jerarquías, sino que esa igualdad debería plasmarse en la configuración de la comunidad eclesial misma, de modo que, sin llegar a un igualitarismo mecánico que rasara la multiplicidad de dones y servicios, quede garantizada la igualdad fundamental de los diversos sujetos y grupos. Una Iglesia que sea espacio de igualdad y al mismo tiempo abogada de la igualdad en el mundo.

Este modelo de relaciones no jerarquizadas, de alteridad y reciprocidad, es expuesto en el documento de Aparecida de forma clara al afirmar "que la antropología cristiana resalta la igual dignidad entre varón y mujer, en razón de ser creados a imagen y semejanza de Dios". Y añade que "en una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para resignificar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible: habló con ellas (Jn 4, 27), tuvo singular misericordia con las pecadoras (Lc 7, 36-50), las curó (Mc 5, 25-34), las reivindicó en su dignidad (Jn 8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (Mt 28, 9-10), e incorporó mujeres al grupo de personas que le eran más cercanas (Lc 8, 1-3)". En otras palabras, en Jesús no encontramos actitudes ni expresiones despectivas hacia las mujeres. Todo lo contrario, se observa respeto, compasión y simpatía hacia ellas, que echan abajo los estereotipos vigentes en aquella sociedad.

Una sociedad que discrimina y no valora la contribución de la mujer es una sociedad injusta. Lo mismo podemos decir de las congregaciones que mantienen estructuras y prácticas de exclusión hacia la mujer. No solo son injustas, sino contrarias a los orígenes de la Iglesia. Hace ya tiempo que las mujeres no aceptan el modo en que la Iglesia las trata de hecho. Hoy, las mujeres ya no se dejan degradar a meros objetos de mandatos, prohibiciones, reglas y atribuciones de rol formulados por varones. Al igual que en la familia y en la sociedad en general, un número creciente de mujeres reclaman también en la Iglesia posibilidades de desarrollo igualitarias, así como los derechos que les corresponden. Hay conciencia de que la Iglesia es femenina y que el hombre se tiene que resituar en ella y esto, lejos de restarle protagonismo, le devuelve su verdadera humanidad.

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Anónimo
08/10/2013
12:06 pm
esta bien la promocion de la mujer y con los mismos derechos del hombre, que no sea discriminada pero de eso a decir que es femenina ya es ir muy lejos eso ya exacerba el feminismo
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