La investigación científica y sus limitaciones

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Willian Marroquín
13/05/2016

En el caso de El Salvador, los indicadores de ciencia y tecnología del Banco Mundial sobre investigación y desarrollo (I+D) son muy desalentadores, muestran un distanciamiento acentuado de la investigación nacional con relación a la producción de conocimiento científico a nivel internacional. De no revertirse esta situación, dejaremos de ser interlocutores válidos en la comunidad científica internacional. Por ejemplo, el promedio mundial de gasto en I+D como porcentaje del PIB es de 2.1; el de Brasil, 1.2; el de Costa Rica, 0.5; y el de El Salvador, en su mejor año, fue de 0.1 (ahora casi tiende a cero). En cuanto al número de investigadores por millón de habitantes, el promedio mundial es de 1,250; el de Brasil, 698; el de Costa Rica, 1,327; y el de nuestro país, 116.

Obviamente, con estos datos de entrada (poca inversión en I+D y pocos investigadores) no nos debe sorprender que los indicadores de salida, como producción científica (libros y publicaciones) y número de patentes, sean tan bajos que ni siquiera somos visibles en gráficos comparativos entre naciones. Así las cosas y dado que la columna vertebral que sostiene a la I+D en un país es su sistema de educación superior, es necesario plantearse dos preguntas: ¿es adecuado el fin o sentido de la investigación que se realiza en El Salvador? Y ¿cómo hacer una mejor gestión de los fondos destinados a la I+D?

En general, el fin que persigue una investigación en un área del conocimiento es “hacer retroceder las fronteras de la oscuridad en ese campo” (Eric Thompson). Este tipo de investigación es cara, demanda grandes esfuerzos de cooperación científica internacional, hace uso intenso de las ciencias básicas y brinda resultados a largo plazo. Difícilmente podemos hacer investigaciones de ese tipo, como es evidente por los indicadores antes mencionados.

Por lo tanto, con las capacidades actuales del sector de educación superior, lo más adecuado es impulsar un tipo de investigación aplicada como la que propuso el P. Andreu Oliva en su conferencia “La investigación en la UCA”: “La finalidad última y distintiva de la investigación de la Universidad es aliviar el dolor de las víctimas de la injusticia social y de un sistema que margina casi a la mitad de la población”. Es decir, se debe promover una investigación aplicada que busque soluciones a los problemas de nuestra realidad.

Con estas ideas en mente, hay que abordar la primera pregunta planteada. Según publicaciones de Conacyt, los objetivos socioeconómicos de las investigaciones del país han sido —en orden— (1) el fortalecimiento de estructuras y relaciones sociales, (2) la protección y mejora de la salud humana, (3) el control y protección del medioambiente, y, últimamente, (4) la producción y tecnología industrial. Se puede concluir, pues, que hay una investigación bien enfocada en cuanto a fines, lo cual es positivo. Sin embargo, no es sistemática, es de corta duración y los fondos asignados son limitados. Todo esto hace que sea una investigación de poco impacto, que no implica cambios sociales significativos para la población.

La segunda pregunta está relacionada con la procedencia de los fondos asignados para la investigación. A diferencia de los países avanzados, en los cuales el financiamiento proviene del Gobierno (la mayoría de países europeos) o de las empresas (EE. UU.), en El Salvador la investigación se impulsa en mayor parte con los recursos propios del sector de educación superior. De acuerdo a Conacyt, el promedio de inversión en I+D de los últimos ocho años en el sistema de educación superior del país es de 12.8 millones de dólares, de los cuales el 67% (8.58 millones) proviene de recursos propios de las universidades e institutos, 14% (1.8) del Gobierno, 11.5% (1.47) de la cooperación internacional y 7.5% (0.95) de empresas, fundaciones y ONG, entre otras. Estos datos indican con claridad la poca vinculación de las universidades e institutos con los sectores del entorno socioeconómico. Algo que se podría cambiar con un mejor uso de los recursos que los primeros destinan a la investigación.

En esta línea, la primera tarea es identificar los equipos de investigación destacados, aquellos que de manera natural ya realizan investigación de calidad. Una vez hecho esto, la mitad de los fondos que las universidades e institutos destinan a investigación se podría utilizar para fortalecer la labor de estos grupos, formar a sus integrantes con estudios de doctorado (de preferencia en el extranjero) y promover que estos equipos de excelencia creen sus propios programas de posgrado con estudiantes becados. La otra mitad de los fondos podría usarse como contrapartida en proyectos, de forma que, sin perder los fines de la investigación, se fortalezca la vinculación con los sectores del entorno socioeconómico y se aumente el financiamiento proveniente de empresas, cooperación extranjera, ONG, etc. Sin embargo, en el largo plazo, El Salvador debe impulsar el desarrollo de la investigación en ciencias básicas, a fin de hacer retroceder los muros de oscuridad en ciertos campos del conocimiento, aunque sea modestamente.

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Anónimo
15/05/2016
05:36 am
Una muestra del atraso nuestro es el caso de la melaza que se derramó en chalchuapa, el ministerio del ambiente hizo la alharaca de \"gran contaminación\" , cuando la melaza es un producto orgánico. Esto los dicen expertos cubanos que vinieron a evaluar la situación. Esto debería ser resuelto con nuestras propias formas de evaluar las cosas, pero no tenemos ni las herramientas básicas. De este hecho ninguna \"flamante\" universidad dijo ni pío. Asi estamos de mal
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Anónimo
13/05/2016
22:22 pm
En El Salvador lo que se necesitan son investigaciones que vayan encaminadas a la produccion de energia gratuitas y no como las que ya rayan sobre problemas socio economicos pues solo de habla de ellos pero no se plantean solciones tangibles.
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