Los forasteros políticos: tradición revestida de marketing

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Carlos Monterroza
09/11/2017

Los partidos políticos en nuestro país van erosionando poco a poco su legitimidad con la ciudadanía. No es algo coyuntural o efímero, más bien la confianza y simpatía hacia estas organizaciones es baja no sólo por su incapacidad de afrontar los problemas económicos y de seguridad pública que el país ha resentido desde hace años; se le añaden las denuncias por actos de corrupción que en algunos casos han sido investigados por el Ministerio Público, pero en otros queda como expectativa profundizar las indagaciones ante los jueces.

De las diversas instituciones sociales y políticas, los partidos constituyen las de menor confianza para la ciudadanía. El Barómetro de las Américas en su informe de 2014 sobre la cultura política de la democracia en El Salvador presenta no sólo que los partidos son las instituciones con menor confianza según las opiniones de la población encuestada en ese año (36.7%) o que pocas personas consideran que escuchan a sus votantes (37.6% de encuestados); también en el lapso de una década (2004-2014) su porcentaje de confianza no llegó al 40% de los personas consultadas. En la misma línea, el Iudop en su tradicional encuesta de evaluación realizada al final del año pasado consultó ¿cuánta confianza tuvo durante el año 2016 en los partidos políticos? 88.5% de los consultados respondió poca (32.1%) o ninguna confianza (56.4%).

A esta situación crítica en la imagen de los partidos tradicionales, se suma la opinión ciudadana que tanto Arena y el FMLN no deberían seguir gobernando el país sino que surjan otros partidos de izquierda y de derecha distintos a los mayoritarios en el sistema político salvadoreño por más de veinte años. Según la encuesta más reciente realizada por el Iudop en mayo de 2017, se destaca que 63.4% de los encuestados consideran que el FMLN no debería seguir gobernando al país; en el caso de Arena 68.1% de personas consultadas piensan que no debería volver a gobernar. Proporciones similares aparecen ante la consulta si deberían existir otras propuestas partidarias de izquierda y de derecha: 59.2% de los encuestados afirman la necesidad que el país tenga otra oferta de izquierda distinta al Frente; mientras 64.7% lo suscriben para otra oferta de derecha diferente a Arena.

La interpretación de estas cifras no debe llevar a una postura ligera apelando a la desaparición de estos institutos políticos o a la drástica modificación del sistema de partidos en su formato o en la disminución automática del grado de polarización de las elites políticas de éstas maquinarias electorales (Arena y FMLN) que desde los comicios de 2004 y posteriores han llegado a más de un millón de votos válidos. Pero sí es oportuno resaltar que ante la erosionada legitimidad ciudadana de los partidos -y su poca capacidad de ofrecer renovación con nuevos perfiles como mecanismos concretos para afrontar los problemas socio-económicos- una opción que se ha mantenido abierta es la que ofrecen los outsiders o forasteros de la política partidaria. Es pertinente aclarar que el surgimiento de outsiders en comicios presidenciales no radica únicamente en la desconfianza que tienen los electores a los partidos dominantes, también hay condiciones de debilidad en el sistema de partidos; los fracasos de los partidos en sus expresiones legislativas o gubernamentales para resolver problemáticas económicas del país; así como las variables del diseño institucional1 que promoverían el surgimiento de estos actores externos.

Tras esa mención, me interesa presentar dos ideas alrededor de los outsiders. La primera referida a la profundización que ha desarrollado la ciencia política en el análisis de este fenómeno; y la segunda concerniente a los riesgos de simplificar a estos actores como “redentores políticos” de la sociedad o la materialización de una nueva “clase política”. Con el primer aspecto vale la pena comentar que la literatura especializada ha llevado a una concepción más profunda la figura del outsider en elecciones presidenciales no anclándose a que éstos debían ser estrictamente personajes sin experiencia gubernamental y política, además de no contar con respaldos de algún partido político tal como lo definía Juan Linz (1994) en su texto sobre la democracia presidencial y la parlamentaria2. Según Carreras (2012) pueden aparecer diversos tipos de outsiders en la medida que los partidos ya establecidos (tradicionales) sean más cerrados-jerárquicos a nuevos aspirantes externos o si son más abiertos para incorporarlos como candidatos considerando también la experiencia política de esa persona.

Para ejemplificar la idea anterior, planteo un escenario hipotético con las elecciones presidenciales de 2019: En el caso que el partido Arena tenga como candidato a Carlos Calleja o Javier Simán, ambos constituyen un tipo de outsider que son nuevos en política -al no tener experiencia en la administración pública o en cargos de elección popular- pero competirían bajo un partido tradicional, tal como hizo el Mauricio Funes con el Frente en 2009 o Elías Antonio Saca con Arena en 2004. Otro tipo de outsider sería Nayib Bukele, quien sí ha tenido experiencia política (alcalde de Nuevo Cuscatlán y de San Salvador) en un partido ya existente –FMLN- pero que competiría por la presidencia con un nuevo partido. Un tercer tipo de outsider- que hasta el momento no se vislumbra un perfil en la palestra política- sería una persona sin experiencia política y que participaría a través de un partido nuevo. En el caso del FMLN, el escenario proyecta a una candidatura doméstica (insider), es decir un personaje con carrera dentro del partido y experiencia política en el gobierno o cargos previos de elección popular (diputación o alcaldía).

La segunda idea es un llamado a la reflexión, al carácter acucioso del análisis sobre estos personajes outsiders: quiénes son (a nivel político-ideológico y empresarial), qué discurso ofrecen, quiénes les apoyan y cómo son presentados en redes sociales, periódicos o televisión. Resulta simplista asumir una receta compuesta por: juventud + discurso contra política tradicional + outsider = nueva clase política. Probablemente para el marketing político sea una combinación efectiva para vender un producto político “nuevo” respecto a otros productos desgastados, defectuosos y hasta inservibles; pero ante la condiciones reales que enfrenta el país se necesitará menos marketing y más acuerdos políticos con segmentos representativos del país por lo menos en tres asuntos concretos para el próximo quinquenio presidencial: reforma fiscal progresiva; administración y acceso al agua como derecho humano; modelo de intervención social para la prevención de la violencia. Promover y lograr acuerdos en estos temas requerirá negociación con la legislatura que ya estará configurada en mayo de 2018; en el escenario que sea un presidente outsider de partido nuevo (si lograra la segunda vuelta y gana) sin representación parlamentaria ni alianzas en la Asamblea, su gestión podría estar marcada por la parálisis.

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1 Un planteamiento actualizado sobre las variables del diseño institucional que promueven el ascenso de outsiders se puede leer en: Carreras, M. (2012). The rise of outsiders in Latin America, 1980–2010: An institutionalist perspective. Comparative Political Studies, 45(12), 1451-1482.

2 Linz Juan, J., Linz Juan, J., & Arturo, V. (1994). Presidential or Parliamentary Democracy: Does it Make a Differnece?. The Failure of Presidential Democracy: The Case of Latin America, Volume 2, 3-87.

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