Momento de actuar

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Luis Ortez
20/01/2020

En 1916, David J. Guzmán plasmó la exuberante belleza de nuestra tierra en la Oración a la Bandera Salvadoreña: “Tú tienes nuestros hogares queridos, fértiles campiñas, ríos majestuosos, soberbios volcanes, apacibles lagos, cielos de púrpura y oro”. Pero, detengámonos un momento, ¿ríos majestuosos? Sin duda, el doctor Guzmán nunca se imaginó que aquella majestuosidad quedaría reducida a riachuelos polutos y desagradables a consecuencia de nuestra falta de conciencia e insensibilidad ambiental.

Frente a los fenómenos acaecidos recientemente en San Salvador en torno a la calidad de agua que llega a los hogares, es propicio preguntarnos: ¿qué hemos hecho con la belleza natural de este país’?, ¿qué es lo que hicimos de nuestros “ríos majestuosos”? La desconexión con nuestro entorno lleva a que la mayoría de salvadoreños que habitan en centros urbanos den por sentado que, al abrir la llave del grifo de sus casas, obtendrán agua de calidad y en cantidad suficiente para suplir todas sus necesidades. Una presunción que no siempre es correcta.

En el área metropolitana de San Salvador, muchos sectores carecen de un servicio de agua potable continuo y de calidad, a pesar de que para poder abastecer a esta población se cuenta con cuatro sistemas de explotación, denominados Sistema Zona Norte, Sistema Guluchapa, Sistema de Pozos Tradicionales y Sistema Río Lempa. Este último cuenta con la planta potabilizadora de Las Pavas, que actualmente se encuentra en el centro del debate debido a la gran cantidad de denuncias ciudadanas registradas en redes sociales sobre la calidad del agua que llega a los hogares. Un problema que, según declaraciones de autoridades de ANDA, se debe a proliferación de “algas no dañinas” en el río Lempa.

Si bien las proliferaciones masivas de microalgas son capaces de alterar las propiedades organolépticas del agua, es muy poco probable que los problemas denunciados por la ciudadanía se deban a tal fenómeno, ya que los protocolos de actuación hubieran evitado el procesamiento del agua en esas condiciones. Ahora bien, si el agua del Lempa fue sometida al proceso de potabilización pese a esa alta carga de organismos vivos, resultan todavía más preocupantes dichas declaraciones, ya que si bien no todas las microalgas son capaces de producir elementos tóxicos producto de su actividad metabólica, sí pueden, como seres vivos, constituir una fuente de materia orgánica en el medio, la cual, en asociación con el cloro que se utiliza para eliminar las bacterias, puede generar componentes indeseados en el agua, lo cual supone un riesgo mayor para la salud pública.

Que el presidente de la autónoma declare que las algas no son dañinas dentro del proceso de potabilización del agua únicamente pone de manifiesto el desconocimiento de las implicaciones que los fenómenos naturales pueden tener en la salud pública. Además, los funcionarios deberían de ser más cuidadosos con sus declaraciones, pues no debemos de olvidar que en el país se cierne la sombra de la privatización del agua. Eventos como estos alimentan el discurso de los privatizadores, que sostienen que lejos del Estado el recurso será mejor administrado y alcanzará para todos, lo cual, sabemos, no será así.

Esta situación debe llevarnos a reflexionar lo que, como nación, le estamos haciendo a nuestros recursos naturales. Ya lo dijo el papa Francisco en su encíclica Laudato si: “La cuestión ecológica es vital para la supervivencia del hombre y tiene una dimensión moral que atañe a todos”. La crisis del agua en el país apenas empieza y serán los más desprotegidos los que la sufrirán de forma más intensa. El momento de actuar ha llegado. Lo primero que debemos lograr como pueblo es que nuestros representantes reconozcan el derecho humano al agua y que sea el Estado, a través de representantes competentes, el encargado de rectorar sobre este recurso, escuchando siempre a todos los sectores de la sociedad.


* Luis Ortez, docente del Departamento de Ingeniería de Procesos y Ciencias Ambientales.

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