Afirmando que es una reacción sentimental irrelevante y desinformada, el presidente de la ANEP desechó el llamado del arzobispo de San Salvador a elevar el salario mínimo a nivel de la dignidad humana. Para el empresario, la economía es cuestión de números, no del corazón. Indudablemente, la actividad económica posee una dimensión cuantitativa, pero es mucho más que eso. Invocar los números como argumento para no elevar el salario mínimo es afirmar falsamente que la economía es una ciencia exacta, cuyas consecuencias son implacables.
Pero incluso desde la perspectiva cuantitativa, el argumento del representante de la gran empresa es insostenible. La economía adolece de una pasión infantil por las matemáticas y las especulaciones puramente teóricas, y a menudo muy ideológicas, pero disfrazadas de ciencia, todo ello en detrimento de la realidad humana. Los grandes empresarios salvadoreños padecen de la misma pasión infantil por los números, el modelo estadístico y la especulación, porque de esa manera, y sin mucha dificultad, recubren sus argumentos de cientificismo y evitan tener que contestar a interpelaciones mucho más complicadas, como la del arzobispo. En realidad, hablar de ciencia económica es muy arrogante y puede hacer creer que la economía posee un estatuto científico superior, específico y distinto al de las demás ciencias sociales. Los modelos matemáticos de los economistas que siguen los grandes empresarios no son más que una excusa para disimular su verdadero objetivo: el enriquecimiento ilimitado, la acumulación y el lujo.
También se puede argumentar cuantitativamente contra la postura ingenua de la ANEP respecto al salario mínimo y la economía en general. Cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso, el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles y arbitrarias como en El Salvador. Esas desigualdades cuestionan radicalmente los valores que fundamentan la sociedad democrática y hacen que el capitalismo sea, a la larga, incompatible con la democracia, que tanto alegan defender. Por lo tanto, es indispensable encontrar una forma de evitar esa contradicción, pues no existe evidencia para sostener el equilibrio del mercado, otra ilusión de la economía neoliberal.
Si no cambia de parecer, al presidente de la ANEP no le conviene visitar al arzobispo para explicarle los números de la economía salvadoreña, tal como prometió, porque se puede encontrar con el mensaje del evangelio. Por ejemplo, sin ir más lejos, el del domingo recién pasado, que habla de un rico que vivía con gran lujo y constantemente daba fiestas muy espléndidas, mientras que a la puerta de su palacio había un pobre lleno de úlceras, a quien nadie daba las sobras de los banquetes, porque estas ya estaban reservadas para los perros de la casa. Los dos fallecieron. El rico fue al lugar de los muertos; el pobre fue llevado al seno de Abrahán. Cuando el rico observó la dicha del pobre, vio lo que no supo ver en la tierra. Entonces, hizo al lado la soberbia y con lenguaje piadoso mendigó un poco de alivio para su sed. Pero le respondieron que recordara su conducta con el pobre y le negaron el consuelo pedido, porque entre ambos se abría un abismo infranqueable. El rico no se dio por vencido y pidió la aparición fantasmagórica de un muerto para advertir a sus hermanos, pero le respondieron que escuchara la invitación de los profetas a no endurecer el corazón, en lugar de matarlo.
La diversidad de suerte responde a un principio básico de equidad, que crea bienestar y justicia. Los ricos son desgraciados, porque su consuelo lo encuentran en sus riquezas. Mientras que el pobre es un bienaventurado. De todas maneras, el rico tiene la solución en sus manos. La parábola le recuerda la exigencia social de la misericordia con el desposeído. El evangelio del domingo antepasado también contiene una enseñanza muy oportuna en este sentido. Jesús invita a sus discípulos a hacerse amigos con la distribución de sus riquezas entre los pobres, porque ellos recibirán en el Reino de los Cielos.
El principio de equidad del evangelio manda distribuir o compartir entre quienes no tienen. Por lo tanto, la caridad o la responsabilidad social empresarial no son suficientes. El evangelio es mucho más radical. Por eso, el arzobispo habla de dignidad humana y de misericordia. Si la entrevista tiene lugar, quizás este consiga convencer al representante de la gran empresa de que hay mucho más que números.