En el libro Un minuto para el absurdo, de Anthony de Mello, encontramos la siguiente historieta:
"¿No vas a desearnos una feliz Navidad?". El maestro echó un vistazo al calendario, vio que era jueves y dijo: "Prefiero desearles un feliz jueves". Aquello ofendió a los cristianos que había en el monasterio, hasta que el Maestro se explicó: "Son millones los que van a disfrutar, no el día de hoy, sino la Navidad; por eso su gozo es efímero. Pero, para aquellos que han aprendido a vivir cordialmente el presente, todos los días son Navidad".
La anécdota nos trae a la memoria aquella canción popular, propia del tiempo litúrgico del Adviento: "Todos los días nace el Señor / Para esta tierra sin luz, para vencer las tinieblas, para cambiar nuestro mundo, todos los días nace el Señor / Para quitar la opresión, para borrar la injusticia, para vencer la pobreza, para los pobres que sufren, por la igual dignidad, todos los días nace el Señor / Para traernos amor, para vencer el egoísmo, para estrechar nuestras manos, todos los días nace el Señor / Para traernos la paz, para esta tierra que sangra, en cada hombre y mujer que luchan, todos los días nace el Señor".
La historia de De Mello y la letra de la canción nos ponen en un contexto que va más allá de fechas convencionales; nos remiten a un acontecimiento. Día tras día, podemos celebrar un nuevo comienzo: el que inicia el Misterio que llamamos Dios en cada uno de nosotros, cuando irrumpe en nuestro tiempo, en nuestra historia, en nuestra vida. Acostumbrados a dejarnos impresionar por lo extraordinario y aparatoso, somos incapaces de advertir cómo Dios viene diariamente a nosotros. El teólogo José Antonio Pagola nos dice que Dios no se deja aprisionar en nuestros esquemas y moldes de pensamiento: "Lo imaginamos fuerte y poderoso, majestuoso y omnipotente, pero él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en la más absoluta sencillez y pobreza. Lo colocamos casi siempre en lo extraordinario, prodigioso y sorprendente, pero él se nos presenta en lo cotidiano, en lo normal y ordinario. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos hace pequeño y cercano".
Más que una fecha, pues, con la Navidad se conmemora un acontecimiento: en Jesús, Dios se hace uno de nosotros, con nosotros y en nosotros. En otras palabras, Dios se ha hecho condición humana para renovar el prototipo del ser humano, para "humanizar a la humanidad". Y Jesús lo hizo desde un modo de ser y desde una práctica ciertamente novedosa: se compadece de las muchedumbres hambrientas y desorientadas; desenmascara a los que oprimen al pueblo; no quiere que sus discípulos lo llamen maestro, sino amigo; se llena de profunda tristeza ante la muerte de su amigo Lázaro; se indigna ante la dureza de corazón de los que se hacen pasar por bienhechores; valora la fe de la gente sencilla y devuelve la dignidad a los que son despreciados y excluidos. Así humanizó Jesús. Un Dios humano que humaniza. En Jesús se hizo evidente que el hombre no es solo el lugar en que Dios se manifiesta, sino que puede constituir un modo de ser del mismo Dios.
Ese anhelo de humanizar la humanidad está poéticamente descrito en una canción del cantautor español Miguel Ángel Marín (Migueli). Citamos algunos fragmentos:
Humaniza sin piedad cada ciudad. Humaniza sin parar donde no hay paz. Humaniza con "te quieros", con cariños, con boleros. Dar una rosa de vida: eso es humanizar.
Humaniza para crecer y no parar. Humaniza y tu vida no coge olor a humedad. Humaniza los dolores con caricias, colores de un momento: una sonrisa. Eso es humanizar.
Una vuelta de tuerca, un abrazo que dar, una cara mojada, una entrega total, otra gota de sangre, estar hasta el final sin pasarme de rosca: eso es humanizar.
Un ratito de escucha, la sonrisa para estar, una mano extendida, vuelvo a verte sin más; mantener la esperanza, no rendirse jamás, poner toda la carne y en silencio esperar. Humaniza y ya verás todo cambiar.
Sin duda, este modo de entender lo que humaniza descrito por Migueli es coherente con el sentido de la Navidad, cuyo horizonte es la consecución de una realidad humanizada. La Navidad nos muestra cómo podemos convertirnos en verdaderos seres humanos. El niño Jesús creció y se hizo disponible a Dios y a los demás, concretó el sueño de la redención. Es significativo, en este sentido, el pasaje donde los discípulos de Juan el Bautista le preguntan: "¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?". Jesús responde: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia; y ¡feliz el que no se escandaliza por mi causa!". Esta fue la manera de humanizar de Jesús. Por eso afirmamos que en su nacimiento y en su misión estaba la fuerza salvadora de Dios. Navidad es humanizar. Y humanizar es desarrollar la capacidad de compasión ante el sufrimiento de otros y la capacidad de indignación ante las injusticias del mundo. Y la puesta en práctica de la compasión y la indignación hay que hacerla día a día. Cuando esto ocurra, viviremos la Navidad.