Honduras se desangra. "Ni una muerte más, ni ataque, ni amenaza a periodistas y defensores de derechos humanos", dice el encabezado de la carta abierta que Amnistía Internacional dirigió al Gobierno de Honduras. En ella, la organización condena el asesinato del periodista Alfredo Villatoro, cuyo cadáver fue encontrado el pasado martes 15 de mayo. Villatoro había sido secuestrado una semana antes por sujetos aún no identificados, como tampoco lo han sido los asesinos de otros 23 comunicadores muertos desde el golpe de Estado de 2009. No ha sido aclarado por las autoridades ni uno solo de los 24 casos de comunicadores asesinados que contabiliza el Comité por la Libre Expresión de Honduras.
Y lo mismo se puede decir, según el Comité de Familiares de Desaparecidos de Honduras, de los cerca de 200 asesinatos de personas ligadas a la resistencia contra el golpe de Estado. El vecino país, pues, se está desangrado desde 2009 ante la pasividad de la comunidad internacional, que lo readmitió en el seno de la Organización de los Estados Americanos al considerar que volvió a la senda democrática después de unas cuestionadas elecciones que llevaron a la Presidencia a Porfirio Lobo.
El asesinato de Villatoro introduce una novedad en el patrón de homicidios previos contra periodistas. Hasta ahora, los asesinados habían sido comunicadores que denunciaban violaciones a los derechos humanos y, por ello, eran tildados de izquierdistas. Por el contrario, Alfredo Villatoro era el coordinador de noticias de la corporación radial más grande de Honduras, la cual defendió el golpe e históricamente se ha identificado con la derecha hondureña. Por eso, su secuestro y posterior asesinato trascendió a la prensa centroamericana, que hasta ese momento poco o nada había dicho sobre las muertes que le precedieron. ¿Por qué asesinaron a Villatoro? Hasta ahora, lo único que han dicho las autoridades es que el homicidio no está relacionado con su trabajo periodístico o con cuestiones de dinero. Su cuerpo sin vida fue encontrado con dos disparos en la cabeza, vestido con un uniforme militar de los que usa el escuadrón Cobra de la Policía Nacional hondureña y con una pañoleta roja ocultándole el rostro.
Honduras se desangra y la vida sigue como si nada pasara. En febrero, más de 370 miembros de maras que guardaban prisión murieron en el centro penal de Comayagua en un confuso incendio todavía sin aclarar. En marzo, 29 pandilleros más murieron por riñas en el penal de San Pedro Sula. Honduras se desangra, pero como su Gobierno rompió la alianza de Manuel Zelaya con Venezuela, entonces es un país democrático. Honduras se desangra y la impunidad es pan de cada día, pero como hay elecciones cada cuatro años, entonces es un país democrático.
Honduras es el país más violento de la región y se hunde en la pobreza, pero eso no importa, porque está luchando por mantener su estabilidad macroeconómica y da libertades para la inversión extranjera. Honduras se desangra; su democracia formal está manchada con sangre. El asesinato del periodista Villatoro es tan condenable como el de todos los periodistas, defensores de derechos humanos y opositores al golpe de Estado. Por eso, nos unimos al clamor del pueblo hondureño recogido por Amnistía Internacional: ni una muerte más.