Los reveses electorales parecen no haber hecho mella en los partidos políticos, que se aferran a su modo de proceder habitual. Todavía no toman nota de la alteración de la dinámica social. La dirigencia de Arena invoca la separación de poderes para anular el pacto que le facilitó ocupar la presidencia de la legislatura durante año y medio, porque el candidato pactado no es de su agrado. Le desagrada su docilidad al poder ejecutivo. Sin embargo, el acuerdo con el FMLN, por el cual Arena impuso al fiscal general actual a cambio de ceder a los efemelenistas el procurador de derechos humanos, atenta contra esa separación de poderes que tanto dice apreciar. En ambas elecciones, el escrutinio de los candidatos fue una farsa, porque la decisión estaba tomada de antemano. Arena olvida que durante los largos años que dirigió el poder ejecutivo ese principio de la democracia le trajo sin cuidado. La debilidad institucional actual es, en gran parte, consecuencia de esa despreocupación.
La elección de un procurador de derechos humanos sin mayor conocimiento ni experiencia y con varios expedientes judiciales abiertos por conducta irregular en el juzgado es producto de dicho acuerdo con Arena. Un juez puede errar, pero en la administración de justicia hay errores intolerables: aquellos que niegan el derecho de la víctima para favorecer al poderoso. En lugar de encontrar justicia, quien acude a esa clase de jueces halla más injusticia. La elección de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral tampoco ha sido un ejercicio ejemplar de independencia. Fueron elegidos gracias a otro acuerdo de los partidos.
El conocimiento, la experiencia y la integridad no interesan. Lo único que importa es que los seleccionados ofrecen garantías al partido que los propuso o bien el nombramiento es recompensa por servicios prestados a dicho partido. Es decir, el Estado sirve para medrar. Estas prácticas dejan dos opciones: suprimir el examen de los candidatos para ahorrar tiempo y dinero, y ganar en coherencia, pues no habría engaño en cómo eligen los diputados; o dejar la selección de los candidatos a una instancia ajena a estos y los partidos. Esa instancia elaboraría una terna para que aquellos eligieran. Arena debiera promover esta propuesta si su interés en la separación de poderes es genuino.
En la legislatura y la política, los pactos son necesarios e incluso convenientes. Pero la política nacional los utiliza para adquirir o asegurar cuotas de poder, sin considerar si, como en los casos mencionados, los elegidos son idóneos o lo que deciden redunda en el bien común. Arena se reviste de integridad por mero oportunismo. Todavía no ha demostrado que sus decisiones se fundamentan en principios éticos. Al contrario, son tan volátiles como las de sus adversarios actuales. Se mueven por intereses coyunturales con la finalidad de acumular poder. Por eso, los adversarios de hoy son los aliados de mañana. Y el diputado que ayer era inaceptable para ocupar la presidencia de la legislatura ahora resulta apto, sin mayor explicación.
El director de ANDA publicita las mejoras que introducirá en la distribución de agua con el argumento de que los Gobiernos anteriores la descuidaron, olvidando que él se desempeñó como asesor y gerente en la segunda administración del FMLN. Al menos, debió agregar que insistió en la necesidad del mantenimiento, pero que no lo escucharon. El director de los penales contradice públicamente el juicio del director de la Policía y presenta como prueba de la relación de empresarios y políticos con las pandillas un video de hace varios años, que muestra una fiesta de pandillas en una cárcel.
La política nacional no conoce la vergüenza. Sus representantes más conspicuos mienten y se contradicen con total naturalidad Tampoco les importa mucho. En gran medida, porque la sociedad se los tolera. Prometerán lo contrario cuando, confiados, vuelvan a la cacería de votos. Pero puede ocurrir que esa forma de votar esté cambiando, tal como lo muestran los resultados de las dos últimas elecciones. De todas maneras, todavía hay margen para esta clase de política.
El cansancio ciudadano con Arena y el FMLN es evidente. La desigualdad de oportunidades es cada vez menos tolerable. Los escándalos de corrupción han desacreditado irreparablemente a los políticos y la política. Ninguno de esos partidos canaliza el descontento popular. Todos han colocado la democracia al servicio del gran capital nacional y transnacional. El presidente Bukele y su partido han suscitado nuevas expectativas, condensadas en la expresión “Y esto apenas empieza”. El presidente chileno prometió que “vendrían tiempos mejores”, pero la gente se cansó de esperar y se ha sublevado contra el Gobierno y el capital. Chile ha sido el modelo económico de Arena. De ahí copió el sistema de pensiones. También es el espejo donde el Gobierno de Bukele debe mirarse. Si lo que apenas empieza se queda solo en comienzo, puede colmarse el hartazgo y estallar la rebelión popular. De momento, los exasperados emigran en masa, a pesar de las asechanzas del camino y las autoridades.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.