Los principios religiosos permiten orientar las acciones de los creyentes, sobre todo en ambientes llenos de desesperanza e injusticia, y también pueden ser una guía importante para un presidente en un país de mayoría cristiana. Mensajes con elementos religiosos han estado presentes en los discursos de los presidentes de El Salvador durante guerras, terremotos, tormentas, etc. Cristiani, en la firma de la paz, mencionó lo divino: “Por sobre todas las cosas, gracias a Dios que nos ha dado a los salvadoreños el don maravilloso de la paz […], que Dios nos bendiga a todos”. Invocar o mencionar a Dios no vuelve “mala” o “buena” a una persona, ya que es difícil evaluar su autenticidad. Sin embargo, para el caso, hay fuentes verificables de que, entre 1991 y 1993, Cristiani se hizo del control de buena parte de las acciones del banco Cuscatlán luego de privatizar la banca nacional, lo que le permitió aumentar su fortuna a costa del Estado.
Del mismo modo, en 1998, Calderón Sol durante el huracán Mitch dijo: “[Estamos] fortalecidos por la fe en el Divino Salvador del Mundo, enfrentamos el destructivo huracán Mitch, y una vez más nuestro pueblo demostró su solidaridad […]”. En su discurso apeló a una figura religiosa, pero en la crisis se dieron manejos oscuros de donativos. Casi al finalizar su período, en 1999, renunciaron cinco funcionarios de alto rango (en un corto lapso de tiempo) aduciendo razones personales, pero el asunto parecía estar más relacionado con la inconformidad por el mal manejo de los fondos. Un caso emblemático fue el de la ministra de Educación, Cecilia Gallardo de Cano, quien al parecer decidió abandonar su cargo por la extracción de fondos de educación para financiar la campaña presidencial de Arena (http://www.uca.edu.sv/publica/proceso/proc836.html).
Otro presidente que se refirió a lo divino fue Francisco Flores. En su discurso de toma de posesión expresó: “Depositamos nuestra fe en Dios, a quien pedimos sabiduría y la constancia necesaria para emprender la tarea que nos ha sido encomendada”. Dicha sabiduría se iba a poner a prueba en los terremotos de 2001. Años después, Flores aseguró haber recibido cheques a su nombre del Gobierno de Taiwán para las víctimas de los sismos, sin poder explicar dónde fue a parar ese dinero, por lo que se le acusó de apropiación de fondos públicos.
En el caso del presidente Saca, en el contexto del huracán Stan, mandó un mensaje con referencias religiosas durante la crisis: “Como pueblo cristiano, rogamos a Dios que su mano poderosa nos libre de esta nueva prueba y que nos unamos en oración, para que no se incrementen las tormentas”. Mencionar a Dios fue recurrente en varios de sus discursos. A pesar de ello, luego de terminar su mandato, Saca admitió que cometió delitos de peculado y lavado de dinero, por lo que fue condenado y enviado a prisión.
Luego está el caso del presidente Mauricio Funes, quien gobernaba cuando aconteció la tormenta E12. Unos meses después de esta dijo: “Quiero ratificar este día mi compromiso por dejar al cabo de mi mandato un país mejor, preparado para enfrentar las crisis, las acechanzas, los desafíos, los desastres de la naturaleza que solo domina Dios”. A esta referencia a Dios se le suma el constante uso de la figura de monseñor Romero, a quien señaló como su guía espiritual en variedad de ocasiones. Sin embargo, después de su mandato, la Fiscalía General de la República lo acusó de una serie de delitos y el exmandatario huyó a Nicaragua, donde se encuentra prófugo de la justicia.
Por su parte, Sánchez Cerén utilizó un discurso religioso para intentar mejorar su popularidad. Al comienzo de su tercer discurso de rendición de cuentas, felicitó a monseñor Rosa Chávez por su nombramiento como cardenal, agregando: “Esperamos otras buenas noticias respecto al proceso de canonización del beato Oscar Romero y la beatificación del padre Rutilio Grande […] Que Dios nos bendiga”. En ese momento, su Gobierno estaba muy mal evaluado, había descontento ciudadano por la ineficiencia en seguridad y por acuerpar a funcionarios acusados de corrupción (incluido el expresidente Funes).
Como se observa, todos los presidentes de la posguerra han pasado por crisis, todos se han referido a Dios y todos han sido acusados de corrupción o la han asolapado. El presidente Bukele también ha utilizado figuras religiosas para justificar su proceder político. Cuando se le preguntó sobre un plan de financiamiento por la tormenta Amanda, afirmó que puede reconstruir todas las casas que sean necesarias ya que “Dios proveerá”. Esto se suma a la toma con militares de la Asamblea, donde aseguró que Dios le habló pidiéndole paciencia para no sacar a los diputados de sus puestos. Estos son ejemplos de acciones que han sido políticas, pero con justificaciones religiosas poco creíbles.
A los presidentes (todos) más les valdría haberse comportado como cristianos sin haber dicho nada, ya que las oraciones o menciones a Dios en la política han sido irrelevantes; lo que se necesita son prácticas de políticas públicas sin corrupción. El mensaje religioso es importante y lo deben llevar líderes de iglesias, familias y los individuos en el ámbito privado, ya que no se trata de descartarlo, sino de que los políticos no lo utilicen en sus discursos para reforzar su imagen pública (tal cual hace un falso profeta). Si un presidente usa recurrentemente el lenguaje religioso para justificarse, es una aceptación tácita de incapacidad, ya que por sí mismo no es competente para generar políticas públicas eficaces.
Ya lo dice la misma Biblia: “Cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ellos ya han recibido su recompensa”. Es difícil saber si los presidentes creen o no en el mensaje de Dios, pero si hubiera forma de medirlo, sería con la promoción de la transparencia, la ética, el respeto al derecho ajeno y la tolerancia.
* Luis Eduardo Aguilar, docentes del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas.