Sobre desigualdad y trabajo

9
Armando Álvarez
27/09/2019

En las últimas semanas, en redes sociales, han circulado opiniones sobre la pobreza que ubican al individuo como último responsable de su condición. Esta forma de abordar la problemática suele estar plagada de subjetividades a partir de experiencias personales que difícilmente son generalizables y hace abstracción de la desigualdad generada por la forma en la que sociedad se organiza.

La concepción inicial de economía como ciencia, es decir, la economía política, tenía como centro de atención las relaciones entre las clases sociales y la partición de cada clase en la producción y distribución del producto socialmente generado. En palabras del economista clásico David Ricardo: “El producto de la tierra se distribuye entre tres clases de la comunidad: el propietario del terreno, el poseedor del stock o capital necesario para su cultivo, y los trabajadores (…). La determinación de las leyes que regulan esta distribución es el principal problema de la Economía Política”. Las reflexiones de la economía política pueden ayudar a descartar las explicaciones que responsabilizan al individuo de su condición de pobreza y a vincular esta problemática con la desigualdad.

Los economistas clásicos argumentan que el trabajo es el único generador del valor, es decir, el intercambio entre mercancías se realiza de acuerdo a la cantidad de trabajo que fue necesario para producirlas. Casualmente, este pensamiento parece estar detrás de alguna de las declaraciones de las personas que responsabilizan al individuo de su situación de pobreza cuando señalan que las personas en pobreza no trabajan lo suficiente o no se esfuerzan lo suficiente: si las personas trabajaran más, estarían en mejor condición.

De ser cierto este argumento, las desigualdades tendrían un límite, porque el tiempo de trabajo diario que tenemos es limitado. Asumiendo que dormir no es necesario, en un día nadie puede trabajar más de 24 horas, por lo que la brecha entre el ingreso de las personas que “trabajan y se esfuerzan más” no podría expandirse sin límites respecto al ingreso de las que personas que “trabajan y se esfuerzan menos”. Sin embargo, eso no se observa en la realidad. De acuerdo al Informe sobre la desigualdad global, desde 1980 la proporción de la producción total que se apropia el 10% más rico se ha incrementado, especialmente la participación del 1% más rico. El Salvador no es la excepción.

De acuerdo con datos del Banco Central de Reserva, desde 2005 hasta la fecha (años en los que se encuentra disponible la información), las ganancias empresariales han incrementado su participación en la producción total del país, mientras que la participación de los salarios ha disminuido. Adicionalmente, si la movilidad social fuera una posibilidad que depende del esfuerzo del individuo, deberíamos de ver cambios de apellidos en las familias más ricas a lo largo del tiempo, algo que no se observa en El Salvador.

Si nuestra situación social depende del trabajo que realizamos y si la cantidad de tiempo que cada uno tiene es limitado, ¿cómo es posible que los ricos se distancien cada vez más de los pobres? ¿Cómo es posible que los apellidos de los ricos sigan siendo los mismos que hace un siglo? La respuesta la encontramos en las relaciones entre clases sociales. En el capítulo 8 de La riqueza de las naciones, Adam Smith lo explica de manera brillante:

En el estado original de cosas que precede tanto a la apropiación de la tierra como a la acumulación del capital, todo el producto del trabajo pertenece al trabajador. No lo comparte con terrateniente ni con patrono alguno. Si ese estado hubiese continuado, los salarios del trabajo habrían aumentado con todos aquellos progresos en su capacidad productiva ocasionados por la división del trabajo. Todas las cosas se hubiesen vuelto gradualmente más baratas. Se producirían con menos cantidad de trabajo, y como las mercancías producidas con las mismas cantidades de trabajo se intercambiarían entonces naturalmente unas con otras, se comprarían con una cantidad menor de trabajo.

En palabras sencillas, Smith aclara que, aunque solo el trabajo genera valor, la distribución se realiza entre las distintas clases sociales. Esto explica porque las personas que emigran, las mujeres que realizan doble jornada laboral y nuestros campesinos, a pesar de trabajar y esforzarse mucho más que la mayoría de la población, no tienen ingresos que les permiten mejorar sus condiciones materiales de vida. Aunque los autores citados escribieron entre el siglo XVIII y XIX, ya sabían que no necesariamente un mayor esfuerzo o trabajo implicaría una mejor condición social, algo que en El Salvador, en pleno siglo XXI, parece que todavía no está claro para todas las personas.

Como clase social trabajadora, deberíamos ser más empáticos con los que pertenecen a nuestra clase, es decir, con aquellos que únicamente poseen su trabajo para lograr subsistir. Comprender el funcionamiento de la economía, identificar nuestros intereses en común, así como presionar a los empresarios y al Estado para que los cumpla es mucho más importante que dar consejos poco generalizables para superar la condición individual de pobreza.


* Armando Álvarez, docente del Departamento de Economía.

Lo más visitado
1
Alfredo
28/09/2019
17:22 pm
Buen artículo Armando.
0 4 0