Existen diversas maneras, estilos y momentos de comunicar. Durante las campañas electorales, los políticos de los partidos de derecha acostumbran usar sombrero en sus actividades proselitistas para comunicar, de manera sublime y muy a su manera, quiénes son los que mandan, quiénes son los dueños de la finca o de la hacienda. Si se ponen sombrero es porque algo les ayuda para ganar votos en una población autoritaria y acostumbrada a tener el guardia a la par para portarse bien. Este comportamiento de los políticos de derecha es muy parecido al estilo de Los Perrones, quienes usan sombrero, montan a caballo, andan armados, asisten a jaripeos y hasta tienen canciones de sus andanzas.
Después de las campañas electorales y hasta el próximo evento electoral, los políticos guardan el sombrero debido a que ya lograron su objetivo. En la época de la dictadura militar, era ridículo y gracioso ver a los coroneles y generales (candidatos a la presidencia) con el sombrero encima. Lo que si quedaba claro es que, en una sociedad como la nuestra, marcada por la relación patrono-colono, el sombrero comunicaba de alguna manera quién tenía el poder. Un par de ejemplos de actualidad: lo que a los hondureños les comunica el sombrero de Mel Zelaya y lo que el alcalde de Soyapango quiere comunicar luciendo la gorra de soldado cubano.
Continuando con los antiguos candidatos del PCN: cuando éstos ya se habían convertido en presidentes, publicaban sus rostros en pósters con la banda presidencial impuesta en su uniforme militar. Los pósters se colgaban en cada oficina de gobierno y, además, se repartían a sus seguidores para que los colgaran de las paredes o canceles —dependiendo de la clase social— de las casas. Esta costumbre la siguió Arena con sus presidentes, cumpliendo el refrán "de tal palo tal astilla". El póster enfrente o atrás del escritorio del empleado público es también una forma de comunicar y recordar quién es el que manda. Esperaríamos que con el nuevo Gobierno se abandonara esta práctica autoritaria.
Los medios de comunicación masivos están resintiendo la falta de la foto del coronel en la pared, y lo expresan de diferentes maneras aduciendo que no están recibiendo la información adecuada del Gobierno y que el Presidente no se comunica con ellos. Algo de verdad hay en eso: Mauricio Funes no termina de afinar su estrategia de comunicación con la población y con los medios en general, los cuales, dicho sea de paso, han sido bastante hostiles a su persona. Hasta hace un mes, el Gobierno lanzó su logotipo y eslogan de "unir, crecer e incluir". Y, por lo visto, está usando sus mensajes en televisión con un contenido social, buscando resolver problemas como el de los accidentes de tránsito y no mostrando obras para ganar votos; contrario a lo que hace el alcalde de San Salvador, Norman Quijano, con su propaganda "100 días - 100 obras". Aquí hay un cambio importante en el manejo de la comunicación de este Gobierno que los medios no comentan.
Los grandes medios han estado acostumbrados a divulgar noticias que no requieren que los periodistas piensen y analicen; simplemente éstos han reportado lo que los funcionarios o el Presidente dicen. A lo sumo, llegan a consultar a formadores de opinión sobre lo que piensan de lo que dijo o no dijo el Presidente o el funcionario de turno. También recurren a la entrevista de manera excesiva como forma de hacer periodismo y a reciclar cierto tipo de noticias. A tal grado que estamos más informados de la agenda de la realeza europea o de la vida loca de las "celebridades" de Hollywood, que sobre lo que ocurre en nuestro país, en nuestros países vecinos o en Suramérica, África, el Medio Oriente, etc.
Los grandes medios tienen ahora la oportunidad de quitarse el desprestigio bien ganado por ser los "organismos de propaganda del Estado", y comenzar a realizar su labor de informar con la verdad y sin ideologías. Claro, esto implica, como dicen los administradores de empresas, que los medios salgan de su zona de confort y empiecen a innovar. De hecho, La Prensa Gráfica ha realizado avances, aunque sea a nivel de tecnología; todavía le falta mucho a nivel de contenidos.
Es interesante lo que sucede en el país. Hasta antes del 1 de junio, Arena y los medios imponían la agenda de comunicación del país; qué, cómo y cuándo informar lo decidían a su antojo. Ahora que el Presidente quiere imponer su agenda —la agenda del país—, los medios no terminan de asimilar la idea. Funes quiere fortalecer los medios estatales de los que dispone, y a través de ellos realizar su labor de comunicación. Esto parece bien, más aún cuando se sintoniza la radio nacional y nos enteramos que se ha convertido en pura salsa y rancheras. ¡Qué pena!
Mal haría el Presidente en convertir a los medios afines a la ideología de izquierda —como desean muchos de ellos— en sus organismos de propaganda del Estado, porque en ese caso perdería la democracia del país. Es mejor dejar sueltos a los medios, que ellos empiecen a modernizar sus estructuras de manejo de la información y que, de una vez por todas, se profesionalicen, brindando, más que noticias triviales, análisis completos de la realidad del país que incidan en la solución de los problemas. Con solo cuatro temas: educación, salud, cultura de paz y gobernabilidad, tendrían una gran labor por realizar para el bien del país. Ojalá aprovechen esta gran oportunidad.
Por mi lado, estoy en paz y tranquilidad sin el acoso propagandístico presidencial de toda la vida. Prefiero a una hormiga callada, trabajadora y que muestre resultados, a una lora, gritona y mentirosa que me diga que sus obras son "con sentido humano".