Sobre la beatificación de monseñor Romero

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En los tiempos recios de la guerra, a monseñor Romero se le acusaba de ser una persona débil de carácter, que había dividido al país y que tenía errores doctrinales. La propia Fuerza Armada publicó un folleto titulado "la Iglesia del pueblo nace en El Salvador", dedicado a exponer ese tipo de acusaciones. Hoy ya nadie presta atención a esas tonterías. Pero cuando la causa de beatificación del arzobispo mártir progresa, aunque sea a paso excesivamente lento, se empieza a decir que la politización de su figura impide el avance del proceso vaticano. Y curiosamente quien más difunde esa idea es el periódico que en su tiempo daba espacio a los ataques más enconados contra monseñor Romero, al que llamaba sin empacho "obispo rojo" y todas esas sandeces que solían usar quienes en el pasado justificaban el asesinato de quienes pensaban de modo distinto a ellos.

Sobre los procesos de beatificación en la Iglesia, aprovechando este tiempo "romeriano", es bueno hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, cualquier comunidad cristiana tiene derecho a pedir la beatificación de aquellas personas que hayan sido ejemplares y hayan despertado cercanía con el Evangelio de Jesucristo. Posteriormente, el servicio de la autoridad en la Iglesia debe investigar y analizar si la petición procede. Pero independientemente de la ideología que uno tenga, si se es cristiano, se tiene el pleno derecho a desear y pedir que se ponga en los altares a quien sea ejemplar en su radicalidad evangélica. Que gente de izquierda pida beatificaciones no es ni puede ser un obstáculo para beatificar a alguien. Lo mismo que no lo es que gente de derecha lo pida. Llamar santo a alguien, o decir desde la libre opinión cristiana que alguien es mártir, no es nunca culto público si no se utiliza dentro de la liturgia formal de la Iglesia. Si podemos decir de alguien, incluso estando vivo, que es un santo varón, cómo no poder decir de monseñor Romero —o de monseñor Rivera— que fue un arzobispo santo. Si bien no podemos ni debemos incluir en la liturgia eclesial advocaciones no autorizadas para el culto público, opinar sobre la santidad o el martirio es un derecho claro de cualquier cristiano.

La santidad, y sobre todo el martirio, tiene siempre su dimensión política, entendida ésta en el sentido amplio de la palabra. Para los cristianos, los santos producen mejoría de la "polis", construyen "ciudad de Dios" en la tierra y hacen más humanos a los hombres y mujeres con quienes se relacionan. El martirio, por su parte, no puede explicarse plenamente sin verlo como una oposición claramente política —en su sentido amplio, de nuevo— a la idolatría del poder. En su sentido actual en el cristianismo, la palabra "mártir" nace a partir de quienes derramaron su sangre por negarse a reconocer a los emperadores romanos como señores de la historia. En aquel entonces, bastaba con decir ante la estatua del emperador la simple y corta frase "el César es el Señor" para que el cristiano quedara libre de la muerte.

Esta dimensión política del martirio no la puede olvidar la Iglesia. Porque es real, en primer lugar, y porque de olvidarla correría el peligro de justificar a quienes hoy siguen todavía idolatrando el poder o algunas dimensiones del mismo. Monseñor Romero fue enormemente crítico y firme ante la idolatría del poder (y, por supuesto, ante la del dinero), y en buena parte lo mataron por ello. Jamás justificó la violencia de nadie como mecanismo de acceso y/o permanencia en el poder, y en ese sentido contrastaba con el medio ambiente político de su época, que confiaba excesivamente en los mecanismos violentos a la hora de hacer política. En ese sentido, hay que reconocer que la dimensión política del martirio de monseñor Romero es muy clara y evidente. Nuestro arzobispo mártir propiciaba una política del bien común arraigada en la Doctrina Social de la Iglesia, pacifista y partidaria de enfrentar desde la conversión y el diálogo las injusticias estructurales y las violaciones sistemáticas a derechos humanos. La continuación de este modo pastoral de actuar por parte de monseñor Rivera y monseñor Gregorio Rosa les valió también, a lo largo de la guerra civil, una infinidad de insultos, calificaciones políticas, amenazas e incluso una petición tan absurda como subnormal, hecha al Papa por el Fiscal General de la República, solicitando que a ambos obispos se les sacara de El Salvador.

La figura de monseñor Romero ha ido cobrando cada vez más luz y fuerza con el paso de los años. No sólo ilumina nuevas dimensiones que deben estar presentes en la figura del obispo en la Iglesia católica, sino que se ha vuelto ampliamente ecuménica. La confesión anglicana, tan cercana a la católica, lo considera un mártir del siglo XX. Y algo parecido piensan luteranos, bautistas y otras confesiones de larga tradición y raíz cristiana. En la Iglesia católica, Juan Pablo II insistió en que el obispo, en medio de la crisis mundial caracterizada por "una guerra de los poderosos contra los débiles", tuviera unas actitudes y características muy similares a las que tuvo nuestro santo arzobispo. En realidad, recuperó, en el texto que citamos, la dimensión política amplia que tantos buenos obispos han tenido en América Latina, y la dimensión política del martirio si se les asesina por ser voz de los pobres. En efecto, el Papa insiste en que, ante los retos de nuestro mundo actual, el obispo debe estar "afianzado en el radicalismo evangélico", está llamado a una enorme libertad para predicar la Palabra ("parresía"), se le pide ser "profeta de justicia", " es defensor y padre de los pobres, se preocupa por la justicia y por los derechos humanos"; y recuerda que "si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie, ni siquiera para los llamados ricos". Y, finalmente, para que el parecido sea mayor con monseñor Romero, asume "la defensa de los débiles haciéndose la voz de quienes no tiene voz para hacer valer sus derechos". Si monseñor Romero no se merece la beatificación como mártir después de estas palabras de Juan Pablo II en su exhortación apostólica Pastores gregis, será difícil encontrar en el futuro a un obispo que pueda serlo.

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Anónimo
01/07/2010
07:56 am
Como Clerigo y fomentor protestante de la vida celibe opcional y defensor de los derechos humanos, es aun indiscriptible que no se halla beatificado al Padre Romero, despues de todo lo sucedido, es por ello, que acordamos con muchos que el Vaticano esta plagado del Opus Dei, donde Jose Maria Escriva de Balaguer fue hecho "santo" de manera rapida y curiosa. La pastoral de Oscar Romero es unica y deberia beatificarse como ejemplo de la universalidad del catolicismo dejando todo fundamentalismo anacronico. La furia de benedicto como la indiferencia de Karol contra la teologia de la Liberacion se ven en esta demora por la exigencia de la beatificacion del Padre Romero. Y es que hay que ser la voz de los sin Voz siempre!!!!!!!!!!
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Anónimo
30/03/2010
20:44 pm
Soy Guatemalteco, que tuve la oportunidad de vivir 3 años en El Salvador. Conocì de cerca la gente Salvadoreña, tengo muy buenos amigos en su paìs. Con Monseñor Romero, està claro, Dios pasò por El Salvador, como con Monseñor Gerardi, pasò por Guatemala. Es lamentable, como los medios internacionales de comunicaciòn, sin ètica, dan importancia a cosas superficiales que acontecen en la Iglesia,y no a la esencia de la misma...lo que constituye causas como la de Monseñor Romero Pero, al final, lo Institucional en la Iglesia, algun dìa sucederà, lo importante es que la gente salvadoreña, ya le otorgò el tìtulo de beato. Porque me pregunto, hay alguien que dude de la Santidad de Monseñor ? La Iglesia, tarde o temprano lo harà.
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Anónimo
27/03/2010
14:25 pm
Si yo estuviera seguro que todos los comentarios que respetan sus criterios de publicacion, es decir: "No se publicarán comentarios escritos completamente en mayúsculas o que contengan insultos." Son publicados, haria un comentario a acerca de este articulo, pero como la experiencia me ha demostrado lo contrario solo les digo : muy buen punto de vista, gracias.
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Anónimo
25/03/2010
18:44 pm
Agradezco que personas como el rector de la universidad José María Tojeira se tome el tiempo para escribir este tipo de notas dandonos cultura, conocimientos de lo que verdaderamente fue Monseñor Romero. Hoy con la internet es posible accesar a estos conocimientos dados por personas que hacen bien a todos los salvadoreños mostrando puntos de vista de temas del momento. Soy empresario, tengo 47 años y me deleito de leer las notas informativas de la UCA. Gracias.
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Anónimo
24/03/2010
01:35 am
Sinceramente no entiendo como aún no ha sido nombrado ni tan siquiera beato. La verdadera realidad de la santidad no está en milagros a posteriori de su muerte en el sentido de curación de enfermos de manera milagrosa o cosa así. La esencia de la santidad esta en que su comunidad cristiana primero y el resto del pueblo de Dios después cree que en él se manifiesta claramente el evangelio en toda su magnitud, y es por ello por lo que pedimos que sea Santo. ¿Quién es verdadedaramente quíen politiza esta santidad en el peor sentido de esa palabra?, ¿su comunidad o quiénes no saben ver la presencia evangelica y de FE en monseñor Romero y le excluyen como modelo a seguir por el catolicismo?. ¿Pero de verdad alguien duda que la vida de monseñor Romero no fue milagrosa? ¿Cuál es realmente la verdadera causa para no beatificarle?
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