Tiempo de crítica

Cada aniversario del Gobierno es necesariamente tiempo de evaluación. Y en las evaluaciones entra siempre lo positivo y lo negativo. Pero a pesar de que "evaluación" viene de la palabra "valor", la tendencia evaluativa excluye los valores humanos más necesarios en una democracia. E incluso muchas veces quienes evalúan lo hacen desde posiciones políticas o ideológicas determinadas de antemano para ver solo lo negativo. La ANEP, muy descaradamente, y Fusades, con mayor disimulo, son los ejemplos más evidentes de este modo de evaluar que acaba diciendo medias verdades, sin asumir seriamente valores amplios de humanidad. No vamos a decir que las críticas de estos grupos no tengan sus dosis de verdad. Pero son incompletas, interesadas y olvidan elementos básicos de la vida salvadoreña.

Los ejemplos pueden ser abundantes. De la ANEP baste con comentar su rechazo a la inclusión de las trabajadoras del hogar en el Seguro Social. Un grupo racista no lo hubiera argumentado mejor. Lo importante en esta gremial es no solo manifestarse sistemáticamente contra el Gobierno, sino incluso contra los pobres. De sobra tenían que saber estos señores que la inclusión de las trabajadoras del hogar en el Seguro no crearía problemas, pues aportarían dinero y gozarían de muchos menos beneficios que los derechohabientes normales. Fusades, que analiza la legislación, podría habérselos explicado. Pero al ser la ANEP un grupo arenero, más que técnico, está ya iniciando la campaña política para las elecciones de dentro de dos años. Incapaces de reconocer que ellos son parte muy importante de ese liderazgo que ha mantenido a El Salvador en la pobreza y el subdesarrollo, tienen demasiada hambre de volver al poder. Ese poder que manejaron tantos años con la misma o mayor ineficacia que el Gobierno actual. Bueno es aquí recordar aquella frase que tanto repetía el padre Ibisate en sus últimos años: "El mayor problema de El Salvador no es la pobreza, sino la riqueza". Porque una riqueza egoísta, ávida de poder y productora sistemática de desigualdad siempre genera disfunciones sociales.

De Fusades se puede hablar un poco mejor. Al ser un grupo técnico y de gente bien formada, no incurren normalmente en la charlatanería agresiva de los mercaderes. Pero las lagunas de su discurso evaluativo develan la actitud de un grupo que no quiere ofender a quienes los financian. Da risa ver cómo ponen entre los grandes logros del Gobierno actual su oposición al socialismo. Como si entre nosotros existiera un intento serio de implantar el socialismo en el país. Pero más allá de esa cómica evaluación positiva de la administración Funes, la ausencia de algunos factores de evaluación muestran su mal de fondo. Y valga un solo ejemplo. En enero de este año, el Presidente pedía perdón en El Mozote por la terrible masacre del pasado y pedía al Ejército que revisara los nombres de los militares que habían violado derechos humanos y que reciben culto como héroes. La petición de perdón por parte del Ejecutivo era indispensable ante un crimen concreto que emulaba el estilo nazi de exterminio. Los militares, para variar, prepotentes y desobedientes a pesar de su apacible silencio, aún no han cumplido con la orden de revisar a sus supuestos héroes. El teniente coronel Domingo Monterrosa continúa con su nombre en la brigada de infantería de San Miguel, a pesar de que era el comandante del batallón Atlacatl cuando este grupo militar ejecutó la matanza. La Fuerza Armada sigue teniendo como deuda pedir perdón públicamente como institución por todos los crímenes cometidos y encubiertos institucionalmente. Nada de esto aparece en la evaluación de Fusades. Que los militares desobedezcan al Presidente no parece problemático. El tema de los derechos humanos y las complejidades de su entorno no son relevantes en su apreciación de la realidad salvadoreña; ni siquiera los derechos económicos y sociales, tan golpeados por la crisis internacional y por el estancamiento nacional. ¿Es mucho pedir que un sedicente tanque de pensamiento con gente bien educada toque de vez en cuando estos temas?

Tres años es tiempo de evaluar. Y es cierto que muchos esperábamos más de este Gobierno. Pero deseábamos realizaciones en esa línea que odian los empresarios de la ANEP. Queríamos ya en estos tres años más inclusión en el Seguro Social, avanzando hacia un sistema de salud que no distinga tan discriminatoriamente entre quienes cotizan y quienes no pueden hacerlo. Deseábamos unos mayores impuestos que posibilitaran el acceso al bachillerato de toda la población joven. Creíamos que era posible ampliar la pensión compensatoria a toda la población mayor de 70 años, recortando gastos superfluos en la Asamblea Legislativa y en otras instituciones del Estado. Algo, pero todavía muy poco, se ha logrado al respecto. Y es que tal vez debamos evaluar al país y no solo al Gobierno cuando se trata de estos temas. Cuando el liderazgo del capital pesa demasiado salvajemente en la realidad, suelen paralizarse las grandes reformas. Pero ¿qué es el capitalismo salvaje?, pueden preguntarse algunos. Simplemente, el que practican aquellos que no quieren que las mujeres que les limpian los mocos a sus hijos vayan al Seguro Social cuando se enferman. Por eso es difícil unir las críticas a las de ellos.

Evaluemos al Gobierno, sí, pero examinemos también al país entero para no caer en balances demasiado baratos. El poder no está solo en manos del Gobierno, y con frecuencia ciertos poderes difusos, pero extremadamente fuertes, dificultan las grandes tareas que necesita El Salvador para salir adelante. Los militares se dicen obedientes y no deliberantes, pero todos sabemos que no son así. Las federaciones de empresarios se llaman a sí mismas "sociedad civil", pero con frecuencia ejercen un poder semejante al de las mafias. Los medios de comunicación se autotitulan "conciencia nacional", pero ceden con frecuencia a intereses no nacionales, sino grupales. Así, pues, cómo han funcionado estos poderes al lado del Gobierno debe ser también tema de evaluación. Porque dado nuestro estancamiento, es el ejercicio del poder en su totalidad el que hay que evaluar en el país, y no solo la parte que llamamos poder ejecutivo.