Un mes para pensar

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Septiembre, mes en el que conmemoramos la independencia de Centroamérica, debería dedicarse a pensar y planificar el futuro de nuestros países. No desde un grupo de poderosos o iluminados, sino desde valores netamente humanos. Los cuatro países más norteños del istmo centroamericano, con sus democracias débiles, deficientes y en algunos casos plagadas de corrupción y autoritarismo, no parecen dirigirse por el camino del pensamiento democrático, sino por el del clientelismo y las tendencias autoritarias. Honduras ha dado algunas señales de que quiere corregir el rumbo del anterior presidente, reelegido en contra de la propia Constitución, al igual que Ortega. Pero los otros tres están cayendo en una especie de aislamiento internacional cada vez más preocupante. Si en algún momento hubo interés por los derechos humanos y algo de respeto a los mismos, hoy los poderes están aumentando la persecución y los ataques a quienes los defienden. La democracia se entiende como una especie de voto en blanco para que quien salga elegido haga lo que le dé la gana. La racionalidad, el humanismo, la sensatez están lejos de los planteamientos y los discursos.

Detrás de una propaganda personalista y triunfalista, que insiste en que los nuevos gobernantes son parte de un nuevo punto de partida de la historia, se esconde lo de siempre. Quienes tienen dinero continúan multiplicándolo, mientras los países y una buena parte de sus gentes sufren carencias y dificultades. La migración no se detiene y, en el fondo, se considera un buen negocio. Al fin y al cabo, las remesas, la verdadera “seguridad social” para gran parte de nuestro pueblo, mantienen la economía de países que de otra manera estarían en una situación de pobreza mucho más grave. La contaminación y el daño persistente al medioambiente no importan. El tema del calentamiento global se deja para un indefinido mañana y la corrupción continúa siendo una plaga. Los militares aparecen cada día con mayor relieve como gendarmes protectores de las veleidades presidenciales. Suficiente prueba con ver al almirante Merino aplaudiendo entusiasmado la reelección presidencial. La crítica, un elemento fundamental e indispensable para el verdadero desarrollo humano, se rechaza con una mezcla de desdén y odio. Aunque parezca increíble, permanece presente en la historia actual la prevención de los “notables” que declararon la independencia en Guatemala hace 201 años. Reunidos los acostumbrados a mandar, se decidieron por la independencia, según el primero de los 18 puntos del acta, “para prevenir las consecuencias que serían terribles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Escuchar al pueblo es la menor de las preocupaciones de estos Gobiernos. Consideran mucho más rentable manipular a la gente para perpetuarse en el poder.

El cardenal Gregorio Rosa Chávez decía hace poco que la contaminación que se avecina para el río Lempa a causa del proyecto minero de Cerro Blanco en Guatemala es un problema gravísimo. Y tiene toda la razón, dada la incapacidad que los Gobiernos del área tienen para protegerse de problemas graves de contaminación, que fácilmente puede convertirse en transfronteriza. No se puede hablar de perseguir la unión de Centroamérica si no podemos controlar la tendencia depredadora de algunas empresas contra el medioambiente. El generar riqueza, aunque necesario para el desarrollo de nuestros países, no puede hacerse a base de explotar a buena parte de la población, multiplicando la pobreza de muchos y el enriquecimiento de una minoría. Reformas fiscales serias, sistemas de redistribución de la riqueza eficaces y justos, administración con transparencia y lucha clara contra la corrupción son imprescindibles para poder celebrar con dignidad la independencia. Lo demás es farsa y fanfarria hipócrita. Si además se aprovecha el día para buscar la permanencia en el poder más de lo permitido, traicionando una cultura bien fundada de alternancia y violando la o las Constituciones vigentes, se puede decir como en Hamlet que “algo huele a podrido en Dinamarca”.

Los cuatro países más norteños del istmo centroamericano no parecen dirigirse por el camino del pensamiento democrático, sino por el del clientelismo y las tendencias autoritarias. Honduras ha dado algunas señales de que quiere corregir el rumbo, pero los otros tres están cayendo en una especie de aislamiento internacional cada vez más preocupante. Si en algún momento hubo interés por los derechos humanos, hoy los poderes están aumentando la persecución y los ataques a quienes los defienden. La democracia se entiende como una especie de voto en blanco para que quien salga elegido haga lo que le dé la gana. La racionalidad, el humanismo, la sensatez están lejos de los planteamientos y los discursos.

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