¿Cuestión de imagen?

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A mucha gente le preocupa la imagen de nuestro país a nivel internacional. Sin embargo, hay diversas maneras de valorar esa preocupación. En estos días, los medios de comunicación se han quejado a diario del modesto papel desempeñado por los atletas nacionales en los Juegos Panamericanos, que están a punto de clausurarse en Guadalajara, México. De fondo, lo que duele de la pobre cosecha de medallas (solo una de plata hasta el momento) es que nuestra imagen queda pisoteada, sobre todo por países cercanos como Guatemala, que ha cosechado un récord histórico en esta edición. Duele, entonces, lo que los resultados obtenidos revelan de nuestra pobreza deportiva.

Otro hecho: muchas familias siguen viviendo en la tragedia que causaron este mes las torrenciales lluvias. Las imágenes de casas y puentes destruidos, de evacuaciones de comunidades enteras y de cadáveres de compatriotas dieron la vuelta al mundo. El Gobierno decretó emergencia nacional e inmediatamente, como segundo paso, comenzó a pedir ayuda a los países amigos e instituciones internacionales. En este caso, las imágenes de sufrimiento y dolor sirven para extender la mano pidiendo una respuesta solidaria. De nuevo, la imagen del país en el exterior es de vital importancia, pero esta vez la pobreza de nuestra gente no molesta como la del deporte, porque sirve para llamar a la solidaridad a la comunidad internacional.

Por otra parte, el conflicto entre la empresa estatal CEL y la italiana ENEL, ambas dueñas de la productora de energía térmica LaGeo, ocupó importantes espacios en los medios. Hasta el momento, ha sido incumplido el laudo francés que ordenó a la CEL permitir la inversión de la empresa italiana, dándole con ello el poder de decisión sobre LaGeo. Los grandes medios de comunicación y la empresa privada piden a gritos que se respete la decisión internacional, pues lo contrario implicaría desprestigio para El Salvador, daría el mensaje de que en el país no se respetan los contratos y desalentaría las inversiones extranjeras. Como en los casos anteriores, la imagen del país vuelve a cobrar importancia.

En el contexto de la audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que se celebra esta semana en Washington, se convocó al Estado salvadoreño y a los representantes de las víctimas en los casos del asesinato de monseñor Romero, ocurrido en 1980, y la ejecución de seis sacerdotes jesuitas junto a Julia Elba Ramos y su hija Celina, perpetrada en 1989. El miércoles pasado, los representantes estatales que acudieron a la cita reconocieron que estos crímenes continúan sin investigarse y que siguen sin cumplirse las recomendaciones que la Comisión dictó para estos casos y para el de la masacre en Las Hojas, ocurrida en 1983. Además, el Estado aceptó que tampoco ha adecuado su legislación para dejar sin efecto una ley de amnistía que rompe con los estándares internacionales.

Es decir, ni en los Gobiernos de Arena ni en el actual se ha cumplido con las recomendaciones de la máxima instancia continental en materia de derechos humanos, de la cual El Salvador es miembro activo. ¿Preocupa en este caso la imagen del país en el exterior? Con la actuación, o mejor dicho, con la inacción del Estado salvadoreño se está desconociendo la jurisdicción de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, así como se desconoce la jurisdicción de la Audiencia Nacional de España, aunque esto signifique enviar una imagen de impunidad, injusticia y corrupción.

Sin embargo, a los que les preocupa que la imagen de El Salvador en el exterior desaliente la inversión, les tiene sin cuidado cómo quedamos por el irrespeto a la verdad y la justicia. Ya sea por los pobres resultados en los Juegos Panamericanos, por los desastres socio-ambientales, por los conflictos entre empresas estatales y privadas, o por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el país, la imagen que se proyecta del país es importante. Pero lo que de fondo pesa son los intereses que se protegen o promueven con esa imagen.

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