¿Otra mara?

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Editorial UCA
08/04/2015

El próximo mes comienza su ejercicio la Asamblea Legislativa derivada de las últimas elecciones. Su composición, una mezcla de partidos grandes y pequeños, hará difícil alcanzar la mayoría simple. Y ciertamente los dos partidos grandes tienen individualmente la capacidad de bloquear la mayoría calificada. Las dificultades legales puestas al transfuguismo y el número de diputados del principal partido opositor aseguran que esa capacidad de veto a la mayoría calificada se mantendrá durante los próximos tres años. Y precisamente por eso algunos comentaristas bien intencionados han dicho que la ciudadanía ha dispuesto este resultado para obligar a los partidos a dialogar y lograr acuerdos comunes.

Sin embargo, esa opinión no tiene nada de real. Lo que expresa la composición de la Asamblea es la realidad de un país dividido en dos grandes bloques, entre los que se mueven grupos minoritarios y generalmente oportunistas dedicados a vivir de la política y de las negociaciones en ocasiones corruptas que la propia polarización impone. Una polarización que cada día es menos ideológica y más afán de controlar el poder y las ventajas económicas que este otorga. En ese sentido, una polarización que ofrece un campo fértil para la corrupción y los amaños. Un panorama en el que la sociedad civil debe ejercer de árbitro, pero sin dejarse arrastrar por uno u otro bando, sino tratando de poner racionalidad en medio del debate estéril.

Aunque la construcción de una sociedad civil independiente no se logra fácilmente, hay recursos morales y éticos para ello. Es cierto que el mundo de la empresa, que con frecuencia se llama a sí misma sociedad civil, está en su mayoría alineado con intereses económicamente conservadores y políticamente vinculados con el partido Arena. Algunas organizaciones no gubernamentales y empresas funcionan como una extensión del FMLN o se venden al mejor postor, según momentos e intereses. Los sectores independientes que buscan desinteresadamente el bien común son pocos y relativamente débiles. La habilidad para moverse con libertad en un mundo polarizado no abunda. Pero hay ejemplos claros de que las dificultades se pueden superar.

En los tiempos de la guerra civil, con una sociedad todavía más polarizada que en la actualidad, la insistencia en el diálogo como único camino de salida al conflicto y la defensa de los derechos humanos se convirtieron en una fuerza. Monseñor Romero, tras años de ser atacado, denigrado, marginado y despreciado por quienes se sienten dueños de El Salvador, de su dinero y de sus grandes medios de comunicación, es ahora ejemplo de hombre pacífico y pacificador, y nos convoca a la solidaridad universal con las víctimas. Hoy, la tarea que se impone es insistir a diestro y siniestro en la inversión en la gente. No puede ser que quienes tienen dinero no quieran pagar impuestos adecuados a las necesidades del país, mientras insisten en mantener salarios mínimos miserables. Defender sistemas altamente inequitativos y no universales de salud, educación, jubilación y apoyo a la vivienda nos lleva a la ruina y a la violencia. Tener parásitos en la Asamblea, que ganan mucho dinero mientras se pelean entre sí y se olvidan de los pobres, es un atentado contra la seguridad y ofende la dignidad del país.

Es necesario ser duro, porque la realidad salvadoreña también lo es. Y es necesario decir los nombres de los autores del desastre, porque solo manteniéndose en la denuncia se puede forzar a la reflexión y a la aceptación de un cambio básico a los cómodos, a quienes viven en burbujas de bienestar en medio del sufrimiento ajeno. La persistencia en la denuncia y la insistencia en la propuesta de una mucha mayor inversión en las redes de protección social son indispensables para terminar con los actuales niveles de violencia. La Asamblea de las dos mitades de favorecidos por la fortuna tiene que escuchar un clamor mucho más fuerte que el actual para llegar a acuerdos. No se puede permitir que los políticos se echen la culpa mutuamente mientras el pueblo sigue sufriendo. Ni mucho menos que se laven las manos con las maras o con la violencia, presentándose ante la gente como los buenos de la película. O llegan a pactos que nos conduzcan al bien común y a la justicia social, o habrá que decirles a todos los diputados que ellos son la mara más peligrosa de El Salvador.

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Anónimo
10/04/2015
07:57 am
Preclaro editorial. Es que queda casi nada por agregar. Quizá falta por decir, que mientras el pobre se muere de desesperanza, de digna rabia, de hambre... la clase política favorecida sigue pensando en \"el enemigo\", ese que está en otro curul como el que \"tengo\" y con el cual seguramente me sentaré a negociar privilegios y prebendas que desnudan la pequeñez mental y la pobreza de alma que estos personajes tienen.
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Anónimo
08/04/2015
15:17 pm
Que bueno que se digan muchas verdades pero que malo que no se difumine esta realidad en todos los medios que llegue al publico ciego de tantas mentiras que facilmente se nos hacen llegar.
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Anónimo
08/04/2015
13:46 pm
Buen artículo. La cruda verdad. Pero es necesario insistir y lograr que otros también denuncien
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