En el marco del Día Internacional de la Mujer, el pasado sábado 8 de marzo muchas mujeres salieron a la calle a reivindicar tanto sus derechos como los de todos los salvadoreños. Se manifestaron contra la minería, porque saben que la contaminación y los problemas que genera terminarán afectándolas a ellas y a sus seres queridos. Además, expresaron su preocupación por el costo de la vida y por el régimen de excepción, que han golpeado sobre todo a mujeres pobres. El padre Javier Ibisate, insigne profesor de economía de esta universidad, solía decir que las mejores economistas son las amas de casa. Los Gobiernos pueden hacer grandes promesas, construir elegantes edificios, lograr acuerdos con instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, pero son las mujeres las que detectan con mayor rapidez si la economía del país ayuda a los pobres y a las clases medias, o los mantiene en la precariedad. Ellas saben en la compra semanal si el dinero ajusta, si los precios se vuelven inalcanzables, si los insumos para la comida son abundantes o si habrá que recortar gastos.
A pesar de trabajar más que los hombres por tener a su cargo las labores de cuido y de aportar valores básicos para la convivencia, las estructuras organizativas y sociales del país solo les reconoce sus aportes un par de días al año. En el resto del tiempo, los abusos, las marginaciones y los engaños marcan sus vidas. Su pensión es más baja en promedio que la de los hombres, sus trabajos están peor pagados y en algunos casos carecen de las prestaciones que se le deben dar por ley a todos los trabajadores. Muchos hombres se quejan del feminismo, pero no suelen decir nada de los extremos burdos, violentos y crueles del machismo. Siendo más en número, las mujeres tienen una representación menor en la Asamblea Legislativa. Aunque el tiempo de maternidad ha mejorado ligeramente en los últimos años, todavía es demasiado corto. Y ello, además de perjudicar a la niña o niño, le quita a la madre horas de sueño y de descanso.
Como en el Día de la Madre, en el Día Internacional de la Mujer se felicita a las mujeres por sus esfuerzos, que mantienen con vigor y generosidad la sociedad, y se rinde honores a su lucha por la plena igualdad con respecto a los hombres. Pero pasados los días conmemorativos, se regresa a la dinámica cotidiana de indiferencia, violencia y abuso. La mayoría de hombres vuelve a su machismo habitual y las organizaciones políticas y civiles las marginan, olvidando la deuda social con ellas. Porque, en efecto, volcadas muchas al cuido y la protección de los débiles, las mujeres ponen en la sociedad una serie de valores indispensables. La generosidad del amor, la solidaridad y fraternidad en el cuidado y ayuda al enfermo, al niño y al anciano, la capacidad de perdón, la atención al detalle humano son parte de los valores que comunican.
El día de la mujer no debe ser únicamente una fecha, sino un momento de reflexión que lleve a un permanente esfuerzo de poner en la civilización valores que trasciendan las tendencias a la fuerza bruta y a la idolatría del dinero. Las mujeres juegan un papel indispensable en la transformación social; su trabajo por la igualdad de derechos es un esfuerzo por cambiar y mejorar el mundo. Acuerpar sus luchas es imprescindible para construir una civilización más humana.