En el número 11 de Proceso (27 de agosto de 2020), Ángel Sermeño compartió un pertinente texto sobre el populismo que caracteriza al actual gobierno salvadoreño. En efecto, Nayib Bukele forma parte de la “nueva generación de líderes autoritarios latinoamericanos” (Sermeño, 2020, p. 11). El populismo bukeliano no es sólo un estilo personal de gobernar, sino que se trata de todo un entramado de prácticas, representaciones y discursos que se pueden ubicar en la derecha del espectro político.
El populismo es un fenómeno de amplio espectro. Se trata de una ideología antisistémica, centrada en la gente común, que constituye un pueblo confrontado ante las élites, a quienes identifica como el enemigo a vencer. Tal ideología puede derivar en programas políticos tanto de derecha como de izquierda y puede asumir prácticas democráticas o autoritarias. Por lo general, los proyectos políticos populistas están liderados por personajes carismáticos que se comunican con el pueblo de forma simple y directa, sin intermediarios.
Sin embargo, el populismo no se limita a los liderazgos. Como práctica, puede mejorar o empeorar la democracia (Bryant y Moffit, 2019). Es además tanto un estilo político (Serhan, 2020) como una mentalidad (Larusso, 2020). El proyecto populista define arbitrariamente quién forma parte del pueblo y quién no. Por ello, retoma la construcción del “ellos” y “nosotros” como antagonismo fundante de lo político (Mudde, 2018). Al populismo se le concibe como antisistémico o disrruptor (Arditi, 2007) y suele aparecer en cualquier extremo del espectro político (Munro, 2020). Es un invitado incómodo.
Ya sea por la derecha o por la izquierda, el populismo por lo general se opone a las reglas del juego democrático liberal: pesos y contrapesos, división de poderes, transparencia y rendición de cuentas, reglas de gobernanza, entre otros atributos de la democracia procedimental. Paradójicamente, el populismo apela por la democracia, pero evidentemente su modelo operante no es el liberal. Su apuesta es más por una democracia donde pesa más la soberanía popular que la institucionalidad o la pluralidad representativa (De la Torre, 2008). Pero cuando no hay intermediarios entre la idea de pueblo y su líder, se encumbra un poder absoluto. En esa dirección caminan populismos de derecha como los de Bukele y Bolsonaro.
Encaminado por la izquierda, el populismo puede radicalizar la democracia (Laclau, 2005). A decir de Canovan (1999), el populismo puede nacer en la brecha entre las caras redentora y pragmática de la democracia. Entre la estructura de poder y el pueblo que emerge con sus demandas. La propia ideología democrática posee temas populistas tales como soberanía, la regla de la mayoría y la oposición a la opacidad (Canovan, 2002). Desde la izquierda, construir un pueblo no es pues tarea de un líder, sino de la gente que articula sus demandas, que construye hegemonía al confrontarse con las élites, sobre todo en términos socioeconómicos. Esa no es una ruta que el populismo bukeliano esté tomando; por eso resulta oportuno clasificarlo en la derecha.
En Europa, el populismo de derecha se define por sus posiciones xenófobas y la defensa conservadora de privilegios, sobre todo de raza y clase. En América Latina, con Bukele y Bolsonaro a la cabeza, el populismo de derecha procura mantener el status quo de la dominación económica por medio la recuperación discursiva y facciosa de preocupaciones ciudadanas como la inseguridad y la corrupción. A pesar de que se diga “ni de derecha ni de izquierda”, la nueva derecha recurre a viejas ideas como la mano dura contra el crimen, el monopolio de hablar con Dios y la continuidad de la cleptocracia.
El populismo bukeliano de derecha se ha convertido en un socorrido objeto de debate para analistas internacionales. No puede pasar desapercibido para el mundo que un joven líder haya llegado al poder democráticamente sin agenda clara y sin participar en debate alguno, dé órdenes por Twitter, se tome con militares y policías las instalaciones de la Asamblea Legislativa, instale centros ilegales de detención, desacate resoluciones de la Sala de lo Constitucional y sugiera fusilar a sus magistrados, acose a sus críticos y a la prensa independiente, instale cercos militares y suspenda derechos a su gusto, ponga en cuarentena a la transparencia, llene su gabinete con amigos y familiares, tutele la corrupción y el nepotismo de sus aliados y colaboradores, gobierne con su clan y con la asesoría de la extrema derecha venezolana, reduzca milagrosamente la violencia homicida con un plan que nadie conoce, sea desmemoriado de los Acuerdos de Paz y, con todo eso, siga gozando de una amplísima aprobación popular.
El populismo bukeliano ha sido calificado como millennial (Call, 2019; Mizrahi, 2019). La gorra al revés, el uso intensivo de las redes sociales, el privilegio de la forma sobre el fondo, el miedo a la crítica y al debate, la ausencia de un plan de gobierno, son algunas de las características del imperio de la apariencia, del espíritu de una vida de consumo. Ese vacío ideológico, en el contexto de la crisis de representatividad de los partidos políticos tradicionales (Aguasvivas y Masek, 2020), es ampliamente popular. Bukele ha alcanzado los niveles más altos de aprobación en América Latina (Sáenz, 2020). Sus medidas punitivas contra la pandemia son ampliamente aceptadas (Evenson, 2020; Walters, 2020). Cuando una selfie es más valorada que una disertación, prevalece la política del meme, no la de las ideas.
Detrás del narcicismo cool (Álvarez, 2020) no sólo está un estilo personal, hay poderes que son menos novedosos. El populismo de derecha es conservador del status quo de la dominación aún cuando se vista con ropas juveniles. Antes de la elección presidencial, Carlos Ponce (4 de octubre de 2018), director para las Américas de Freedom House, compartiendo un sentimiento generalizado, se mostró sorprendido por la indefinición ideológica de Bukele: “un día se despierta de izquierda para luego almorzar con botas militares y cenar de derecha”. Pero apenas el presidente electo dio su primer discurso, dejó en claro su signo político. Bukele decidió hablar, antes que con cualquier medio nacional, con la derechista Heritage Foundation.
Ya en el ejercicio del poder, Bukele no ha construido una agenda de demandas populares. Se ha caracterizado, en cambio, por dar pasos hacia atrás en el de por sí deficitario proceso democrático salvadoreño. El 9F no sólo fue un show o un berrinche presidencial, fue, a los ojos del mundo, un intento de autogolpe (Mizrahi, 2029). De impacto internacional también fueron las imágenes de humillación de privados de libertad tras la escalada homicida de finales de abril (Eveson, 2020; Walters, 2020). Autorizar la fuerza letal y demostrar un músculo autoritario no fue interpretado internacionalmente como algo cool. Tal como lo advirtió José Miguel Cruz (2019) al inicio del quinquenio presidencial, el populismo salvadoreño no es solo un estilo personal, en toda su embestida autoritaria, puede traer consigo “el fin de la democracia electoral de la posguerra”. Que eso no ocurra, dependerá de la articulación de demandas de un pueblo politizado, mismo que ahora está latente. El flanco izquierdo del populismo se ve actualmente muy menguado.
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Referencias
-Aguasvivas, Luis y Vaclav Masek (8 de julio de 2020) “Authoritarian Populism in the Americas: A Symptom of Democratic Crisis” en: Global Policy Journal. Disponible en: https://www.globalpolicyjournal.com/blog/08/07/2020/authoritarian-populism-americas-symptom-democratic-crisis (Acceso: 2 de septiembre de 2020)
-Álvarez Aragón, Virgilio (13 de febrero de 2020) “La estupidez narcicista de Bukele” en: Gazeta. Disponible en: https://gazeta.gt/la-estupidez-narcicista-de-bukele/ (Acceso: 2 de septiembre de 2020)
-Arditi, Benjamín [2007] (2010) La política en los bordes del liberalismo. Diferencia, populismo, revolución, emancipación, Gedisa editorial, México.
-Bryant, Octavia y Benjamin Moffitt (5 de febrero de 2019) “What actually is populism? And why does it have a bad reputation?” en The Conversation. Disponible en https://theconversation.com/what-actually-is-populism-and-why-does-it-have-a-bad-reputation-109874 (Acceso: 2 de septiembre de 2020)
-Call, Charles T. (5 de febrero de 2019) “The significance of Nayib Bukele´s surprising election as president of El Salvador” en: Brookings. Disponible en: https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2019/02/05/the-significance-of-nayib-bukeles-surprising-election-as-president-of-el-salvador/ (Acceso: 2 de septiembre de 2020)
-Canovan, Margaret (2002) “Taking Politics to the People: Populism as the Ideology of Democracy” en: Mény, Yves et. al. (Edits.) Democracies and the Populist Challenge, Palgrave Macmillan, UK, pp. 25-44.
-Canovan, Margaret (1999) “Trust the People! Populism and the Two Faces of Democracy” en Political Studies, núm. 47, pp. 2-16.
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* Edgar Baltalzar Landeros, doctorando en Ciencias Sociales y Humanísticas por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (México). Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 13.