A pecho abierto

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Editorial UCA
26/02/2025

Después de haber sido expulsado del FMLN en 2018, Nayib Bukele dijo: “A mí no me verán nunca en las filas de Arena o de GANA; mi corazoncito siempre está a la izquierda”. Poco después cambió de discurso y afirmó que era parte de la nueva política, que no es ni de derecha, ni de izquierda, ni de centro. Pero luego de que ganó las elecciones en 2019, sus acciones lo ubicaron más bien en la nueva ultra derecha global. Bukele comparte ideología y estilo con personajes como Donald Trump, Javier Milei y Tayyip Erdogan. Y esto lo dejó claro en el Encuentro Empresarial de Padres e Hijos 2025, que reunió en El Salvador a multimillonarios de unos 20 países de América Latina y sus herederos.

El mensaje del mandatario a los potentados fue claro: “El Salvador está abierto para los negocios”. En ese ambiente, pareció sentirse en confianza y soltó frases que perfilan su Gobierno. “Nosotros queremos ser un país de full libertad empresarial, capitalista, proempresa, un gobierno lo más fuerte, pero pequeño posible, que no tenga grasa solo músculo […] Todos los días trabajamos en quitar regulaciones, en hacer leyes más amplias, en invitar e incentivar la inversión y hacer más competitivo el país”, dijo. Un discurso, pues, ultra.

No se trata que ser de derecha sea malo en sí mismo, sino que este tipo de política es la que por décadas ha  causado pobreza, marginación y desigualdad a lo largo del continente. Por algo América Latina es considerada como la zona más desigual de mundo. Cuando Bukele aspira a que El Salvador se identifique totalmente con el capitalismo desbocado, acepta que la prioridad de su gestión son los que más tienen y que, para beneficio de ellos, se apostará por el libre mercado, bajos o nulos impuestos para los empresarios, flexibilidad laboral y mínima intervención estatal. La vieja receta de siempre que, lejos de curar el subdesarollo, concentra la riqueza en pocas manos y genera pobreza en la mayoría.

A la luz de ese discurso resulta comprensible que hoy se cobre a los ciudadanos por podar o cortar árboles mientras a los grandes inversores se les facilita talar bosques enteros en zonas protegidas para construir proyectos comerciales o urbanísticos. Ahora se entiende mejor por qué, contra toda evidencia y contra el clamor de gran parte de la población, se aprobó el regreso de la minería metálica; por qué se acosa fiscalmente a los pequeños empresarios mientras se exime de impuestos a los millonarios; por qué, aunque el costo de la vida se ha disparado, los salarios permanecen congelados.

Bukele logró que algunos de los empresarios más ricos de América Latina lo halagaran. Y ese triunfo propició que hablara a pecho abierto. A raíz de la reunión, transmitida por cadena nacional, queda claro que lo del corazón a la izquierda era asunto solo de campaña política y que la gente más pobre no es su prioridad. Bukele, a pesar de gozar de una amplia popularidad, no es una persona que guste del pueblo; a pesar de haber declarado una lucha contra la oligarquía para recuperar el país, aspira a gozar de las simpatías de los multimillonarios, cuando no convertirse en uno de ellos.

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