Afanes totalitarios

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Editorial UCA
30/05/2018

Las situaciones políticas en Venezuela, Nicaragua y Honduras tienen aspectos comunes. Los tres países tienen Gobiernos inconstitucionales, pues están bajo el control de mandatarios que para mantenerse en el poder han violado la Carta Magna de su nación y han quebrantado el Estado de derecho. Además, en los tres se están violando los derechos humanos de la población, principalmente el derecho a la libertad de expresión y a elegir libremente a las autoridades. Son Gobiernos antidemocráticos que han mostrado una clara vocación totalitaria, irrespetando la voluntad popular, ejerciendo la violencia contra la oposición y la población que defiende sus derechos. En definitiva, son regímenes que tienen total control del poder político y que están dispuestos a eternizarse pase lo que pase y a costa de las libertades ciudadanas.

Ahora bien, teniendo tantas similitudes en cuanto al irrespeto a la democracia y los derechos humanos, no comparten la misma ideología política. Mientras Nicolás Maduro y Daniel Ortega se autoproclaman de izquierda, el de Honduras es un gobierno de derecha. Sin embargo, cada uno de ellos es defendido a ultranza por sus pares ideológicos de otros países y atacado por los contrarios. A nivel internacional, Estados Unidos condena los abusos gubernamentales en Venezuela y Nicaragua, mientras apoya y reconoce como legítima la administración de Juan Orlando Hernández, en Honduras. En El Salvador, mientras el FMLN defiende a Maduro y Ortega, Arena lo hace con Hernández.

Desde una perspectiva democrática, es inaceptable reconocer y apoyar a cualquiera de estos tres Gobiernos. Aunque los tres hayan surgido de elecciones en las que en apariencia contaron con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos que fueron a votar, la realidad es otra. Los comicios que han renovado en sus cargos a Maduro, Ortega y Hernández fueron fraudulentos e inconstitucionales. Maduro sacó de la contienda a varios líderes opositores y cambió la fecha establecida para realizar las elecciones presidenciales, adelantándolas sin una justificación de peso, más que el afán de sorprender a la oposición y de ese modo asegurarse un triunfo por falta de opciones electorales. Antes quebrantó la Constitución negándose a realizar el plebiscito que solicitaba la oposición e irrespetó la voluntad popular convocando a una Asamblea Nacional Constituyente, para anular una Asamblea Nacional controlada por los partidos de oposición y surgida de una elección con amplia participación.

Daniel Ortega manda hoy porque violó en dos ocasiones la Constitución de su país, que prohíbe la reelección consecutiva de un presidente. El que alguna vez dijo ser revolucionario lleva tres períodos seguidos en la Presidencia. Para poder presentarse a las elecciones de 2011 y de 2016, recurrió a un fallo de una Corte Suprema de Justicia controlada por él. La Corte declaró que el principio de no reelección violaba el derecho personal del ciudadano Daniel Ortega. Ejemplo que siguió a pies juntillas Juan Orlando Hernández para postularse a un segundo período presidencial y reelegirse con un fraude electoral. Primero nombró una nueva Corte Suprema de Justicia, asegurándose de que quedara integrada por personas bajo su control, y posteriormente presentó un amparo ante la misma, señalando que el principio de no reelección presidencial afectaba su derecho de ciudadano a ser presidente.

Que el FMLN apoye de forma incondicional a Maduro y a Ortega, y que Arena lo haga con Hernández es peligroso y supone una contradicción con los principios democráticos que ambos partidos dicen defender. No se puede tildar de intento de golpe de Estado la lucha de los estudiantes por sacar del poder a Daniel Ortega y a Rosario Murillo. Su lucha es un movimiento popular para recuperar la democracia, para remover del poder a quien lo ostenta indebidamente. En Honduras, Hernández le arrebató la presidencia a Salvador Nasrralla, y son ciudadanos quienes siguen luchando en defensa de la voluntad popular expresada en las elecciones de noviembre de 2017, en las que el fraude impidió la victoria de la Alianza de la oposición contra la dictadura.

El Salvador debe aprender de estas lecciones. En este sentido, es absolutamente indispensable contar con una Corte Suprema de Justicia y un Tribunal Supremo Electoral verdaderamente independientes de todo poder político, fáctico y económico, a fin de que puedan garantizar las libertades políticas, el cumplimiento de la Constitución y el respeto a la voluntad popular.

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Anónimo
31/05/2018
06:58 am
Defintivamente de acuerdo con el análisis, la imposición y el deseo de eternizarse en el poder debe ser denunciado y combatido sea de donde sea que venga, por ello en muchas de mis publicaciones uso el hashtag #CitaHistóricadelaDerechaSalvadoreña, porque por los motivos que hayan sido, ahora cuentan con el control de la Asamblea y la mayoría de las alcaldías y tiene serias posibilidades de llegar al Ejecutivo, entonces, ¿harán lo correcto esta vez?, ¿transitaremos a una democracia moderna, con respeto a las leyes?, ¿la austeridad dejará de ser un concepto etéreo y se convertirá en una verdadera realidad en TODOS los órganos del estado?. Ojalá sea así, ojalá se tome conciencia de los que sucede al otro lado de nuestras fronteras y aprendamos a ser realmente democráticos y todos los signos políticos transiten a la modernización REAL.
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Anónimo
30/05/2018
14:26 pm
Una dictadura es una dictadura no importa su ideologia, o mejor dicho, seudo-ideologia. La ideologia de un dictador es accesar el poder para enriquecerse el y sus compinches. Es una lastima que nuestros partidos politicos, que se autodenominan democraticos, soporten a estas dictaduras, indicacion de que de tener la oportunidad seguirian el mismo modelo.
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Anónimo
30/05/2018
11:15 am
Los afanes totalitarios podrían haberse dado en El Salvador cuando un presidente arenero le pasaba el poder a otro del mismo signo político en el que solo hubo cambio de nombres, pero con los mismos proyectos neoliberales. Porque a pesar de que las elecciones eran \"democráticas\", nadie puede asegurar en estos tiempos que alguno de esos gobiernos actuó de una mejor manera que el otro. Por ejemplo, el \"presidente de La Paz\" tuvo que ser urgido por el gobierno norteamericano a que fuera a firmar La Paz a New York, bajo la amenaza de que se cortaría la ayuda en armas y dinero, si no lo hacía. Otros más trajeron la dolarización, la privatización, un intercambio comercial injusto, y demás ofensas a la población. No hubo ninguna diferencia, repito, entre uno y otro. Se heredaba el presidencialismo y la dependencia de los demás órganos a la casa presidencial. Era como una dictadura del mismo partido. Los cuatro violaron el Estado de derecho.
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