La destitución de los miembros de la Sala de lo Constitucional y del Fiscal General de la República ha terminado de retratar a un Gobierno que de forma progresiva ha venido sembrando dudas en la comunidad internacional. Para defender lo hecho, se contrapone a la condena prácticamente unánime en el exterior, la aprobación mayoritaria del pueblo salvadoreño. Pero este argumento es insuficiente, porque la política exterior de un país es inseparable de sus políticas internas. Es más, uno de los objetivos primordiales de la primera es buscar la aceptación de la comunidad internacional a las segundas. El problema radica en que los esfuerzos del Gobierno privilegian mantener y reforzar la popularidad del presidente por sobre las relaciones internacionales de la nación, sin reparar en que lo que se hace adentro tiene repercusiones afuera.
La maquinaria propagandística y el discurso mesiánico de Nayib Bukele tienen efectos innegables al interior de El Salvador, pero no en el mundo diplomático. Calificar al presidente como el “más cool”, el mejor evaluado, el que construye el hospital más grande de la región es infructuoso a nivel internacional. Lejos de acertar, el Gobierno se boicotea a sí mismo. En su atropellada reunión con gran parte del cuerpo diplomático acreditado en el país, que se transmitió por cadena nacional sin el consentimiento de los invitados, Bukele demostró que lo aprobado por los diputados se decidió y construyó en Casa Presidencial. Quedó en evidencia que el concepto de democracia que él aplica no tiene nada que ver con la división e independencia de poderes.
El mandatario usó a los diplomáticos para contar a los salvadoreños su versión de lo sucedido. Ciertamente, el electorado le dio la llave a la bancada cian para elegir a los responsables de las instituciones de control del Estado, pero no para que lo hiciera de la manera de siempre: eligiendo solo a personas afines al Gobierno. Distinto hubiese sido que los diputados oficialistas eligieran a los funcionarios con base en capacidad, independencia y trayectoria ética. “Huyan del país donde uno solo ejerce los poderes, porque es un país de esclavos”, dijo Simón Bolívar. Gran parte de la población está tan encandilada con el incendio presidencial que no vislumbra que las llamas, al final, quemarán a todos. Los halagos y aplausos que Nayib Bukele paga para sí mismo no compensarán de ningún modo el aislamiento internacional al que ha llevado a su Gobierno.