La política salvadoreña está dando de nuevo un espectáculo lamentable. Por lo visto hasta hoy, los salvadoreños podrían ser testigos de una campaña electoral sucia sin precedentes, a menos que los responsables de la misma le pongan alto cuanto antes. Las dos fuerzas políticas que encabezan las encuestas se han enfrascado en una especie de ajuste de cuentas, y ello origina espirales que se retroalimentan, un círculo vicioso de interminables ofensas.
El lenguaje es garantía de convivencia y una herramienta esencial para la democracia. Pero en este tiempo, el insulto, la descalificación burda del adversario y la ocultación de la verdad se han apoderado del lenguaje político. Particularmente, el escenario de las expresiones más soeces son las redes sociales. Y muchos de los que participan activamente en ellas convierten cualquier suceso en dardos contra uno u otro candidato. Es normal que en tiempos de campaña la realidad se lea con lentes electorales, pero en el marco de una campaña sucia como la actual casi cualquier expresión o acción se ha vuelto blanco de las ofensas más enconadas e irracionales.
En este contexto, los espacios no proselitistas en los que participan los candidatos son un oasis para la reflexión y el diálogo. Por eso la UCA decidió implementar los Conversatorios Presidenciales, espacios académicos que tienen por objetivo conocer de primera mano a los candidatos, cómo reaccionan ante cuestionamientos, sus planes para un eventual gobierno, sus posiciones sobre temas fundamentales para el país. Los Conversatorios buscan aportar al conocimiento de propuestas, al margen de la exaltación proselitista. La Universidad los está desarrollando a sabiendas de que corre el riesgo de ser presa de la campaña sucia, que usa cualquier contenido para lanzar insultos. La UCA desarrolla los Conversatorios Presidenciales con la convicción de que este tipo de espacios son esenciales para la ciudadanía que quiere ejercer un voto razonado.
Los políticos, ya sea que estén al frente o detrás de la campaña sucia, deben comprender que los insultos se vuelven en contra de quienes los profieren. El que ofende y descalifica pone en entredicho su persona y su ética. Recurrir al insulto es la mejor muestra de la ausencia de argumentos y de razón. La campaña sucia es fiel reflejo de la violencia omnipresente en nuestra sociedad, y contradice las promesas de luchar contra ella. Los salvadoreños tienen derecho a otro tipo de campaña, una en que el discurso político se rija por las leyes de la coherencia, la sinceridad y, sobre todo, el respeto. El afán de ganar las elecciones presidenciales no justifica la utilización de cualquier medio para lograrlo. El cansancio de la población con la política y los políticos puede ahondarse ante esta estrategia que privilegia el ataque y las groserías en lugar de las necesarias propuestas para resolver los grandes problemas que aquejan al país.