La semana pasada, la oficina de la Unicef en El Salvador convocó a un grupo de instituciones para comunicarles dos buenas noticias. La primera, la creación de la Alianza Global para la Eliminación de la Violencia contra la Niñez; la segunda, en respuesta a sendas solicitudes de los respectivos Gobiernos, el organismo de la ONU aceptó que El Salvador y Suecia sean “países pioneros” en la eliminación de esta forma de violencia. La Alianza surge para “apoyar los esfuerzos de quienes luchan por prevenir la violencia, proteger la infancia y contribuir a la creación de sociedades seguras para los niños y las niñas”. Y “combatirá la violencia en todos los ámbitos, incluidos hogares y familias, escuelas e instituciones, comunidades y espacios públicos, y en todos los países”, apoyando de esta manera el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La Alianza iniciará apoyando a los países pioneros, aquellos “cuyos dirigentes estén dispuestos a defender la infancia, y que estén comprometidos con acelerar los esfuerzos en cuanto a garantizar la seguridad de niños y niñas”. Estos países tendrán que “implementar nuevos enfoques para poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra la infancia”. Además, tendrán que “enfrentar los múltiples factores que hacen que niños y niñas sean vulnerables a la violencia, valorarán las evidencias sobre aquello que funciona, y reunirán a los socios y las inversiones necesarias para hacer más seguras sus sociedades”. Estos son los compromisos que ha asumido El Salvador al solicitar ser país pionero, y ello sin duda es una muy buena noticia.
La violencia contra la niñez es una realidad inocultable en nuestro país. Hay datos suficientes para afirmar que los niños salvadoreños viven bajo distintos tipos de violencia que comprometen su futuro y su desarrollo. El castigo físico, el abuso sexual, el maltrato psicológico y emocional, la trata, el reclutamiento por parte de las pandillas, los embarazos de niñas y la migración en condiciones de gran vulnerabilidad golpean a diario a la niñez salvadoreña. A esta violencia directa se suman la pobreza, el machismo y el consumismo. Aunque desde hace algunos años se cuenta con un marco jurídico que protege a la niñez de la violencia, no se ha logrado que esta disminuya significativamente. Más bien el ambiente generalizado de creciente violencia del país está afectando mucho más a la niñez salvadoreña que en el pasado.
Al respecto, es interesante y esperanzador que la Alianza pretenda que “todos aquellos que creen en el fin de la violencia contra la niñez se unan, combinen sus esfuerzos y maximicen su impacto”. La Alianza busca, pues, ser lo más inclusiva posible, busca que participen “los Gobiernos, las organizaciones internacionales, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil, junto con la academia, el sector privado, y los propios niños y niñas”. En este marco, quiere poner especial atención en cambiar la mentalidad de los políticos sobre esta grave problemática, lograr que se unan y trabajen a favor de su eliminación, convencerles de que es posible lograrlo si ello se convierte en una prioridad de política pública a nivel global. Asimismo, la Alianza ofrecerá a los países y a sus gobernantes conocimientos sobre cómo prevenir adecuadamente la violencia, en base a aquellas buenas prácticas que han funcionado en otros lugares.
Las buenas noticias son poco frecuentes en nuestro país. Por eso, cuando hay una, es un deber darla a conocer, difundirla lo más posible. El espíritu de la Alianza Global para la Eliminación de la Violencia contra la Niñez es que todos nos involucremos de alguna manera en esta lucha tan importante. Por ello, cada uno está invitado a emprender una acción encaminada a poner fin a la violencia contra la niñez. Este es el reto que ahora tenemos en El Salvador como país pionero de esta iniciativa global.