Auténtica Navidad

5
Editorial UCA
23/12/2013

Nos acercamos nuevamente a la fiesta de Navidad. Una fiesta que en su origen nos habla de paz y de amor, de sencillez y pobreza, de un Dios que se humaniza para compartir en humildad con sus hijos. Pero muy poco queda de ello en la actualidad; nuestra sociedad ha tergiversado y pervertido completamente el sentido de la Navidad. Desde la perspectiva cristiana, celebrarla es honrar el nacimiento de Jesús, pues en él Dios se hace niño para habitar entre nosotros y comunicarnos una buena noticia: su amor hacia la humanidad es inmenso e incondicional. Dios que nace en la más absoluta precariedad, desvalido, sin hogar, pobre y desnudo, solo arropado por el amor de María y José. Dios que se pone al lado de los pobres, de los débiles, de los marginados, de los enfermos, de los pecadores, tal como nos muestran los Evangelios al presentarnos la vida de Jesús.

Lo que la sociedad capitalista y consumista nos invita a celebrar nada tiene que ver con ello. La sociedad de consumo, en la que El Salvador está plenamente inmerso, presenta la fiesta como una ocasión para consumir. Nos dice que para ser felices en Navidad es necesario adquirir los productos de moda, por innecesarios y superfluos que sean; consumir, comprar, regalar, poner lucecitas de colores, adornos con campanas doradas y candelas rojas. Una Navidad materialista y consumista que en nada recuerda ni tiene relación con aquel niño nacido pobre en Belén, con el amor y la paz verdaderos que el nacimiento de Jesús nos comunica.

Un tipo de fiesta que olvida que la mayoría de los salvadoreños están en pobreza y que, por tanto, no tienen posibilidad de vivir la Navidad así. Poco les importa a los grandes comerciantes la situación de las mayorías, a las que apenas les alcanza para sobrevivir, y que de hacer caso a su constante presión, de sucumbir a la tentación consumista, verán agravada su situación económica. Y lastimosamente, para muchos, así será. Pues son muchos los que movidos por la insistencia de los que manejan el mercado y de los medios de comunicación, gastan lo que no tienen y se endeudan. Así, este tipo de Navidad acaba profundizando su pobreza y causándoles mayor infelicidad.

Tal y como hoy nos la presentan y la celebramos en El Salvador, cuesta reconocer en la Navidad a aquel niño Jesús que nació en Belén. Si quisiéramos celebrar auténticamente, deberíamos, en primer lugar, acordarnos de que una tercera parte de la población salvadoreña está en la exclusión. Muchos de nuestros hermanos viven en el área rural, en asentamientos urbanos precarios, en barrancos, junto a las antiguas vías del tren, en las aceras de las ciudades sobre cajas de cartón o hacinados en las cárceles. Ellos son iguales a María y a José, que a punto de dar a luz no encuentran posada y nadie los recibe. Bien celebraríamos la Navidad solidarizándonos con ellos, haciendo nuestra su situación y buscando todos juntos cómo mejorarla.

La Navidad verdadera es una invitación a reconocer en los pobres y desvalidos la presencia de Dios. Una invitación a solidarizarnos con todo aquel que sufre, con el que pasa necesidad, con el que vive el rechazo social, con todos a los que el mundo no los recibe ni les ofrece un lugar para vivir con dignidad. Según el Evangelio, es en ellos que está Dios, y es atendiendo a su necesidad que mostramos el verdadero amor a Jesús. Por el contrario, cuando nos hacemos sordos y ciegos a las necesidades de nuestros hermanos, también rechazamos a Dios que en ellos quiere ser atendido y amado.

No permitamos que en esta Navidad el materialismo nos confunda; dejémonos tocar por la ternura de Dios y por ese profundo y radical amor que nos manifestó a través de su encarnación en Jesús. Abramos con Dios nuestro corazón a todos. No nos limitemos a desear paz y felicidad; unámonos a los hombres y mujeres que aman a Dios y que lo demuestran no solo con palabras, sino trabajando por hacer de este mundo un feliz hogar para toda la humanidad.

Lo más visitado
1
Anónimo
03/01/2014
09:20 am
Muy ciertas las afirmaciones de este artículo. Solo añadiría que si bien es necesario atender las necesidades de nuestros hermanos pobres y desvalidos, debemos evitar caer en el error de un asistencialismo estéril. Debemos, por tanto, solidarizarnos con ellos de modo tal que se desarrollen como seres humanos, que crezcan y crean en si mismos y luchen por romper ideologías esclavizantes, así como derrumbar las estructuras que luchan por aplastar nuestras conciencias y dignidad de seres humanos. Estructuras que luchan por eliminar nuestros derechos para beneficio de unos pocos. Aplica recordar acá el siguiente pensamiento de Ignacio Ellacuría: \"...la justicia, la libertad y la paz del país tienen que pasar por grandes sacrificios, y que una parte de estos sacrificios les toca a los más privilegiados...\"
0 0 0