Las últimas elecciones reafirmaron una tendencia que se venía gestando desde hace algunos años; los resultados de la más reciente encuesta de opinión ciudadana del Iudop lo muestran con claridad: hay signos evidentes del agotamiento de la política tradicional en el país, la ciudadanía desconfía cada vez más de los partidos y políticos de viejo cuño. Según el sondeo, un 50% de los salvadoreños atribuye el ausentismo registrado el 4 de marzo a que se ha dejado de creer en los partidos políticos. Y casi el 60% de los consultados piensa que la cantidad sin precedentes de votos anulados se debió a la misma causa. Por otro lado, la mitad manifestó que es necesario que surja otro partido de izquierda y el 54.3%, uno nuevo de derecha. Y tres cuartas partes creen que debe surgir un partido de centro con fuerza para gobernar.
A menos que los partidos tradicionales modifiquen extraordinariamente su modo de proceder, todo indica que su ciclo está cerca de terminarse. La creciente conciencia ciudadana ha propiciado un profundo hartazgo con una clase política que no vela por el bien común, sino que está al servicio de pequeños grupos de poder, posponiendo siempre la solución de los graves problemas nacionales. Una mayoría creciente de salvadoreños ansía otra forma de hacer política. Los partidos tradicionales están en crisis y, desde la perspectiva de la población, hay un vacío de representatividad. En ese sentido hay que entender que 60 de cada 100 consultados crean que los resultados de las elecciones del 4 de marzo no representan la voluntad de los salvadoreños.
Este descontento generalizado abre el espacio a proyectos que dicen o buscan efectivamente distanciarse de los dos partidos mayoritarios. Y por esa puerta ha entrado Nayib Bukele. Según los datos de la encuesta del Iudop, el 51.1% de la población encuestada cree que él es el mejor candidato a Presidente, con dos veces y medio más de opiniones favorables que su más cercano competidor, Carlos Calleja (20.2%). Además, su partido en formación ocupa el primer lugar en las intenciones de voto, relegando a Arena al segundo lugar y al FMLN a un lejano tercer puesto. El caso Bukele es complejo y, por ello, debe analizarse con cuidado.
Ciertos sectores descalifican al exalcalde tildándolo de mesiánico y caudillista. Aunque algo de eso haya en su personalidad, el posicionamiento que ha alcanzado no se explica solo por un discurso mesiánico. Su indiscutible popularidad no sería posible en estos momentos si los partidos que han ocupado el Gobierno, en especial el FMLN, hubieran respondido a las demandas más sentidas de la población. Bukele ha crecido en aceptación popular en la medida que Arena y el Frente han sumado desvaríos, incompetencias y abusos, y en la medida que él ha tomado distancia premeditada de ambos. Sin embargo, su candidatura presidencial no pasa de ser ficción mientras no se resuelvan dos cosas.
La primera es la posibilidad legal de competir en las elecciones de 2019. Para ello, tendrá que superar los condicionamientos a la inscripción de su movimiento y, más importante aún, estar habilitado para ser candidato. Muchos auguran la aparición de serios obstáculos legales, reales o fabricados, que impedirán que Bukele compita en la próxima elección presidencial. De hecho, el exalcalde tiene ya varios procesos abiertos en instancias judiciales. En segundo lugar, tendría que definir con claridad su proyecto político. En el afán de captar la mayor cantidad posible de electores hastiados de la política tradicional, parece que Bukele quiere quedar bien con todos, sin comprometerse con nada en concreto. No se ve claro cuál es el horizonte hacia el que pretende caminar.
Argumentar, como ha hecho el Secretario General de Nuevas Ideas, que la ciudadanía es la que tiene que decir qué debe hacer un posible gobierno de Bukele implica admitir tácitamente que no se tiene un proyecto político definido o, por lo menos, uno del que se quiera hablar públicamente. ¿Cuál es la postura de Bukele en materia económica, sobre todo en lo referente a la política fiscal? ¿Cuál será su estrategia frente a la crisis de inseguridad y violencia? ¿Qué piensa hacer en materia de corrupción e impunidad? ¿Cómo enfrentará la crisis ambiental que abate al país? Para caminar en firme, Nayib Bukele debe responder a la población con posicionamientos claros en las áreas más críticas de la realidad salvadoreña.