Compromiso con la realidad

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Editorial UCA
11/08/2014

Cuántas veces se quisieran tener buenas noticias para compartirlas, felicitar a sus principales actores y presentarlas como ejemplos a seguir para cambiar la realidad. Más aún, cuánto se quisiera poder generar esperanza ante las situaciones tristes y dolorosas que vive nuestra sociedad. Ciertamente, desde nuestra posición cristiana, la esperanza es un ingrediente vital que no falta, pues creemos profundamente en el ser humano y en su capacidad, alentado por el amor de Dios, de superar los más graves conflictos, diferencias y contradicciones con miras a construir un mejor país para todos. Pero las buenas noticias no se pueden inventar, ni la esperanza, que siempre subyace cuando el mundo se entiende desde la fe, puede hacernos ver una realidad distinta a la real. La esperanza no sustituye la realidad, sino que nos mueve a creer que podemos cambiarla, mejorarla si todos nos comprometemos con ello. Lo honesto es presentar la realidad tal cual es, y llamar a las autoridades y a la población a poner atención en ella, para que se tomen las acciones necesarias para corregir lo que está mal.

El principal paso para que un país avance es, pues, aceptar plenamente los problemas que se viven, hacer un buen diagnóstico de ellos; cuando se niega la realidad, se cierra el camino para enfrentarlos y solucionarlos adecuadamente. En este sentido, muy mal han hecho algunos dirigentes del FMLN al rechazar rotundamente y con enojo la afirmación del arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, de que nuestro país está muy cerca de ser un Estado fallido. El arzobispo no dijo que El Salvador ya lo fuera, sino que está cerca de serlo. Por eso, aún hay espacio para no llegar a esa situación. Los altos niveles de migración, el gran tamaño de la economía informal y la aguda inseguridad son algunas circunstancias que muestran que el Estado ha sido incapaz de responder a las demandas de la población y ha fallado en algunas de sus funciones principales. Y a ellas se suma la infiltración del crimen organizado en la PNC, la Fiscalía General de la República y el sistema judicial; una infiltración que está comprobada y que dio lugar a la reciente captura de una considerable cantidad de policías, fiscales y jueces.

El Presidente y el Vicepresidente de la República, el actual equipo de gobierno, así como las estructuras partidarias del FMLN y sus militantes deben estar conscientes de que el país enfrenta una situación compleja y peligrosa. Sin embargo, ello no significa que son los únicos responsables; son muchos los factores que nos han conducido al actual orden de cosas, desde decisiones equivocadas de los Gobiernos de Arena hasta errores y omisiones de la administración Funes. Incluso, hay que reconocer que por la división de poderes, el Gobierno no es responsable de todo lo que ocurre. El Estado va más allá del Gobierno; está constituido también por la Asamblea Legislativa, el Ministerio Público y el sistema de justicia, todos autónomos.

Tampoco es válido afirmar que, desde un punto de vista estructural, las cosas están peor hoy que ayer, pues los problemas son de larga data; las estructuras económicas, sociales y políticas siguen siendo prácticamente las mismas desde hace décadas. Pero en términos de seguridad ciudadana, es cierto que la gente se siente cada vez más insegura, que la acción delincuencial se ha extendido hasta lugares que hace pocos años o meses eran considerados seguros, y que el modo de operar de los delincuentes ha evolucionado hacia formas que aumentan el temor de la población. El combate a la delincuencia, tanto durante los Gobiernos de Arena como en el de Funes, no ha dado los resultados esperados. Es más, se puede afirmar que se han obtenido resultados contrarios a los esperados.

La debacle actual obedece en buena parte a políticas públicas equivocadas, más enfocadas en la represión que en la prevención y la atención de los grupos más susceptibles de ser reclutados por el crimen común, las pandillas y el crimen organizado. No se ha trabajado suficientemente en generar verdaderas oportunidades para los jóvenes. Además, hay graves deficiencias en el combate del crimen, tanto en la Policía como en la Fiscalía y en el sistema de justicia. Esta ineficacia ha favorecido la impunidad y permitido el crecimiento de la violencia en El Salvador. Es necesario un giro de 180 grados. Debe verse la realidad tal cual es y aceptarla con todas sus variables. Solo así se podrá corregir el rumbo. Pretender tapar el sol con un dedo solo llevará a repetir los errores del pasado.

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Anónimo
12/08/2014
08:25 am
Totalmente de acuerdo, los problemas del país tienen varias aristas y cada una de ellas debe abordarse desde la raíz, de lo contrario, siempre terminaremos donde empezamos, dando vueltas en un circulo vicioso de pobreza, ignorancia, violencia y muerte.
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Anónimo
11/08/2014
23:25 pm
Es necesario ver la realidad con honradez, un mundo lleno de luces y de sombras. La esperanza es la que nos mueve, nos anima, nos da la fuerza necesaria para añorar, que otro mundo es posible, a pesar de las adversidades que estamos viviendo. Una esperanza depositada en Jesús de Nazareth, que quiere todo lo bueno para el ser humano.
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Anónimo
11/08/2014
17:24 pm
Este editorial , acertadamente, recoje el sentir de muchos salvadorenos quienes hace tiempos perdimos la fe en los gobiernos sean de izquierda o derecha. Quienes salimos todos los dias con la esperanza de regresar sanos y salvos a nuestros hogares, y que a pesar de todo, seguimos luchando por un futuro mejor.
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